❥ Mírame ❥

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"Aquel que tiene un por qué para vivir se puede enfrentar a todos los comos "

- Friedrich Nietzsche


Jisoo...

Una semana había pasado, todos habíamos regresado a la escuela y todo parecía haber mejorado desde la llegada del nuevo maestro de literatura. Los cambios eran evidentes, el chico al que nadie le conocía la voz había comenzado a soltar la lengua y ahora pasaba las horas de recreo junto a Taehyung y a Jimin. Pero no solo él había cambiado, todos sonreíamos con más frecuencia. Las reuniones de fin de semana para realizar los trabajos de literatura nos estaban convirtiendo en confidentes.

Me miré al espejo, acomodé la corbata de mi uniforme y empecé a peinar mi cabello. Sonreía un poco mientras veía mi reflejo, pero poco a poco la sonrisa se desvaneció mientras veía el rostro de mamá en el mío. Sacudí la cabeza tratando de sacar aquella imagen de mi mente, volví a mirar y ahí estaba de nuevo el rostro de mamá.

Volteé hacia mi cama dándole la espalda al espejo, caminé hacia la silla donde se encontraba mi mochila, la tomé y la coloqué en uno de mis hombros. Corrí hasta la puerta de la habitación abriéndola para salir de mi casa lo más rápido posible, pero cuando bajaba los escalones de la escalera tuve que agarrarme fuerte del barandal.

-No, por favor otra vez no – Cerré mis ojos con fuerza y me negué a abrirlos hasta que escuché aquella voz tan familiar.

Un nudo se hizo en mi garganta, me aferré al barandal con toda la fuerza que tenía; ahí estaba el rostro de mamá frente a mí. Sonreía como siempre, aun conservaba su preciosa cabellera, a medida que la miraba su cabello caía y su sonrisa se apagaba lentamente.

-Mamá… - Ella nunca me respondía, nunca lo hacía.

Poco a poco fue perdiendo el color rosado de sus mejillas, mi corazón se sentía apretado dentro de mi pecho. Aparté la mirada y entonces vi a papá, fue ahí cuando decidí dejarme caer sobre los escalones dejando que mis lágrimas salieran en un sollozo.

-¿Por qué me torturan de esta manera? – Apreté mis manos contra mi pecho.

Mis padres habían muerto, ya no estaban conmigo para hacerme sonreír. Al principio obligaba a mi cerebro a hacer una representación de ellos para sentirlos cerca, pero las cosas habían empeorado con el tiempo. Mi mente me había jugado una mala pasada, ahora era torturada con la imagen deteriorada de mis padres; me sentía tan culpable. Quería dejarles ir para que pudiesen descansar en paz, pero no podía. Yo necesitaba de ellos, les extrañaba todas las noches, los días de navidad, en el año nuevo y en mis cumpleaños.

El psiquiatra me había recetado dos clases de antidepresivos, decía que mis alucinaciones eran producto de la depresión en la que me encontraba viviendo.

-¡Jisoo, pequeña! – Sentí los brazos de la abuela rodear mi cuerpo – Calma, todo está bien –

Tapaba mi rostro con las manos, los sollozos seguían saliendo sin cesar mientras mi abuela me abrazaba y depositaba besos sobre mi cabello como si fuera una niña pequeña que ha perdido su muñeca más preciada.

-¿Sabes que eso no es real, cierto? – Asentí con la cabeza – Mamá y papá están mucho mejor en el cielo, ellos te cuidan desde allá. Debes dejarlos ir –

Todas las personas decían eso, suponía que era una gran mentira pero al menos lograba hacerte sentir mejor. Imaginar a esa persona que amas en un mejor lugar definitivamente te hace sentir menos triste cuando te enfrentas a la realidad de que no volverás a ver su rostro de nuevo, no volverás a escuchar su voz todas las noches, no podrás escuchar que te regañen por qué has hecho una travesura en la escuela.

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