Parte 1.8

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_ Aunque preguntaste por mi ¿no?_ dije apoyándome con los brazos cruzados en el marco de su puerta.

_ No sé de lo que me hablas_ sentenció con una sonrisa.

_ La detective es una chivata ¿sabes?_ me acerqué a su cama sentándome en el filo.

Ella estaba acostada leyendo un libro y no apartó la vista en ningún momento para verme.

_ No sé nada, lo que te haya dicho es mentira.

_ Ah... claro_ dije levantándome_ Me ha quedado claro.

Me acerqué a la puerta e hice un amago de marcharme, me frené bajo el marcos, esperando que ella respondiera a mi partida y justo cuando estaba a punto de darme por vencida y salir definitivamente su voz me detuvo.

_ Eres una sentida de mierda.

_ Y tú una mentirosa de mierda_ sonreí.

_ ¿Piensas marcharte de verdad?

_ ¿Piensas seguir negándote que te preocupas por mí?

Estaba roja como un tomate, esta chica me ponía muy nerviosa, y no quería darme la vuelta para no mostrarme débil ante ella.

_ ¿Te siento nerviosa?

Es muy sensitiva.

_ No, ¿por qué lo preguntas?

_ Se te pusieron las orejas rojas.

Instantáneamente mis manos cubrieron mis orejas y unas carcajadas a mis espaldas resonaron por toda la habitación.

_ Es broma_ continuó diciendo_ sabía que estabas nerviosa, y que lo sepas, no eres tan importante para mí, sentía curiosidad de por qué no estabas, eso es todo.

Me sentí humillada... mis ojos se llenaron de lágrimas provocadas en parte por la presión, los nervios, y el calor provocado por el rubor, así que salí corriendo, no quería que me viera así. Pude oír a lo lejos mi nombre procedente de sus labios y un leve desconcierto en su voz.

Me encerré en el cuarto que me habían adjudicado y me senté tras la puerta para que no pudiera entrar en el caso de querer intentarlo.

Tal vez, el pozo sea el único lugar donde esté a salvo. Tal vez no sea feliz en él, pero me hacen daño cada vez que intento salir...

Con mis manos cubrí mis ojos para limpiarlos y vi las llagas recorrer mis antebrazos.

Sentí la necesidad de volver a hacerlo, de volver a evadirme, de volver a tocar el final de mi vida con mis dedos y regresar sintiendo que ya había pasado... podría decirse que mi pequeño vicio era la debilidad que me hacia fuerte.

Limpié mis ojos de nuevo, y miré a ver que podía encontrar por la habitación con lo que ayudar a cumplir mis deseos.

Nada, ningún cuchillo, cúter, o tijeras a la vista. Era una casa donde acogían a niñas con problemas... naturalmente no habría nada allí con lo que poder hacerme daño, no sería tan sencillo.

Me levanté del suelo para escrutar un poco más los cajones de aquella vieja mesita de noche. Pero seguí sin encontrar nada... ya estaba a punto de rendirme cuando observé un marco de fotos que estaba colgado en la pared con el dibujo de un pájaro.

Me saqué la camisa, me la lié en el brazo, y de un golpe seco rompí los cristales... hizo mucho más ruido del que esperaba.

Curioso que al dar libertad a aquel ave enclaustrada en aquella jaula de cristal, me diera lo necesario para volar yo también, y me hiciera sentir a mi también libre.

Una tumba vacíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora