Capítulo 4

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Abro los ojos sintiendo el calor de los rayos del sol contra mi cara. Me doy la vuelta y remoloneo unos minutos más, hasta que recuerdo el caso que tenemos entre manos, entonces salto de la cama y me dirijo al cuarto de baño. Me doy una ducha, me visto con el uniforme y después bajo las escaleras de dos en dos hasta llegar al piso inferior, donde puedo percibir perfectamente el olor a café y tortitas.

Cuando entro a la cocina mamá me sonríe, señalando con la cabeza mi plato en la mesa. Yo lo miro de reojo pero lo primero que hago es ir hasta ella y abrazarla.

-Anoche estuviste fuera todo el tiempo.

-Mhm… - Murmuro yo, sentándome a la mesa.

Alzo la cabeza cuando siento su mirada fija en mí.

-Estuve con Lanie y después papá me llamó y tuve que ir a trabajar. Hemos estado con un caso toda la noche, y debería irme enseguida.

-Obviaré que estuviste de fiesta con tu amiga y me centraré en decirte que trabajas demasiado – Dice, sentándose a mi lado.

Yo sonrío, mirándola. Si hay alguien capaz de detectar hasta el más pequeño secreto, ésa es ella.

-Mamá estoy bien, me encanta ser policía. Y si puedo ayudar… Como en este caso…

-Lo sé, Katie, pero me preocupa que te pase algo. Tu padre se dedica a esto desde hace más de veinte años y todavía sigo preocupada cada vez que sale ahí fuera.

Agarro su mano con cariño y le miro a los ojos. Sé que mamá nunca quiso que me dedicase a esto, hubiese preferido que me dedicase a la abogacía, como ella, o a cualquier otra profesión sin tantos riesgos.

-Intentaré mantenerme siempre a salvo.

Ella asiente, suspicaz. Sabe que no puedo hacer más al respecto. Y aunque me siento culpable por hacerle sentir de esa manera, mi vocación siempre ha sido ser policía. A pesar de ciertos momentos de dudas, siempre he querido seguir los pasos de mi padre.

Le explico el caso que tenemos entre manos. En realidad se lo explico muy por encima. Solo le menciono que una mujer fue asesinada en un barrio de Brooklyn y que su marido no es el culpable.

Minutos después me dirijo hacia la casa de Richard Castle con un ánimo diferente. Papá me ha llamado diciendo que durante la noche lo dejaron en libertad sin cargos, pues la camarera de la discoteca recordaba a Castle, es difícil de olvidar, y afirmó que se encontraba allí en el momento en que asesinaron a Meredith.

Cojo el subway hasta Brooklyn y camino un par de manzanas hasta llegar a su calle. Saludo con una mano a los agentes que, al otro lado de la calle, vigilan la entrada de la casa. No me gusta que estén allí, pues sé que Castle es inocente, así que simplemente les hago saber que les he visto. Deberían disimular mejor si no quieren que Richard Castle se entere, pienso mientras toco el timbre.

Espero unos segundos hasta que la puerta se abre. Y lo que veo me desconcierta. O mejor dicho, desconcierta a mis sentidos.

Castle está vistiendo una camiseta blanca de manga corta y unos bóxeres de rallas azules y rojas. Aunque no puedo evitar fijarme en lo bien dotado que está aparto la mirada de allí abajo rápidamente e intento centrarme. No se ha afeitado, y sus cabello está desordenado. Al parecer, acaba de despertarse.

-¿Te he despertado? – Pregunto rompiendo el silencio.

-No. Yo… Alexis me ha despertado hace un rato. Es solo que no he descansado muy bien.

Se hace a un lado, entrando, y me indica que pase. No puedo evitar fijarme en su trasero y su espalda.

-Será mejor que vaya a vestirme – Carraspea él, parándose junto a las escaleras – He hecho café, puedes servirte una taza si te apetece. Y Alexis está mirando la televisión en mi despacho.

A Thousand YearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora