Capítulo 15: Inferno

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- ¿¡Y tú qué coño haces!? – dijo Jony gritando y cogiendo a Jareño por el cuello de su camisa.

- Vas a arrugarme la ropa, Jony. Cálmate.

Jony mostraba una expresión en su cara de total decepción. Él se había leído la Divina Comedia entera, así que sabía que no volvería a ver a María.

- ¿Por qué lo has hecho? ¿Cómo has podido hacerme esto? ¿Tienes corazón? – dijo Jony mientras se ponía de rodillas en el suelo y empezaba a llorar - ¡No me creo que hayas muerto por alguien! Yo pensaba que eras buena gente, pero seguro que mataste hasta los padres de Conii...

- Eso es otra historia, Jony... - dijo levantándole – vamos, voy a decir a Milca que te prepare algo.

Jareño llevó a Jony al salón, en el que estaba Patricia poniendo un par de botellas de Vodka y otra de absenta; y Fer viendo yaoi en su móvil., y se fue a la cocina un momento. Al volver, llevaba una dos copas y una botella de vino.

- ¡Vodka! – dijo Raúl viniendo y viendo las botellas que habían sobre la mesa. Se sentó con los demás y empezó a beber.

- Bueno, Jony... ¿Quieres saber cómo llegué aquí?

- ¡Pelotudo! ¡A nosotros no nos lo dijiste! – dijo Fer.

- Sólo lo sabe Eric, pero creo que es un buen momento para contarlo.

Todos estaban expectantes, esperando a que Jareño contara su historia.

- Recuerdo el sonido de las copas... las voces de la gente que estaba en aquél lujoso restaurante... Incluso los dulces aromas de la cocina llegaban a nuestra mesa. Podía percibir un leve toque de canela, seguramente perteneciente a algún postre. Se estremezclaba con un olor que juraría que era queso fundido, derritiéndose sobre una crujiente capa de pan tostado que acompñaría un plato fuente de patés.

Tambien le recuerdo a él. No me acordaba como se llamaba... pero era griego, creo. Hablábamos de cine, mi película favorita. "El silencio de los corderos". Anthony Hopkins lo hace verdaderamente bien. Siempre lo he considerado un buen actor, y a la película, un buen curso introductorio de cocina. Él rió al escuchar eso. Seguramente pensé que bromeaba, todos lo hacen.

Detrás de aquél hombre había una ventana, por la cual miraba. El paisaje era realmente hermoso. El cielo azul, la gente paseando... Pero de repente un humo empezó a apoderarse de todo. La gente empezó a alarmarse. Todos miraban por las ventanas del local, preguntándose de donde sería. Me conocía muy bien aquella zona y deduje que era la biblioteca. Me pasaba mucho tiempo en ella leyendo libros de Dante y Lovecraft. Sus historias no dejaban de impresionarme, aún habiéndolas leído más de cinco veces cada una.

De repente me levanté, pagué y me fui directo hacia el origen de aquél humo. ¿Era preocupación? Podría ser, quién sabe. El paso iba cada vez acelerando más rápido. Cuando llegué, la primera palabra que me vino a la cabeza fue "infierno". Los guardias de seguridad que establecían el perímetro de seguridad afirmaban que todo el mundo había salido, pero no era cierto. Sí que había alguien. Ella. Trabajaba hasta tarde, solía decírmelo antes. Las llamas salían de las ventanas de la ala este de la biblioteca. El resto de partes empezaba a consumirse, y el humo inundaba los alrededores.

Decidí colarme por un punto ciego, des del que los guardias no pudieran verme, y ahí me encontraba. Sólo ante aquél coloso de fuego y cenizas. Los curiosos se asomaban por las ventanas de las casas cercanas, pero nada más. ¿Acaso nadie iba a hacer algo?

Finalmente la vi, atrapada entre aquellos horrores incandescentes. La habían dado por muerta ya, por algo insalvable. Al acercarme a ella, una explosión hizo que me cayera al suelo, pero no me rendía. Tenía que salvarla. "Esto me va a estropear el traje" pensé. Y era cierto, esa noche llevaba uno de los buenos, pero no me importaba. Tenía que salvarla.

El calor era sofocante. El humo me asfixiaba poco a poco, pero no detuvo mi marcha. Recuerdo que me decía siempre que le encantaban los libros de Charles Bukowski, aunque de lo único de lo que hablábamos era de los círculos del infierno.

Sentí que iba a perder el conocimiento. La veía borrosa, rodeada de libros ardiendo, de páginas en llamas que volaban por la sala. Sentada en su silla de ruedas, joven y bella como la última vez que la vi. Ella me miró, con miedo. No sabría decir si temía el fuego... o si temía la obsesión culinaria que me poseía. Supongo que yo era la última persona a quien esperaba ver... Ya había pasado largo tiempo des de la última vez que nos vimos. Ella no se tomó muy bien el hecho de que comiera lo que comía, por así decirlo, y la comprendo perfectamente. No es algo muy común. Incluso intentó matarme, a quien vamos a engañar. En aquella cocina... recuerdo su cuchillo desesperado cortando el aire, directo hacia mí. Recuerdo cómo me lanzó todo lo que encontraba a su paso mientras huía de la casa. Recuerdo como salió corriendo hacia su coche, cómo le advertí que esperara. Cómo le decía "Ara, podemos hablar". Y recuerdo como aquel camión la embistió cuando se saltó el semáforo de la esquina.

Recuerdo que supe que había quedado inválida en el hospital. Recuerdo que me amenazó con terror en la mirada, que el denunciaría por mis sabrosos platos, pero eso no me impidió que la fuera a visitar cada día. Pude sentir que era alguien especial en mi vida.

Y sin embargo, ahí estaba yo, rodeado de fuego y de ceniza. Ella tartamudeó alguna frase, pero no puedo recordar lo que dijo. Supongo que ya no importa. Conseguí colocarme detrás de ella y coger las manecillas de su silla de ruedas, y comencé a empujarla hacia el pasillo que conducía a la salida. Creo que decía mi nombre, pero no era capaz de escuchar bien. El techo aullaba, anunciando su inminente desprendimiento. La puerta estaba ante nosotros, demasiado lejana. No llegaríamos a tiempo, y entonces lo vi. La parte del techo de encima de la puerta amenazaba con ceder en cualquier momento. Cogí impulso, y corrí empujando la silla, empujándola hacia ella... Ya casi habíamos llegado. Pero no, las paredes también se consumían. El suelo no aguantaría nuestro peso, y las haría caer sobre nuestras cabezas. No aguantarían nuestro peso, pero quizás el suyo sí.

Así que la empujé con todas mis fuerzas, y la impulsé hacia la salida. Solté la silla, y vi como ella se alejaba... Como cruzaba el marco de la puerta... como salía a la calle y quedaba estirada en el pavimento, rodeada de césped. Me miró... y su mirada... No eran necesarias las palabras, solo una mirada. Y sin embargo... ¿qué significaba aquella mirada? No lo he podido desentrañar todavía. Me persigue, la veo a ella, veo sus ojos. ¿Era el perdón o era la condena?

Pero el fuego ya había ganado la partida. Como yo supuse, el techo y las paredes cedieron sobre la puerta, bloqueando la única salida. Me quedé mirando el espectáculo... como el fuego lo rodeaba todo... Me rodeaba a mí. Como crujía el edificio en su último agónico grito de socorro. Como las llamas me abrazaron, como las llamas me consumieron.

Cuando escucharon la historia, todos se quedaron de piedra.

- Pero eso no explica porque mataste a los padres de la niña, o por qué mataste a la reina. – dijo Jony.

- Todo empezó cuando llegué en ese callejón...

¿Una realidad o un sueño?Where stories live. Discover now