XII Tortuga

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Atenea

Los días pasaron volando y para su sorpresa no tenía ni un solo minuto libre. Sus días se resumía a levantarse temprano entrenar con Jack y luego cocinar para la tripulación.

El mar oscuro y profundo había pasado a volverse más claro y ahora el sol iluminaba el cielo con mayor  frecuencia. Sabía que estaban navegando rumbo a una isla Pirata, sin embargo Jack no había dado detalles pero sabía que iban hacia la tierra desconocida del sur. Había escuchado historias sobre el eterno verano, animales exóticos e islas con arenas tan blancas y un mar azul cristalino. Se preguntó si sería tan hermoso como las historias.

Por suerte para ella, había encontrado una enorme paz en el perla que nunca había conseguido en su hogar. El sol se había ocultado por el horizonte hace ya un par de horas y ahora se encontraba en la parte más alta del barco observando como el navío avanzaba. Espuma se formaba en los lados del barco, señalando el constante movimiento del mar y si te fijabas con detenimiento podías ver pasar una que otra aleta de tiburón, tan solo unos meses atrás se hubiera asustado ante aquella posibilidad pero ahora... le encontraba cierta curiosidad morbosa ante tal situación.

Un paso en falso y podría ser comida de tiburones.

Debería sentir pánico y miedo, pero ya me había acostumbrado a la adrenalina que recorría mi cuerpo ante situaciones de peligro y no pude más que sonreír. La vida es tan frágil pero tan maravillosa.

Jack se había encargado de quitarme cualquier miedo a las alturas. Sus entrenamientos siempre incluían un: ves esa madera que está arriba de la vela izquierda del barco? Si? Bueno siéntate allí media hora y avisame si vez algún barco acercarse.

Luego me hacia luchar contra el en una combinación de puños, patadas y espada y luego me pedía que tratara de derribarlo. Cosa que jamás lograba.

La primera semana había sido la más dura, la segunda ya no me quejaba y la tercera simplemente lo aceptaba. Después de ahí perdí la cuenta del tiempo.

Sabía que me había vuelto bastante buena luchando porque me había ganado el respeto de la tripulación, pero ahora mi apariencia  había pasado a segundo plano. Llevaba un tiempo sin ponerme un vestido e incluso utilizar algo remotamente de chicas. A excepción de mi ropa interior, claro esta, sin embargo sabía que ahora mi cabello era más largo y más claro por la exposición al sol, mi piel más oscura e incluso mis brazos y piernas habían tomado mucho más forma por el constante ejercicio.

Hoy, el entrenamiento había sido especialmente fuerte. Jack, no paraba de repetirme que los piratas no juegan limpio. Que debía utilizar cualquier cosa en mi capacidad para salir con el pellejo entero. Trate de reprimir una mueca ante las palabras que había utilizado Jack hace un par de horas:
Miente, negocia, roba, chantajea, soborna, corre, grita, pelea, si tus opciones se limitan, mata,  pero, jamás uses tus encantos. Eres mía.

Había dicho este con mucho recelo, recalcando cada una de las palabras y arrastrándolas, como si quisiera plasmarle su contenido en el cerebro.

Yo no le había respondido, había aprendido por las malas de que Jack disfrutaba de nuestras peleas y lo que más le incomodaba era que lo ignoraran, y eso me había funcionado espectacularmente durante ese tiempo. Jack pareció entender el mensaje y me dio mi espacio, ya no era tan directo con su atracción sexual, pero sabía que estaba presente esa mirada ardiente que siempre me dirigía cada vez que yo hacía o decía algo.

Había empezado a hacer frío, si bien la temperatura había ascendido considerablemente durante el viaje, el viento en la noche era extrañamente frío. Así que sin pensarlo dos veces se dejó caer por la vela del barco y justo cuando faltaba un par de metros para llegar a la cubierta, atrape una cuerda que freno mi caída.

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