17. ¿Qué es lo que nos ocultas, Henri?

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La lluvia vuelve al ataque y parece no querer irse. Sostengo mi paraguas con fuerza evitando que se lo lleve el viento con uno de sus soplidos. Las gotas de gran tamaño chocan una y otra vez contra el paraguas provocando un sonido hueco. Mis dientes tiritan como castañuelas en señal del frío invierno. La acera está repleta de nieve mojada. Nada era claro aquí. Podía nevar y después llover para hacer desaparecer a la anterior. La calle estaba vacía aunque tengo que decir que no hay gente muy joven en el vecindario, sino abuelos que a veces tocaban la puerta de mi casa para dar galletas. Mis pisadas se plasman en el suelo de la entrada comunicando a cualquiera que estoy aquí. Saco las llaves de los bolsillos de mi abrigo, no sin antes coger el correo. Meto la llave precisión, sin embargo, esta no se abre. Gruño en mi interior y dejo el paraguas a un lado. Mis piernas golpean la puerta a la vez que giro el pomo. La llave se niega a abrir y se rompe en el interior del pomo.

Perfecto.

—Joder—me quejo tirando una parte de la llave al césped del jardín delantero oculto por la nieve.

Llamo al cerrajero y después de obtener una ganga con el precio me siento en las escaleras que están en la entrada. Miro al cielo como si fuera el culpable de todo esto. Halsey vendrá dentro de unos minutos para hacerme compañía. Tanta suerte tengo que en esta ocasión ni Alan ni Henri se encuentran en casa. Juego a resoplar para provocar que salga una especie de humo blanquecino de mi boca. Paro cuando veo que un señor de unos cincuenta años me mira susurrando cosas ininteligibles. Le sonrío esperando que mi sonrisa no luzca tan falsa como en realidad es. El señor desaparece entre la niebla que se alza ocultando algunos edificios.

Como fantasma aparece Halsey más blanca que la misma Blancanieves. Elevo mi mano haciendo movimientos en modo saludo—y en modo ven rápido que me aburro—la chica no parece percatarse de nada porque camina mirando el suelo como si fuera lo más interesante del mundo. Trae puesto un abrigo más largo que el cabello de Rapuncel. No debe pasar frío. Se digna a mirar cuando ya está por la entrada.

—Buena idea eso de partir llaves—dice empujándome para poder tomar asiento a mi lado. Se acerca demasiado captando el poco calor que emana de mi cuerpo aunque ahora es casi inexistente por su repentino y frío acercamiento. Si el abrigo está helado, ella más.

—Es lo que hago en mi tiempo libre—bromeo mirando la casa abandonada desde que tengo memoria.

—Oh suena divertido—me sigue riendo levemente apoyada en mi hombro.

La casa de enfrente definitivamente es aterradora. Podría participar en una película de terror sin ninguna duda. Mis dientes no dejan de tiritar y los de Halsey tampoco. Parece que estamos en una banda de música con nuestros dientes de instrumento.

—¿Qué tal está Hudson?—pregunta después de un silencio cómodo.

—Está...—lo pienso unos segundos—mal—consigo decir después de una corta reflexión—antes de irme Hudson estaba en casa y ahora por lo que veo se ha ido—me encojo de hombros llevándome conmigo su cabeza—solo espero que no esté en esos bares de mala muerte—suelto con la preocupación que llevo acumulada—¿por qué preguntas?

—Curiosidad—dice más rápido de lo esperado.

Una camioneta se para en la entrada de casa. Mi sonrisa se ensancha elevando las comisuras de mis labios. Es mi salvador. Una chica sale de la camioneta. Mejor dicho, es mi salvadora. Se dirige al maletero del coche y saca una caja de herramientas voluminosa. Hace un gesto militar saludándonos a ambas. Halsey ríe por el extraño saludo y se para junto a mí cuando la chica está lo suficiente cerca.

ALAN © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora