19. ¡Auxilio!

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Mi cuerpo se mueve por una molesta fuerza que ejerce sobre mi brazo. Gruño tapándome la cara con las sábanas ignorando cualquier sonido. Las sábanas son apartadas de mí pero yo sigo sin querer abrir los ojos. Me encojo hasta ser una bolita acostada en la cama. Algunas gotas de agua se expanden al chocar con mi cuerpo. Un tacto cálido se posa sobre mi mejilla, luego recorre mi barbilla, mi frente...Hasta que me digno en captar quién es. Alan aparece dándome una de sus sonrisas de medio lado con su cabello húmedo.

—Buenos días, ratoncita—posa sus labios sobre mi frente poniéndose en pie—Te quiero.

¿Cuándo me había quedado dormida?

—Yo también te quiero—intento arreglar un poco mi pelo tapándome con las sábanas—¿Qué hora es?

—La hora de que bajemos a desayunar. He oído que Ryan vendrá dentro de unas horas—añade un tanto nervioso.

—¿Estás nervioso?—pregunto lo obvio.

—No lo sé—responde dando pequeños toques con los dedos sobre la silla del escritorio—Sí, lo estoy—afirma mordiéndose el labio inferior.

—Es algo normal—digo levantándome de la cama con las sábanas envueltas en mi cuerpo. Me acerco a él depositando un corto beso sobre sus labios—Me voy a duchar, nos vemos abajo.

—No tardes—advierte señalándome con su dedo para salir por la puerta.

Sonrío como tonta hacia la puerta del baño. Entro en él y dejo las sábanas en la habitación. Ya no soy virgen. Dios, ¿cómo ha pasado? Solo quiero añadir que es una de las mejores sensaciones que he sentido. Asiento para mí misma. Abro el grifo de la bañera y el agua comienza a salir. Compruebo que esté caliente y para mi suerte, lo está. Entro en ella acomodándome, dejando que el agua me cubra.

Todo es tan inesperado. En cada segundo de tu vida estás haciendo algo diferente. Y nunca pensé que dejaría de ser virgen a esta edad aunque según el año en el que estamos perderla a esta edad, supongo que es algo normal. Perder uno de los tesoros más grandes como la persona correcta, Alan, es algo de lo que nunca he podido estar más convencida. Cierro el grifo cortando el agua que seguía saliendo de él. Por la madre de las pizzas me duele todo. Me estiro en la bañera y me hundo por unos segundos. Salgo a la superficie hiperventilando. Paso una mano por mi rostro quitando algo de agua que había en él. Paso mis piernas fuera de la bañera hasta estar afuera.

Después de vestirme con algo de ropa que la madre de Alan y Hudson me había dejado sobre la cama por fin salgo coincidiendo con Hudson quien tiene cara de pocos amigos. Procuro estar lo más amable con él después de su estado.

—Buenos días, Hudson—aparezco a su lado empujándole un poco del hombro.

—Alan salió de tu habitación hace poco. Supongo que de nuevo tienes buenas noches—me sonríe pícaro.

—Tú y tus teorías sucias—ruedo los ojos empezando a trotar por las escaleras.

—No son sucias, son reales, bueno, también sucias—afirma sin poder evitar reírse a carcajadas.

Niego con la cabeza sin parar de buscar la sala donde toman el desayuno. Margaret nos enseña el camino donde puedo visualizar a una persona más que ayer no estaba. Un señor algo mayor de cabello oscuro y ojos verdes está sentado con un traje de color gris mientras unta algo de mantequilla sobre una tostada. Hudson carraspea captando la atención de todos. Un poco de color sube a mis mejillas ardientes. Tomo asiento al lado de Alan diciendo el típico saludo mañanero. El padre de ambos empieza a hablar sobre fútbol por lo que yo me hago la invisible ya que no tengo idea sobre esos temas. Soy un cero en deportes y me aprueban de puro milagro.

ALAN © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora