Capítulo 10

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—... puede besar a la novia —El cura señaló a la adorable chica de vestido princesa frente al altar y Frank se abalanzó sobre ella, primero dándole un abrazo largo y luego la besó, en ningún momento ocultó su sonrisa.

El beso no fue ligero, fue en realidad demasiado cargado de sentimientos.

Mientras los familiares de aquí y allá gritaban, festejando la reciente unión, Gerard notó como Frank Iero sonreía ampliamente y se sentía real. Quizá eso era lo que molestaba, se sentía mucho más real que las sonrisas que le dedicaba a él. Así que lo meditó, ¿era hora de que Gerard Way comenzará a valerse por sí mismo?

De todas maneras, hoy sólo era un treintañero idiota, bebiendo demasiado en la boda de su mejor amigo.

Demonios —murmuró, sosteniéndose de las paredes decoradas, con cuidado para no caer de bruces al piso. Estaba completamente borracho y el festejo todavía no acabaría.

—¿Cuántas malditas veces debo decírtelo? —Mike lo sostuvo de un brazo y caminó con él a los baños. —No deberías beber, Gee.

Oía lejano, la música estaba alta, pero aún así distinguió el tono de lástima que su hermano menor había usado con él. Había pensado demasiado en ese hecho mientas orinaba, eran cosas como: ¿Mikey me odia? Porque bueno, el alcohol estaba alto y las conclusiones eran tontas. La teoría era más o menos que estaba dejando que Frank se aleje demasiado de ellos, y él, el único que podía impedirlo, no hacia nada. Era por eso que quizá Michael podría estar odiándolo, Gerard estaba destruyendo algo que le importaba y eso era la banda.

Oh, si, la depresión nublado su mente otra vez.

Ambos estuvieron almorzando con su madre ayer, y no sabía cómo, sólo que de un segundo a otro, el tema de las insípidas albóndigas había pasado a "eres un alcohólico-depresivo-bueno-para-nada".

Mamá, mamá... basta, no le hables así. —Su hermano menor soltó su tenedor sobre el plato estruendosamente e inhaló profundo, esperando que su madre terminara.

Sólo míralo... sabes, Gee, tienes que parar con esto... medio año quizá, e ir a una maldita clínica de rehabilitación. Ellos te ayudarán si no puedes solo, será aún peor cuando te vuelvas dependiente a las drogas o esas estúpidas pastillas para la ansiedad y la depresión. ¡Eso si ya no lo eres y estás al tope con eso, realmente no me sorprendería!

—¡Mamá! —gritó más alto el chico— ¡Ni siquiera podemos tener un maldito almuerzo en paz! Lo está intentando, ¿de acuerdo? Lo ha intentado y...

Con intentar no es suficiente, Michael —dijo la vieja mujer—. Intentar es lo mismo que nada. Cientos de personas han intentado cambiar los malos hábitos de tu hermano, ese es un claro ejemplo.

Gerard seguía en silencio, hace diez minutos no engullía comida. Estaba cansado, su madre invitaba a Mikey y Mikey lo arrastraba aquí con la estúpida excusa de pasar tiempo confortable con la familia. Realmente nunca le pareció ser bienvenido en la casa de sus padres desde que a los dieciséis años su abuela lo había invitado a vivir en su casa.

Era esa sensación en el estómago, cuando sabes que no tienes ánimos de soportar nada, pero debes hacerlo. Era eso que cada noche golpeaba en el lado posterior de su cabeza. Esa sensación de "no quiero estar aquí. Ni en ninguna parte". Curiosamente, cuando estaba con Frank era todo lo contrario.

Era como... arcoiris y flores, ese tipo de sensación idiota. Esa mezcla de relajación y mucha, mucha paz.

Lo sintió esa vez que Frankie lo invitó a su departamento a cenar y vieron su primera película solos, los dos juntos. Lo sentía cuando se besaban en el escenario, tal vez con algo de adrenalina en medio; lo sentía cuando estaban sentados de viaje, uno cerca del otro, simplemente hablando. Lo sentía cuando sólo compartían un abrazo. Y sintió diez veces más potente ese sentimiento cuando despertó de coma y Frank estaba ahí, justo antes de casarse con Lindsay, justo antes de pagarle todo ese cariño de una forma tan desagradable.

Do you want to see a movie? -Frerard-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora