Lavando platos a las 9:34 pm. Aquí me encuentro. Podría mentirte y decirte que Henri fue comprensivo pero no fue así. Restriego la esponja sobre el plato con fuerza. Espuma se desprende de esta en el lavavajillas. Mi cabello está alborotado aunque hubiera hecho una cola alta para que no se me colaran mechones. Soplo sobre uno de estos para que vuelva a su sitio, parece algo imposible. Suelto un suspiro de cansancio cuando abro el grifo y lleno el plato de agua. Paso el plato a Alan quien espera con un trapo en sus manos. Decir que está sexy no sería cierto. Henri le ha puesto una redecilla en el pelo para que estos no invadan los platos. Se ve bastante gracioso. No puedo evitar soltar una risa mientras le paso el plato.
—No es gracioso—me lanza una mirada asesina.
—Sí, lo es—le tiro espuma en su cara agarrándome de el estómago para reducir el dolor de risa.
—Ya verás—dice acercándose peligrosamente hacia mí.
Sus brazos son rápidos y me atrapan entre la encimera y él. Contengo la risa cuando su mano derecha me pringa con espuma. Mi boca se abre en una completa O. Retiro esta con exageración y se la planto en el cabello con su redecilla. Alan ríe conmigo. ¿Por qué se ve tan lindo cada vez que ríe? Debe ser como en Campanilla, cada vez que ríe hadas nacen. Lástima que no existan. Los magníficos hoyuelos se marcan y sus ojos expresan felicidad. Pienso que la felicidad se reduce a momentos que se almacenan en tu cabeza. Como cuando comes dulces por primera vez, cuando haces una travesura....Cuando sientes la adrenalina de la ocasión.
Agradezco las lentillas que me regalaron mi cumpleaños pasado y también que no caducaran. Nunca pensé que las usaría pero ayer Halsey prácticamente me obligó a ponérmelas y se siente cómodo no tener que subirme las gafas cada vez que se me bajan por el puente de la nariz. Mi teléfono empieza a sonar desde la mesa que hay en el salón. Me separo de Alan y limpio mis manos restregándolas por el delantal que llevo. Mis pasos son alargados hasta llegar donde está el IPhone. La pantalla iluminada me indica una llamada entrante de alguien que reconozco perfectamente.
Halsey.
Mi dedo se mueve desesperado por colgar o contestar. Esas dos opciones pasean por mi cabeza.
Cógelo.
Me anima Lindsey. Deslizo mi dedo para contestar y escucho una respiración agitada en la otra línea.
—¿Holly?—pregunta una voz desesperada, Halsey.
—¿Halsey?—más que una pregunta es algo retórico. Unos sollozos se hacen más fuertes cuando escucha mi voz—¿Estás bien?
Me abofeteo mentalmente. ¿En serio, Holly? Siempre esa pregunta me ha parecido estúpida por no decir otra cosa. La usamos en ocasiones en las que no sabemos que decir cuando la persona obviamente está mal.
—Lo siento—su respiración entrecortada me hace preocuparme más todavía.
—Halsey, dime de una vez qué pasa—aprieto mi móvil con fuerza.
Alan viene desde el marco de la puerta y me mira con el ceño fruncido. Se acerca y pone una mano en mi hombro dando suaves masajes. Él quiere saber lo que ocurre y yo también.
—Alex me contó que nos viste—comienza—Yo no...no quiero que nuestra amistad se rompa, fue algo estúpido que no volverá a ocurrir—llora más fuerte—lo hice sin pensar, no sé qué me pasa con Alex, joder—continúa pero la paro.
—Halsey, tranquilízate—digo en ese tono que dicen las madres que calma al instante—respira hondo y suéltalo—escucho como sigue mis pasos y sus sollozos paran,—Te gusta Alex—afirmo.
Alan tenía razón, ambos se gustan y yo estaba siendo ciega y egoísta. Preocupándome más por mí que por ellos como una amiga celosa que no quiere a sus amigos juntos. Halsey tiene que reconocerlo, no solo yo. Alan que sigue junto a mí me sonríe y yo también. Maldita sea parezco una chica tonta que sonríe al chico que le gusta. Porque es así.
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ALAN ©
Teen Fiction¿Quién es Alan? Solo si lees esta historia podrás saberlo, así que coge una pizza y ponte a leer chic@ wattpader. Nada es lo que crees. Los protagonistas no están a la venta, no vayan a Google a buscar. Creada para leer en sitios donde finges que es...