Capítulo 36

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Gyunkajang — Corea del Sur

El olor era desagradable, el aire era seco sobre su lengua, sentía el ardor de todas sus heridas y recordó efímeramente lo que sucedió. Se habían llevado a Luhan y él aun no sabía exactamente cuál sería su suerte.

Intento removerse, pero calculo que estaba a unos metros del suelo, pues, aunque intentaba no lograba tocar la superficie.

Colgaba de sus brazos, atado con unas cadenas alrededor de sus muñecas, sus ojos estaban cubiertos por una bolsa de tela negra.

El temblor aún seguía en su cabeza, el malnacido ese, lo había noqueado y aun sentía la sangre estallar en su cerebro. Estuvo en esa situación un tiempo más hasta que oyó voces acercase al igual que pasos firmes sobre el suelo.

Sehun escuchó la puerta de metal siendo abierta, y gimió por el horrible ruido que ocasiono el chirrido de las briagas. Su cabeza dolía.

Murmullos.

ZanFu lo miró, parado a centímetros del rostro cubierto del chico, con intensidad como si estuviera perforando la tela con sus ojos.

—¿Señor quiere...? — Intentó preguntar uno.

Pero fue rápidamente callado por un ademán —Déjenme solo.

—Pero, señor... — Esta vez, fue la voz de Kai quién protestó en mandarín.

—¡Largo! — Sentenció. Y todo el maldito lugar quedó en un tétrico silencio.

—Si, señor. — Respondió el menor mirando por última vez el cuerpo cargado del blancuzco.

—Espera. — Dijo refiriéndose a Kai, el chino de edad y apariencia autoritaria, sin voltear, aun mirando fijamente al agonizante muchacho frente a él. —Encárgate de lo otro...— Masculló, y el moreno asintió sin decir nada, y con una última mirada hacia Sehun, cerró.

Sehun escuchó la puerta metálica ser cerrada y con ello el aire caliente y seco se infiltro en sus pulmones, sentía que tragaba tierra, podía asegurar que se encontraba en medio del maldito desierto de Siria.

Cuando todo volvió a quedar en silencio, el hombre de cabellera canosa se movió tranquilamente y tomo asiento sobre un cilindro de gasolina perfectamente cerrado.

El platino estaba mucho más alerta ya que no oía nada. Eso sin querer incrementaba sus agudos sentidos.

ZanFu rio entre dientes y de uno de sus bolsillos extrajo una pulcra caja habanera, con paciencia preparó su habano y lo encendió sobre su boca.

—Bien... ya estamos solos. — Por fin la grave y plana voz del hombre retumbó en el cuarto de almacén, el cual era sombrío y tenuemente iluminado por una diminuta rendija que dejaba entrar el aire; aquella rendija con un oxidado ventilador aleteaba haciendo ver el cuarto aún más decadente.

Sehun gruñó al percibir su voz, de alguna manera la ira se empezaba a acumular en la punta de sus dedos acalambrados y sus ojos ciegos apretados.

—¡¿Quién mierda eres?! — Ladró feroz. —¡¿Qué demonios quieres?!

Una risa plena se oyó y eso lo enojó más. Agitándose en el aire, como un pez fuera del mar.

El canoso hombre dio una calada a su habano y camino rodeando en un perfecto circulo el cuerpo del muchacho. —¿Acaso tu padre no te enseñó modales? — Cuestionó con curiosidad e inocencia fingida.

-The Mechanic- |EXO|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora