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Arlet había accedido a la peor cosa que una persona podría hacer en su vida

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Arlet había accedido a la peor cosa que una persona podría hacer en su vida. O mejor dicho, lo que ella había creído hasta el momento que estaba mal hacer. Pero cuando no había otra salida, ¿era realmente tan malo?

No conocía los detalles, y no estaba segura de querer hacerlo, pero sabía que ocurriría.

Esa noche cuando terminó con sus tareas habituales y se retiró de la mesa en la que había cenado en silencio con su esposo que estaba muy ocupado leyendo un nuevo tratado sobre las regulaciones del precio del petróleo, Arlet se encerró en su cuarto, aún sola, y se miró al espejo.

No le habían crecido cuernos ni tampoco una verruga horrorosa que demostrara que se estaba convirtiendo en una bruja de lo peor, pero sin duda en su interior estaba anidándose algo que a ella misma le asustaba.

Se llevó una mano al vientre y pensó en los sentimientos encontrados que le generaban esas dos criaturas. Una parte de ella las quería, también quería a su padre, pero eran un problema para la nueva vida que había decidido adoptar y por eso, a la otra parte de ella le habría gustado que nunca existieran.

Fuese como fuese, no había vuelta atrás.

Así como tampoco a la decisión que había tomado. Jaques había puesto en marcha todo para que Cristal dejara de ser una complicación, y con suerte, en el transcurso de las horas, tendría buenas noticias.

Esa noche no durmió ni siquiera luego de sentir llegar a Ewen a la cama después de pasada la medianoche. No concilió el sueño en horas y cuando sus ojos habían empezado a cerrarse, el sol la sorprendió en la ventana.

Se aseó y evitó el desayuno para minimizar sus malestares matutinos, y se puso a trabajar buscando una forma de que el tiempo pasara rápido. Hizo todo lo que pudo para evitar salir del palacio, quería estar cerca cuando las noticias llegaran, pero al final tuvo que rendirse cuando Ewen la invitó a acompañarlo a una reunión en la casa de uno de sus concejales en las afueras de la ciudad.

Lo único bueno de eso era estar cerca de Ewen, sin dudas las noticias le llegarían a él primero que a nadie y ella podría permitirse dejar atrás toda la tensión e incertidumbre.


Ewen la rescató de una tediosa conversación con una de las esposas de los concejales y la instó a despedirse de todas. Por la calma de su esposo, Arlet jamás habría sospechado que él ya tenía novedades, desde que se había convertido en Rey, su carácter se había endurecido de una forma increíble y temible al mismo tiempo.

—Mi madre tuvo un accidente —soltó en cuanto las puertas del auto se cerraron con ellos dentro.

La joven rubia parpadeó. —¿Qué? —Preguntó honestamente sorprendida. ¿Un accidente? ¿Ese había sido el gran plan? De todas las ideas locas que le habían pasado por la cabeza, esa había sido la última.

Los secretos de la reina #Descontrol en la realeza 0.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora