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La reina se quedó de piedra y también lo hizo Arlet después de proferir semejantes palabras

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La reina se quedó de piedra y también lo hizo Arlet después de proferir semejantes palabras. No había sido su intención revelarle lo que sabía, pero no había podido controlarse cuando esa mujer puso en duda el origen de su hijo.

El bebé era su pase a la libertad y no permitiría que nadie arruinara sus planes.

Así que decidió que no le importaba, si no jugaba esa carta ahora, ya no lo haría nunca. Además, era lo mejor, vengarse de todos ellos mientras podía.

Cristal volvió a levantarse del sillón y se abalanzó sobre ella, pero Arlet no se movió. No por miedo, sino porque carecía del temor de que la lastimase estando a punto de dar a luz a su nieto, el heredero.

—¿De dónde has sacado semejante disparate? ¿Cómo te atreves...

Arlet alzó la cabeza a pesar del dolor y la interrumpió, tratando de conservar la poca calma que le quedaba. —No es un disparate, es la verdad. Lo oí de sus propios labios, debería hablar más bajo cuando está enojada, Majestad.

El rostro de la mujer se volvió rojo de furia o tal vez de vergüenza al saberse descubierta. Parecía el diablo, pensó algo divertida aunque el dolor le hacía saltar lágrimas.

—¿Va a negar es cierto, Mejestad? —Preguntó con todo burlón.

—No tienes forma de asegurar tal cosa, es una calumnia —replicó Cristal.

—¿Lo es? Porque estoy segura que si le preguntara al Rey, se pondría de mi parte. Tengo entendido que no está muy feliz con Víctor y...

Dejó de hablar porque una contracción la atravesó y se quedó sin respiración. Intentó inhalar y exhalar como le habían enseñado, pero le fue imposible controlar el dolor punzante que la invadía.

Cristal seguía mirándola con ese odio de siempre, que ahora además parecía haberse multiplicado. De no haber sido por lo mucho que la reina anhelaba al heredero, Arlet habría estado en peligro.

En ese momento Ewen cruzó la puerta de la habitación y el rey hizo lo mismo por detrás. Arlet se sintió aliviada por muchas razones.

—Cariño, lo siento tanto. No pude llegar antes.

—Está bien, todo está bien. —Lo tranquilizó e intentó sonreír esbozando una mueca extraña—. El bebé estará bien, lo prometo, lo puedo sentir moviéndose.

El príncipe se sentó en la cama junto a ella y la besó con dulzura. A Arlet le dolían todos sus gestos de cariño a la vez que la hacían quererlo aún más. Saber que tendría que dejarlo y romperle el corazón la destrozaba.

El rey Thomas se acercó a ella por el otro lado y le tocó una mano. —¿Cómo te sientes, querida? El doctor dijo que mi nieto ya está por nacer.

—Me siento mal —soltó Arlet bajo la estricta mirada de la reina. Y no mentía, no podía sentirse peor, si hubiese sabido que tener al bebé le supondría tanto sufrimiento, habría buscado otra forma de largarse antes de quedar embarazada. De pronto lamentó que Shiobban no hubiese vivido para tener al bastardo. Verla le habría dado cierta gratificación—. Usted no duda que mi bebé sea su nieto ¿verdad?

Los secretos de la reina #Descontrol en la realeza 0.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora