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Al día siguiente, mientras caminaba por el parque después de escabullirse de su casa, Arlet vio a un misterioso hombre con chaqueta negra y anteojos oscuros acercársele

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Al día siguiente, mientras caminaba por el parque después de escabullirse de su casa, Arlet vio a un misterioso hombre con chaqueta negra y anteojos oscuros acercársele.

Esta vez no se sorprendió ni se asustó. Siguió caminando pretendiendo que todo estaba bien mientras la persona de incógnito empezaba a marchar a su lado.

Por unos minutos ninguno de los dos dijo nada. Arlet luchaba por conservar la calma y no suplicarle de rodillas ahí mismo para que la ayudase a huir de ese infierno en el que la habían metido.

—Me la has jugado —siseó Víctor por lo bajo—. No sé cómo le hiciste pero conseguiste quedarte con el premio gordo y quitárselo a tu hermana. Muy inteligente, querida Arlet.

Su tono denotaba que estaba hecho una furia. Si estuviesen solos, lo más probable era que la hubiese zamarreado, o peor. Arlet ya no sabía qué esperar de los hombres. Y por algún motivo, Víctor tenía esa mala fama que le hacía temerla aún más.

—No te la he jugado, Víctor. Me obligaron —bisbiseó—. Me forzaron a romper mi compromiso con Jaques y a aceptarlo con tu hermano. Mi hermana... ya no puede casarse con Ewen y mi padre no va a permitir que nadie le quite el puesto que espera tener.

Lo tomó por sorpresa. Por lo visto, el no había esperado esa respuesta. Debía de estar convencido de que todas las mujeres eran iguales aunque ella le hubiese asegurado días antes que no tenía ningún interés en formar parte de su familia.

—Debiste negarte —espetó el príncipe.

La rubia soltó una carcajada seca. —¿Y tú crees que podía hacerlo? No soy el príncipe de Sourmun y ni mucho menos soy hombre. No puedo negarme a los deseos de mi padre ni a los del rey.

Víctor se detuvo en medio de la vereda y lo obligó a mirarlo a los ojos. Se quitó los anteojos y ella lo enfrentó aunque temerosa por la forma en que le sostuvo el brazo con fuerza. —¿Entonces estás dispuesta a librarte del compromiso?

—Estoy desesperada por librarme del compromiso —respondió vehemente y bajó la voz a continuación—. Ayúdame, por favor. No sé qué hacer. Tu hermano no parece ni siquiera contrariado por el cambio de hermanas. No quiero casarme con él.

—Mi hermano es el títere de mi padre. Hace lo que él dice, es por eso que lo prefiere. Puede manejarlo a su antojo. Dudo mucho que tenga sentimientos por nadie, es como un muñeco vacío. Sin pasión, ni opinión propia.

Era chocante escuchar a alguien hablar tan feo de una persona, en especial porque Ewen le había parecido amable. Ella tampoco tenía ni nunca había tenido la mejor relación con Shiobban, pero tampoco habría dicho tantas cosas horribles de ella. Víctor la asustaba y cada vez desconfiaba más de él, pero no le quedaba otra que unírsele porque era su único recurso.

—Tú quieres quedar libre y yo quiero recuperar mi lugar en la corona —musitó volviendo a caminar con toda calma—. Haremos algo, por supuesto. Solo que tenemos que pensar en un plan lo suficientemente efectivo. No podemos fallar porque no creo que tengamos más que una oportunidad.

—Haré lo que me pidas... —Soltó en un hilo de voz—. Solo... No permitas que la boda se lleve a cabo.


***


—Sonríe más —le espetó la reina a Arlet apretándole el brazo luego de arrastrarla a un rincón en esa aburrida y tortuosa velada en el palacio. La reina era fanática de las fiestas y al parecer, ella tenía que estar presente porque el anuncio acerca de su futuro matrimonio era inminente—. Eres peor que tu hermana, ella al menos sonreía y se mostraba feliz y agradecida de estar aquí.

Arlet apretó los dientes para no llorar. La odiaba. Odiaba a esa mujer y odiaba esa fiesta y todas las personas que estaban allí. Como la miraban, cómo chismeaban cuando pasaba cerca y ni siquiera se molestaban en ocultarlo. Era obvio para todos que por alguna razón el príncipe había pasado a interesarse en la otra hermana.

La hermana más fea, la más callada y extraña.

—Te falta gracia y simpatía, al menos esfuérzate para quedar un poco mejor. No creas que ya has ganado, aún podemos buscarte un reemplazo.

¡Sí! Quiso gritar. Eso era lo que deseaba. Si tan imperfecta era, ¿por qué no se buscaban otra?

Se harían un favor a sí mismos y de paso, a ella también.

Pero en lugar de eso, bajó la cabeza, se quitó las dos lágrimas y susurró. —Lo siento, Su Majestad. Lo haré mejor.

—Por supuesto que lo harás mejor. Mi hijo es el Príncipe de Sourmun, su prometida no puede ser menos que...

—Buenas noches, madre.

El príncipe Víctor apareció con su esposa Jenna del brazo e interrumpió la conversación con total descaro. Arlet tuvo el presentimiento que él sabía exactamente lo que su madre le estaba diciendo y lo hizo adrede para salvarla.

En silencio, lo agradeció. Y también a Jenna que tenía una expresión amistosa hacia ella en su rostro siempre calmo y muchas veces inescrutable. Arlet asumió que era muy posible que la apatía de Jenna fuese consecuencia de estar encerrada en una familia tan desagradable, con un marido que parecía ser una de las principales mentes maquiavélicas de los van Helmont.

—No interrumpimos nada, ¿verdad? Vengo a buscar a Lady Arlet para presentarle a unos amigos. Según oí va a unirse a la familia, así que será mejor que la tratemos como tal. ¿No crees?

La reina no cambió su expresión y movió una mano en el aire. —Como quieras. Aquí terminamos. Espero, Arlet, que pienses muy bien en lo que te acabo de decir.

Y se marchó. La joven estuvo tan aliviada que soltó un suspiro con más ímpetu del que podría mostrar en público.

—Ignórala, pronto no tendrás nada que ver con ella —compuso Víctor sonriéndole con suficiencia.

Los ojos de Arlet se abrieron de par en par y atisbó hacia Jenna. ¿Ella también sabía de sus planes? Porque hasta el momento no tenía idea de qué haría Víctor. No lo había visto desde su encuentro en el parque y de ello hacía ya cuatro días.

Cuatro días en los que se la había pasado desesperada, sin saber nada de Jaques tampoco. Angustiada porque tenía las manos atadas mientras sus padres preparaban su boda y la exponían como si fuese una muñeca vacía por dentro.

El príncipe siguió hablando como si Jenna no estuviera o si no le importara, así que a Arlet no le quedó otra que hacer lo mismo. —¿Has hecho algo? —Susurró.

—Ya lo verás. Pondremos fin a todos nuestros problemas esta misma noche.


Los secretos de la reina #Descontrol en la realeza 0.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora