14° El picnic

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14° El picnic

Tras su regreso de Rosings Park, el coronel Fitzwilliam dedicó gran parte de su tiempo a ayudar a su primo en los asuntos de la finca, esperando así poder quitarle alguna carga con el objeto de permitirle más tiempo libre cuando la señora Darcy diera a luz al primer descendiente de aquel matrimonio. Aun quedaba un mes y medio para la fecha prevista, pero Darcy estaba tan ansioso, que parecía que el parto era inminente.

Sin embargo, al placer que le producía pasar su tiempo en aquella casa, pronto se le unió un nuevo objeto de interés. Y es que no había transcurrido su primera semana en Pemberley, cuando el coronel Fitzwilliam empezó a fijarse en que la joven Catherine Bennet parecía poseer muchos atributos dignos de admirar. Podía observar cómo se preocupaba por su hermana, intentando complacerla en todo momento, o cómo escuchaba a su prima Georgiana cuando ésta lo necesitaba. Incluso estaba aprendiendo a leer las expresiones de Darcy, aun cuando este intentaba evitarlo. Pero lo que más llamó la atención del coronel fue la sonrisa de la joven, la cual no desaparecía bajo ninguna circunstancia.

Sintiendo admiración por ella, empezó a frecuentar su compañía, buscando entablar temas de conversación o algún pasatiempo que pudiera ser del agrado de la muchacha. Sin embargo, la señorita Bennet siempre se mostraba distante con él, e incluso le parecía que le incomodaba su presencia.

El calor del mes de julio empezaba a ser sofocante, haciendo que los malestares de Elizabeth fueran más notorios. Y aunque intentaba que repararan en ello lo menos posible, pues era consciente de la preocupación de todos los habitantes de la casa ante el nacimiento, cualquier cosa la incomodaba.

Para intentar mitigar un poco el asfixiante bochorno reinante, Georgiana tuvo la idea de realizar un picnic en una de las zonas del jardín donde había más sombra. Aquel lugar solía ser un lugar privilegiado para combatir el sofocante calor del verano, no solo por la protección otorgada por la frondosidad de los centenarios árboles, sino también porque lo cruzaba un pequeño riachuelo en el que podían refrescarse o simplemente sumergir los pies.

Esa mañana, cuando se disponían a salir, una misiva llegó requiriendo la presencia del señor Darcy, pues se había producido un incidente con uno de sus sirvientes en uno de los pueblos cercanos, y se exigía que él estuviera presente para aclarar lo sucedido.

Contrariado pero sin más remedio que acudir, se despidió de su esposa y las dos jóvenes y, tras dejar a su primo al cargo de las damas, acompañó al mensajero. Por tanto, los habitantes restantes, , salieron hacia el lugar indicado por Georgiana, con un poco de desánimo por no poder contar con la compañía del caballero.

Unos sirvientes ya habían llevado las cosas hasta allí y estaba todo preparado cuando llegaron. Habían colocado una silla para que Lizzy no tuviera que sentarse en el suelo, mientras que los demás se colocaron alrededor de ella, sobre las mantas que cubrían el césped.

La mañana pasó rápida, entre risas y bromas, pero aun así, Kitty notó que su hermana no disfrutaba tanto como los demás, y aunque sonreía, ésta no llegaba a sus ojos. De inmediato supo que era por la ausencia de su esposo, así que se propuso animarla.

-Lizzy, ¿te acuerdas del pasatiempo al que jugábamos cuando hacíamos picnics en Longbourn?

-Claro que lo recuerdo, nos divertíamos mucho- Sonrió sinceramente al evocar aquellos hermosos momentos- Siempre ganabais Lydia y tú, porque erais las únicas que os atrevíais a todos los desafíos.

-¿Desafíos? ¿Qué juego era ese?- Pregunto el coronel, bastante intrigado por aquella conversación.

-Cuando salíamos al campo, mi padre nos ponía un reto, y todas nosotras teníamos que superarlo- Empezó a narrar Kitty con entusiasmo-Los primeros lances eran sencillos, pero se iban complicando conforme íbamos avanzando.

A pesar de todo, te quieroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora