Los malestares de Arlet comenzaron solo días después de su enfrentamiento con Cristal, pero ella los atribuyó a la paranoia que había despertado el saber que su secreto había sido descubierto por su peor enemigo.
Se dejó estar, dejó pasar el tiempo ignorando, o tratando de hacerlo, porque cada día le resultaba más difícil.
Mareos, nauseas y hasta vómitos a cualquier hora del día. Ciertas comidas le resultaban asquerosas cuando antes las había tolerado perfectamente. Todos signos que ella debería de haber reconocido de no estar tan distraída con otros asuntos.
Y cuando por fin un médico la evaluó, fue demasiado tarde.
Estaba embarazada. Y no solo de uno, sino de dos bebés.
Un asunto que tranquilamente habría podido ser remediado de no haber recibido la noticia delante de su entusiasta esposo.
Enseguida la asaltó la peor dudas de todas, pero con una simple ecografía él médico descartó su sospecha silenciosa.
No había forma de que los niños fuesen de Jaques puesto que ya tenía tres meses de gestación y recién se había encontrado con él hacía tan solo dos.
A pesar de su poco tiempo de embarazo, la noticia de diseminó como la peste en todo el palacio y Arlet temió que llegara a oídos de Jaques antes de que ella misma pudiera darle la desafortunada noticia.
Pero para su mala suerte, eso no fue lo peor.
Cuando la reina viuda se enteró, fue a la primera que buscó y no fue para felicitarla.
—Eres una cínica —declaró Cristal irrumpiendo en su sala personal una tarde lluviosa. Cerró la puerta detrás de ella y se acercó con impetuosidad al escritorio detrás del cual Arlet se resguardaba.
—¿De qué está hablando? —Preguntó la joven con aspecto aburrido aunque ya intuía lo que estaba sucediendo.
—Sabes muy bien de lo que estoy hablando, niña estúpida. Quieres meter en la línea de sucesión a los hijos de tu amante.
Las cejas de Arlet se elevaron. ¿Cómo podía ser tan descarada para acusarla de semejante cosa después de que ella había hecho exactamente lo mismo?
—Está equivocada, Cristal. Estos hijos son de Ewen. Y nadie va a ponerlo en duda.
Las manos de la mujer se apoyaron en el escritorio y Cristal se inclinó hacia adelante. —¿Cómo estás tan segura de eso? ¿Acaso crees que voy a quedarme callada mientras tú te burlas de todos?
—No estaría aquí si pretendiera contárselo a Ewen. —Dijo con una seguridad que no poseía. La verdad era que estaba aterrada—. Si de verdad quisiera contárselo, ya lo habría hecho. Pero aquí está usted, intentando asustarme.
La sonrisa que le dedicó Cristal fue aterradora, muy parecida a las de Víctor cuando estaba siendo un imbécil. —Tal vez me guste verte asustada. Que veas que el control de todo esto sigue siendo mío y que no porque me hayas robado el título también te has quedado con mi poder.
—Se olvida que yo también sé su secreto, y en mi caso, no es una mentira.
—Cuando Ewen se entere de todo, no te creerá. Ni él, ni nadie.
A punto de perder el control por los nervios, Arlet se puso de pie y la enfrentó de la misma manera, con las manos en el escritorio y el cuerpo inclinado hacia ella, haciéndole saber que no le temía ni que se sentía por debajo de su nivel.
—No harás tal cosa —siseó tuteándola como pocas veces—. No harás tal cosa porque habrá consecuencias que no te gustarán. Créeme, Cristal. El poder ahora es mío y no hay forma de que ganes esta guerra. Así que te recomiendo que te quedes tranquila y dejes de buscar una forma de salir perjudicada.
La sonrisa de Cristal titubeó. Arlet creía que era porque pocos la habían enfrentado, y de seguro, pocos habían tenido tanto o más poder como ella alguna vez. Era como una niña caprichosa que se había encontrado con alguien que no la consentiría. Pero el mayor problema de eso, era que Cristal era como una bomba de tiempo que podría explotar en cualquier momento.
Y tenía que detenerla lo antes posible.
***
Le dio la noticia a Jaques con el corazón roto. Él reaccionó tranquilo como siempre, pero Arlet lo conocía bien y sabía que por dentro debía estar tan roto como ella. Jaques era bueno ocultando sus emociones por el bien de los demás, siempre buscando complacer a la gente que quería, pero a ella le habría gustado que le gritara y le reclamara por ser tan estúpida.
Se odiaba a sí misma por haber dejado que sucediera. De haber sabido que él regresaría nunca se habría descuidado tanto aunque fuese con su propio marido.
—Podemos seguir viéndonos —dijo en voz baja mirando a Jaques con recelo por lo que vería en sus ojos cuando la enfrentara—. Si a ti no te molesta verme... así...
Él levantó la vista del piso y se acercó. —Te amo, Arlet. De cualquier forma.
Ella se permitió sonreír. —Y yo a ti, aunque siempre esté creándonos problemas.
—No es un problema, es la vida que te tocó vivir, Arlet —compuso Jaques con media sonrisa—. No me importa que seas madre, aunque preferiría que fuesen mis hijos.
Ella asintió, también deseaba lo mismo desde que se había enterado del embarazo de su primer hijo.
Pero recordando que el problema más grande no eran las dos criaturas que venían en camino, decidió compartirlo con él.
—Cristal volvió a atacarme de nuevo —soltó desviando la conversación. Últimamente era en lo único en lo que podía pensar—. Está tan segura de lo de nosotros que me acusa de que estos niños sean tuyos. Ya no sé cómo manejarla. Intento presionarla con lo de Víctor para que se quede callada, pero está desquiciada. Tengo miedo de que hable de todas formas.
—Todavía sigo sin explicarme cómo nos descubrió —musitó Jaques llevándose una mano al cabello—. Hemos tenido tanto cuidado...
—Incluso sabe sobre esta casa —anunció ella—. Tengo que hacer algo con ella. Tengo que mantenerla en silencio. Podría arruinarme si abre la boca, podría arruinar la vida de Alioth, y la tuya.
El duque se giró un momento y pensó en silencio por un par de segundos.
Cuando volvió a mirarla, tenía en su rostro una expresión decidida.
Tenía una idea. Una que no creía que fuera a gustarle.
—¿Qué tan lejos estarías dispuesta a llegar en pos de la seguridad de tu hijo y de nosotros? —Le preguntó—. ¿Estás decidida a llegar hasta el final?
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Los secretos de la reina #Descontrol en la realeza 0.5
Genel KurguAntes de ser madre, antes de ser la Reina, Arlet fue simplemente una niña. Pero, ¿cómo llegó al trono? ¿Cómo se convirtió en la Reina que todos amaban y odiaban por igual? Arlet tiene muchos secretos, y pronto, van a descubrirlos.