Prologo - Sangre, pinzas, aguja e hilo

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-Que te dijo? Estas curado?

-No, pero al menos el doctor me redujo los medicamentos

-Eso esta bien

-Todo gracias a ti

Yo de pequeño siempre fui muy tímido, no era de los que se relacionaban con todo el mundo. Podía mantener conversaciones de más de tres frases con los otros niños, pero hacer amigos, ir a jugar fútbol con ellos, ir al arcade o quedar después de clases, era algo que escapaba de mis posibilidades.

No era algo que me afectara demasiado, puesto que me divertía un poco jugando solo, leyendo solo, dibujando, escribiendo, pero terminaba siendo muy aburrido estar siempre solo. El hecho de necesitar lentes para ver y leer, bastante gruesos para variar, no ayudo sino a que recibiera más burlas por parte de mis compañeros.

De pequeño quería ser superhéroe, y jugaba a ser uno que salvaba a todo el mundo. Adultos, niños, ancianos, delgados, gordos, blancos, negros, con lentes o sin ellos. Un superhéroe que no hacia distinción sobre las personas que salvaba, algo como lo que esperaba a diario, pero que nunca llegaría.

Mis padres romperían a medias mi sueño de ser un superhéroe. Me dijeron que era imposible, puesto que nadie nace con superpoderes, pero que si existía un grupo de personas que la sociedad consideraba héroes y estos eran muy queridos y apreciados por su trabajo. Se referían a doctores, bomberos, rescatistas y policías. Que si estudiaba lo suficiente podría convertirme en uno de ellos.

Los últimos tres eran peligrosos, porque ponían en riesgo mi vida directamente, además de que requerían una condición física admirable y, aunque yo no tenía mala condición física, no era ni de cerca la mejor.

Me decante por la medicina, por lo que seria ese héroe que siempre quise, y además podría estar en contacto con aquellos que salvase.

Me saltare los años de secundaria porque solo me traen recuerdos dolorosos, además de ser esos años los que dispararían en mí una depresión crónica que fue fuertemente medicada desde los 15 años. Lo se, timidez, miedo a las personas, unas gruesas lentes para ver, depresión crónica y medicación constante para ello son una gran combinación, mas en una etapa en la que la transición de niño a adulto vuelve a las personas notablemente mas propensas a que le importe una mierda el otro, una etapa en la que si un individuo se cae del grupo, este no lo espera y lo insulta y se burla por haberse caído.

La universidad fue relativamente tranquila, gracias en parte a la cantidad extrema de deberes por hacer y material que leer y estudiar. Guarda también malos recuerdos, pero en comparación con el secundario, eran tan malos como que se te caiga tu tostada o como perder el autobús.

Cuando me recibí y empecé a trabajar en el hospital local, me mude de casa de mis padres a un pequeño departamento de cuatro ambientes, una cocina-comedor-sala de estar, dos habitaciones y un baño, el cual estaba cerca del hospital. Quería algo más pequeño y económico, pero fue lo único que pude encontrar cerca, además de que, si bien no era lo que tenia planeado pagar, era barato.

Empecé como medico de guardia, mientras hacia mi especialización en cardiología. Todo iba muy tranquilo, fracturas expuestas, quemaduras de tercer grado en brazos o piernas, el habitual hierro de construcción de dos pulgadas atravesando el pie de algún obrero (es un área tranquila, pero en constante expansión en el área industrial, a tan solo diez kilómetros del centro), cosas que verías habitualmente en la guardia de un hospital.

Nada que realmente pusiera a prueba los cinco años que estuve frente a esos libros.

Hasta una noche en la que parece que la ciudad entera se salio de control. Era interminable la cantidad de pacientes que entraban en la guardia. Mi turno había terminado 14 horas antes y llevaba 28 sin mi medicina, puesto que debo tomarla cada 14 horas por algún motivo que el medico me explico cuando tenia 15 años y mi cerebro ahora se niega a recordar y mi turno era de 12 horas, por lo que no llevaba dosis con migo, y no es algo que se consiga tan fácil en un hospital. Las personas que deben de saber de mi condición lo saben, prefiero guardarlo del resto

-POR FAVOR UN MEDICO!!- dos camilleros entran gritando a todo pulmón en la guardia

-Que carajo paso?- pregunto algo irritado, puesto que me dirigía a casa a buscar mi medicina

-Hombre, metro ochenta y cinco, unos 36 años, cuatro impactos de bala, dos en el estomago, uno en brazo derecho, uno en pierna derecha- recita uno de los paramédicos

-Sangre, pinzas, aguja e hilo, rápido!- le grito a uno de los paramédicos

En eso, el tipo se despierta y me balbucea unas palabras

-No... se preocupe... por mí... doctor...

-No digas estupideces. Escarbare un poco tus heridas para sacar las balas y con un poco de aguja e hilo estarás como nuevo y volverás a hacer tus... ehhh... lo que sea que hagas!- le digo mientras lo llevamos a uno de los habitáculos de la guardia

-Ellos volverán... volverán por mi... y por cualquiera... que me ayude- curiosamente no lo dice con miedo, sino con un tono amenazante, como si me amenazara de muerte si lo salvo

-Por mi, te guardas tus amenazas en el culo. Yo estoy aquí para hacer mi trabajo, y tú eres parte de ese trabajo. Estoy de un humor de puta mierda, y si no quieres que te mate yo mismo, vas a cerrar el pico y me dejaras trabajar- el mal humor y la irritabilidad vuelven muy rápido sin esas condenadas pastillas

-Tiene una actitud... admirable... y violenta... eso me... agrada- habla con mucha dificultad debido a las heridas

-Es un... problema de salud. No soy una persona violenta, y llevo varias horas sin mi medicina- digo en voz baja, como deseando que solo ese tipo me escuche

-Todos dicen... eso...- al ver que no le respondo continua hablando -lo dejare... hacer entonces... recuerde que si... me saca de... esta... se lo... compensare... muy bien...- cae rendido a la perdida de sangre por lo que vuelvo a gritar

-DONDE PUTA ESTA LA SANGRE QUE PEDI?

Rápidamente llega el paramédico, me trae lo que le pedí y le colocamos la sangre. Escarbo un poco las heridas de aquel tipo para encontrarme con casi inofensivos cartuchos del .22. Rápidamente suturo las heridas y compruebo sus signos vitales. Esta estable y lo mando a cuidados intermedios, dado que no tiene ningún órgano afectado por suerte.

Una semana mas tarde le darían el alta a aquel tipo del que no sabia ni su nombre, por lo que voy a la recepción a preguntar. Me gusta conocer a la gente que ayude, y siendo esta la primera vida que realmente estaba en "peligro", realmente estaba interesado en saberlo

-Oye- le pregunto a la enfermera que estaba frente a la computadora de recepción

-Doctor, buen día, que se le ofrece?- me saluda alegremente la enfermera

-Buen día. Quería saber el nombre de aquel paciente que mande a intermedios, el de los cuatro disparos- le pregunto con la voz un poco temblorosa, si, aun en mi trabajo tenia problemas para hablar con otros

-Nos dio un nombre falso por lo que lo borramos del registro

-Nombre falso?- estoy algo sorprendido

-Si. El nombre nos pareció sospechoso. Revisamos el archivo del hospital y era el nombre de un paciente que llevaba cinco años fallecido

-Eso no me lo esperaba- ahora si estoy sorprendido –Lo han detenido o algo?

-Se fue por desgracia, hace unas cinco o seis horas. Pero le dejo esto- saca de debajo del escritorio una barra de chocolate

-Curioso regalo. Ahora tengo algo para el desayuno al menos- digo algo alegre por el detalle

-Tenga cuidado doctor. Venga de inmediato si algo le ocurre

Me retiro y voy al área de descanso a comer mi regalo.

Cuando llego, me siento en una de las mesas cercanas al ventanal que da al patio trasero y abro la barra, la cual contenía una nota de papel que decía

"Gracias mi buen doctor por salvarme la vida. Ahora debo desaparecer por un tiempo para perder a aquellos que me hicieron esto, pero no se preocupe, volveré a pagar mi deuda con usted.

                                                                                                                                                   Atte. Ferrum"

Quien me iría a decir que aquel día hace cinco años pondría todo esto en marcha.

Sobre la depresión y otros demoniosWhere stories live. Discover now