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En las semanas que siguieron apenas tuvo noticias de Jaques, y todas ellas, para su creciente pena, eran malas

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En las semanas que siguieron apenas tuvo noticias de Jaques, y todas ellas, para su creciente pena, eran malas.

Sabía por cartas que Jaques le había hecho llegar a escondidas, que su padre lo tenía amenazado y avanzaba cada vez más con la idea de culparlo a él por el ataque del príncipe si no cedía y se alejaba de ella para siempre.

En lugar de pasar tiempo con el amor de su vida, Arlet se sentía como una traidora cada vez que salía con Ewen o lo visitaba en el palacio. Sentía que los traicionaba a los dos, a Jaques por sentirse a gusto Ewen, y al príncipe por pensar en huir todo el tiempo a pesar de que de verdad le agradaba.

Con el pasar de las semanas el anuncio del compromiso se hizo para todo el mundo en los principales diarios y dejó a toda la nobleza con la boca abierta. A pesar de todo el tiempo que pasaban juntos, de la cercanía evidente, nadie habría creído que ella, la invisible, la insignificante, fuese a convertir en una princesa.

Sus sentimientos encontrados debidos la desolación por estar alejada de esa forma del amor de su vida, y la alegría y entusiasmo que Ewen manifestaba por la inminente boda, la estaban volviendo loca. Las mentiras, los secretos y la tensión que había en su casa por el estado de su hermana hacían mella de su estado mental. Su ánimo estaba por el suelo y tenía que hacer un gran esfuerzo por mantener la calma frente a su prometido y su odiosa familia.

—¿Qué sucede querida? Te veo triste hoy —dijo Ewen mientras caminaban por el jardín del palacio—. ¿Es por el anillo? ¿No te gusta?

Arlet volvió a la realidad. —Estoy bien, de verdad. El anillo está bien, es muy bonito —le aseguró siendo sincera en parte.

La reina se había negado en rotundo a darle el anillo de compromiso que se suponía tenía que tocarle, usando como excusa que ella no sería la reina puesto que el mayor de los hermanos era Victor y por ende, el heredero del trono era él.

Pero Jenna tampoco tenía el bendito anillo.

Arlet no llegaba a comprender la situación, y aunque le intrigaba, tampoco le importaba demasiado.

Había sacado la conclusión de que antes de que Jenna se casara con Victor ellos habían planeado sacarlo de la línea de sucesión y por eso mismo su esposa ahora no portaba la famosa sortija de reinas. Tenía que existir un motivo mucho más profundo que la sola maldad de Victor para que su propia familia buscase excluirlo.

—Mi madre es un poco caprichosa —agregó Ewen incómodo—. Pero cambiará cuando te conozca mejor.

Ella lo dudaba. La reina la odiaba y eso no cambiaría porque tampoco se daría la oportunidad de conocerla, no era de ese tipo de mujeres. —Creo que tu madre prefería a Shiobban —comentó Arlet mirando hacia el frente. El paisaje de los jardines del palacio era precioso, y descontando la presencia de la reina, le encantaba ese lugar.

Los secretos de la reina #Descontrol en la realeza 0.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora