18. Estoy segura

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Olivia sale corriendo a los brazos de ambos. En estos momentos es cuando una se siente apartada o que no pertenece a la situación pero es todo lo contrario, siento que debo estar en este preciso instante. Hudson tarda en reaccionar ante el gesto de Olivia, pronto se une al abrazo "familiar" que se lleva a cabo en la entrada. Olivia y Alan lloran sin tener ninguna vergüenza por hacerlo. Llorar es una manera de desahogarse. Algunas personas piensan que eso es debilidad, como Hudson. Desde el lugar en el que estoy puedo ver la fuerte presión que ejercen sus brazos, manifiestan alegría. Y no cualquier tipo de alegría.

—No deberían de estar aquí—Olivia se separa de forma brusca secando algunas lágrimas que huían de esos ojos con un azul tan profundo—¿Por qué los has traído? Tus órdenes eran claras—todo lo dulce que tenía ahora está oculto por un rostro severo.

—Lo sé—contesta Henri mirando al suelo como si lo estuvieran renegando. ¿Por qué actúa así?

—¿Órdenes? ¿Qué órdenes?—espeta Hudson frunciendo el ceño algo molesto.

—Tu debes de ser Holly, encantada—me da dos besos en las mejillas de forma inesperada.

—Igualmente—contesto, mejor dicho, pregunto.

—Pasad—ordena antes de que hagan más preguntas—¡Margaret! ¡Prepara cinco tazas de té! ¡Tenemos invitados!—grita en el aire a todo pulmón.

Doy un paso al interior de la mansión. Me siento como en The Vampire Diaries. Si ya era impresionante por fuera, por dentro ni te cuento. Presto atención a cada decorado que hay en la casa, a cada estructura. No sin antes recorrer la figura de Olivia de forma rápida. Su estatura no es nada comparada con los hermanos. En mi opinión se parece bastante a Alan aunque algunos de sus rasgos apuntan a Hudson. Su cabello está perfectamente colocado en ondas castañas. Pese a la vejez no tiene señales de casi ninguna arruga en la cara. Yo también quiero ser de esas mujeres que aunque pasen los años parecen inmortales. Su nariz es delicada y perfilada como si se pudiera romper en cualquier segundo. Su cuerpo es esbelto y la mujer tiene unas curvas que hasta yo llego a envidiar. Olivia emite elegancia por todos los rincones.

—Por aquí—señala una sala de estar más grande que mi casa—Sentaros donde queráis—todos asienten con sus caras serias.

Los sofás son de color rojo que por los bordes tienen adornos de color dorado dándoles ese toque de elegancia justo. Una mesa de centro de cristal yace en el medio de los sofás y sillones. Tomo asiento en el sofá más cercano a la chimenea ya que el frío parece no desaparecer ni aquí dentro. Observo las paredes con algunos cuadros antiguos con pinta de ser caros. Olivia se sienta en un sillón más grande que el de los demás haciéndola ver temeraria.

—¿Y bien, Henri?—Olivia coloca las manos uniendo las puntas de cada dedo con los de la otra mano.

—¿Cómo que "¿Y bien, Henri?"?—Hudson no logra controlar sus impulsos.

—Hudson...—advierte Alan con la mandíbula apretada.

—¡No!—se levanta indignado—De un día para otro te haces llamar nuestra madre y ahora nos quieres fuera—gruñe penetrando los ojos de Olivia—Queremos saber el porqué de todo esto, es algo ilógico—me llega a sorprender su vocabulario.

Olivia no se sorprende.

—Hudson, siéntate, debemos tomarlo con calma—intenta calmar el ambiente  Henri.

Hudson a regañadientes le hace caso. Alan suelta un suspiro de alivio. Es un momento de tensión para todos.
Una señora bajita se acerca con una bandeja y el té que Olivia pidió, supongo que será Margaret. La señora es de baja estatura. Al contrario de las películas que he visto, ella no lleva un uniforme de esos que odio. Su ropa es normal pero tiene ese toque de Olivia. Camina rápida con una amplia sonrisa hacia nosotros. Coloca la bandeja sobre la mesa y va pasando una taza a cada uno.

ALAN © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora