EPÍLOGO

398 19 16
                                    

Kate

Sentada en el asiento de la ventanilla observo la pista de aterrizaje. Siento un déjà vu poco agradable y recuerdo la última vez que hice esto, la última vez que regresé a Nueva York. Entonces estaba asustada y con una ligera sensación de vértigo en el estómago que nada tenía que ver con las maniobras del piloto.

Hace solamente un par de semanas que volví a Boston. Y cuando lo hice, cuando regresé al apartamento que a menudo compartía con Will, me di cuenta de que nunca lo había podido llamar "hogar". Lo mismo ocurrió cuando volví a mi lugar de trabajo, me di cuenta de que poco tiene que ver con la comisaría número doce. Mis compañeros me recibieron con alguna sonrisa o movimientos de cabeza como si quisiesen decir "nos alegra verte de nuevo" pero no se atreviesen a pronunciarlo. Nada que ver con los abrazos y los efusivos saludos de Lanie, Esposito, Ryan o incluso Montgomery.

Todo eso hizo más fácil la conversación que a continuación tuve con mi superior, el Capitán Shawcroos quien pareció verse apenado por mi traslado, pero que comprendía la decisión y los motivos que me habían llevado a tomarla. A su comprensión creo que contribuyó también una llamada que él había recibido esa misma mañana de uno de los altos jefes de la policía de Nueva York pidiendo mi traslado a la gran ciudad.

Regresar a casa después del accidente de papá me había cambiado la vida. Reencontrarme con Castle la había puesto patas arriba. Pero tal y como decía el famoso poeta uruguayo, "tu alma gemela es alguien que viene a poner en duda las cosas, que cambia tu realidad, alguien que marca un antes y un después. Es esa persona que se las arregla para revolucionar tu mundo en un segundo."

Y esa persona es Castle, él lo había revolucionado todo desde el primer momento que nos vimos en aquella discoteca, años atrás.

Sonrío cuando comienzo a juguetear con el anillo de mi dedo anular. Todavía no me acostumbro a la sensación de llevarlo puesto.

Todavía no se lo he contado a mamá y papá. En realidad, todavía no lo hemos hecho oficial porque Castle me lo pidió antes de que me marchara a Boston (lo hizo de una manera íntima y romántica después de haber compartido una agradable velada para dos y haber paseado por Central Park cogidos de la mano. Fue perfecto).

No puedo esperar para verlo de nuevo y concienciarme de que ahora tenemos una relación seria, y que además soy su prometida.

Las mariposas revolotean en mi estómago ante ese pensamiento.

¿Qué pensarán mis padres de todo esto? Estoy segura de que mamá se alegrará (no solo por verme feliz, sino por tener como futuro yerno a uno de sus escritores favoritos). Y papá… realmente espero que él también se alegre. Después de la conversación que tuvimos en su regreso a casa, finalmente hemos limado asperezas y ambos somos capaces de hacer las paces con las decisiones que tomamos en el pasado.

Dos semanas antes…

Suspiro profundamente cuando los coches de delante se detienen, haciendo que nos estanquemos en un pequeño atasco. El semáforo está en ámbar, pero a escasos metros un policía ha detenido el tráfico para dejar paso a una manifestación.

Esta es una de esas veces en las que me gustaría tener a mano la sirena de policía y saltarme el repentino atasco. El incómodo silencio que se ha instalado entre papá y yo desde el momento en que un enfermero me ayudó a subirlo al vehículo y acomodarlo en el asiento, hace que la tensión dentro del coche sea todavía más palpable.

Todo ha sido idea de mamá, que con la intención de que arreglásemos las cosas, me ha pedido que sea yo quien vaya a recogerlo del hospital después de que le diesen el alta médica. Ella tenía que ir a su despacho a reunirse con un cliente, por supuesto que no existe tal cliente, pero ni siquiera me ha dado la opción de negarme, así que no me ha quedado más remedio.

A Thousand YearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora