Revolución de amor.

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Y ahí estaba, a medio camino, limpiando vagamente las máculas de aquello que alguna vez abrió mi alma. Intentando absurdamente avanzar por mi sendero limpio y virgen.

Y sin pensarlo siquiera, un día estaba ahí, mirándome, haciendo más torpes mis pasos y más lento mi andar.
Observando como yo intentaba alcanzarlo disimuladamente, se apoderó de mi ruta y lo encontré del otro lado de aquel inmenso acantilado.

Con cada pequeño paso, diminutas piedras jugaban a caída libre bajo mis pies, y sin pensarlo retrocedi, intentando comprender el límite del absurdo final de mi camino con el inefable inicio del suyo.

Contemplé su mirada, su mirada...dijo tanto que no hizo falta palabra alguna para convencerme de saltar hasta llegar a su lado.

Sentí aquel torbellino inexplicable dentro de mi pecho.
Sentí como, por primera vez, actuaba con ímpetu, sentí como mi cuerpo sin dolencias comenzó a elevarse, y entonces, entendí que mi camino inmaculado había llegado a su fin.
Mi revolución esta vez se vistió de aquellas sublimes sensaciones, saliendo desesperada, saliendo por primera vez así.

Su mirada, su mirada dijo tanto...que ni siquiera sentí el tacto al llegar a su lado, porque sus pupilas acariciaron mi cuerpo cansado y, a la vez, suprimieron el miedo irracional causante de esas pulsaciones presurosas luego del alboroto que causó en mi su ser.

Era mi poema favorito, mi obra predilecta. Mi infierno, mi cielo y mi abismo. Llegó de repente y se alojó en mi para siempre, sin explicación ni complicadas teorías que me respalden. Porque las cosas importantes de la vida no tienen que tener nombre, ni explicación, ni mucho menos leyes absurdas que las limiten.

Porque el oxígeno era oxígeno y había estado aquí, y era fundamental para vivir, mucho antes de que las personas fueran capaces de darle un nombre.

Porque los latidos del corazón nos mantenían vivos desde mucho antes que nosotros mismos supiéramos que llevábamos dentro semejante órgano.
Porque las estrellas brillaban incluso antes de que hubiese ojos que las contemplaran. Porque aquella inmensidad que había entre un camino y otro, marcaba el comienzo de un nuevo alboroto de emociones que estremecen a quien se anime a poner un pie fuera de su vía.

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