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Arlet no pudo evitar llorar los días que siguieron al nacimiento de su hijo

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Arlet no pudo evitar llorar los días que siguieron al nacimiento de su hijo. La familia se preocupó de que fingiera estar bien para la salida del hospital y para las fotos, pero luego fue Ewen el que tuvo que sufrir su malestar.

Y es que ella no podía controlarlo. Estaba triste porque ahora que tenía al bebé consigo la destrozaba la idea de dejarlo, y quedarse con él implicaría dejar a Jaques para siempre. Llevárselo consigo no era una opción, no entraba en los planes y no podría cambiarlos.

Retraso su partida unos días y Jaques le escribió para decirle que no tenía ningún problema. Pero ella estuvo lejos de quedarse tranquila, tener más tiempo no cambiaba nada, solo prolongaba su amargura.

Nunca antes había pensado qué sería de su bebé cuando ella se marchara. ¿Qué sería de él en esa familia de locos? Las únicas mujeres que tendría cerca serían sus abuelas, y ninguna de ellas había sido nunca una buena madre, no podía confiar que serían distintas con el pequeño Alioth.

Ewen estaba desesperado, no la entendía, y ella lo comprendía aunque no pudiese explicarle.

También estaba en una disyuntiva con respecto a él. Siempre había sabido que tendría que traicionarlo, pero cada día le sabía más amargo tener que hacerlo. Ewen había probado ser un esposo cariñoso y un buen padre. Si ella se marchaba, ¿seguiría queriendo tanto a Alioth?

Todo empezaba y terminaba en su bebé. Su bienestar estaba en la cima de sus preocupaciones, incluso por encima de su propia felicidad.

—¿Qué sucede, Arlet? —Preguntó Ewen una tarde cuando llegó de una de sus reuniones y la encontró secándose las lágrimas mientras acunaba al bebé—. ¿Nuestro pequeño está mal?

Ella sacudió la cabeza a ambos lados, molesta porque la encontrara en esas condiciones de nuevo. No quería preocuparlo, temía que de esa forma él empezara a sospechar sus planes de alguna manera, aunque fuese una idea tonta nacida de su propia culpa por la traición.

—El bebé está bien, Ewen. ¿Cómo fue tu reunión?

El príncipe tomó una silla y la puso junto a la de ella. Se sentó lo más cerca que pudo y le acarició el cabello antes de besarla en la sien. —La reunión estuvo bien, fue productiva. También hablé con el médico. Le pregunté si estabas enferma y no querías contármelo.

Los ojos de ella se ampliaron. —¿Por qué iba a estar enferma?

—Porque no dejas de llorar desde que ha nacido nuestro hijo —explicó él con toda calma—. El doctor no cree que tienes una enfermedad pasajera. Que se irá con el tiempo. Así que no te preocupes, yo me quedaré más tiempo contigo para cuidarte.

El corazón de la princesa empezó a latir con furia. —¿Qué clase de enfermedad? —Inquirió al borde de la desesperación. Ella no podía estar enferma, si lo estaba no había sentido nada extraño. Pero si el médico estaba en lo cierto, eso complicaría todavía más sus planes.

Los secretos de la reina #Descontrol en la realeza 0.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora