730

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730 días bastaron para enloquecer.
Pero no me culpen, no había síntomas de locura.

Recuerdo el día uno, cuando te vi y supe que eras como el sol. Me gustaba ver tu luz.

El día 23, verte ya no me cegaba, me había acostumbrado a tu belleza.
No me culpen, culpen a mis ojos incapaces de ignorar el deleite de observar tu ser.


Días 23-50: te soñaba, cada noche, te soñaba con tu brillo y tus alas.
No me culpen, culpen a mis sueños, adictos a formular historias con vos, sólo con vos.


El primer síntoma lo sentí el día 230, cuando me diste tu mano y sonreiste.
No me culpen, culpen a mi piel y la energia que emanaba desde ese punto de contacto hacia todo mi cuerpo.


Días 230-500: No sólo te soñaba, también te pensaba todos los días, todo el día. Ocupabas mi mente de día y también cuando la Luna se presentaba radiante, como vos.
Pero no me culpen, culpen a mi mente, y culpen incluso a tu belleza. Cualquier ser cae en tu manantial, sedientos, y al observarte, sienten como la primera gota de vino refresca sus labios. Es el paraíso en la Tierra.


Días 500-730: Los síntomas ya
estaban presentes, y decididos a quedarse permanentemente.
Y ya era tarde, muy tarde. Había enloquecido en 730 días.


Si, culpenme, fue mi culpa. No de mis ojos, ni de mis sueños, ni de mi piel, ni de mi mente y mucho menos de tu belleza. Sólo juzguenme a mi.


Porque enloqueci por vos.


Enloqueci de amor.

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