Mi padre

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¡Desperté! Estaba en mi cama. Miré por la ventana: la luna. Ya era de noche. Regulé mi respiración, estaba agitada. Me encontraba sudando, quizás había tenido fiebre. ¿Cuánto tiempo dormí? Me relajé y traté de despejar la mente y dormir un rato más, estaba exhausto. Cerré los ojos. 1,2,3,4,5 minutos de relajación y un dolor me invadió en el muslo de mi pierna. ¿La tortura de Babadook? ¡No! ¡Imposible que me hubiera dormido tan rápido! Abrí los ojos desesperado. Mi corazón se alojó en la garganta. Mis músculos se tensaron. Y era él otra vez: mi padre...

–¿Por qué demonios me haces tener que buscarte a la escuela? ¡Que sea la última vez en que me tengas que hacer una molestia así! –me gritó poseído por el alcohol y la furia. Le hebilla de la correa se acercaba y alejaba, dejándome cada vez más roja la piel del muslo. El dolor aumentaba más y más... Pero no era nada comparado con la tortura de mi amigo... Aún así lloré como nunca antes. No porque me doliera, sino porque estaba solo... Solo en este mundo. Ya quería que se fuera y poder reunirme con el único que me apoyaba... Aunque, Lis... Ella me había tratado bien. ¿Es posible que ella se convierta en una amiga?

Traté de sobarme la pierna, pero ahora mis manos fueron golpeadas por la correa. Peor. No podía hacer nada. Miré la puerta, para ver si mi madre estaba consciente de lo que él estaba haciendo. Ojalá lo detuviera, pero no lo hacia... Ella se quedaba mirando. Ni triste, ni alegre... Solo seria. Y en tal lucha con mi padre, me hice a un lado y logré alejarme de él gateando por las sabanas de mi cama con prisa.
–¡Ya por favor! –supliqué.

Luego él corrió hacia mí y volví a mirar a mi madre: una lágrima corrió por su mejilla. ¡Una punzada en mi pecho me derrotó! ¿Por qué cada vez que ella lloraba me dolía incluso más que la tortura de mi amigo?

La hebilla volvió hacia mí. Un grito se alzó: mi madre... ¿Por qué? Ella sabía como era mi padre, ¿por qué hizo eso? Mi padre se detuvo y se volteó lentamente hacia mi madre... Se acercó a ella lentamente. Alzó su mano y la golpeó en la cara de forma que se achocó con la pared y la sangre emanó de su frente. Mi padre salió del cuarto, y mi madre lo siguió tambaleándose.

Toda la atmósfera de violencia y furia, combinada con un dejo de tristeza, se fue poco a poco esfumando. Lento, pero seguro. Luego de varios minutos infinitos de sobarme las heridas y moretones, pude recuperar el sueño. Cerré los ojos. Al fin.

Las millones de tinieblas me abrumaron al rato y algo entró en mi traquea. No estaba de ánimos para torturas. No estaba de ánimos para nada, en realidad. Toda mi garganta y traquea habían sido desgarradas por mi amigo. La sangre no cesaba, y parecía que mi quijada se caería en cualquier momento. Fácilmente se veían mis cuerdas vocales expuestas. Pero por alguna razón, aún así podía hablar:
–Babadook, hoy no estoy de ánimos. Por favor. Solo quiero descansar.
–¿Acabaste con aquellos engendros?
–No pude... Llegó una estudiante nueva y me distraje –hice una pequeña pausa en lo que analizaba que más añadir –Además de que no sé como, pero quedé inconsciente cuando hablaba con ella.
–¿Inconsciente?
–Sí. En realidad, fue muy extraño. No parecía una chica normal –le respondí y me senté en una esquina de este lugar de mi subconsciente a descansar.

Él no dijo nada más. Solo se quedó allí, en silencio. Luego con una aguda voz soltó una risita muy aterradora, pero agradable. ¿Qué puedo decir? Todo lo que salía de él me encantaba.

Su voz retumbó por las paredes infinitas del lugar que mi mente había creado.
–Es mi turno –dijo con la sonrisa más maléfica que jamás vi en su rostro.
–¿A qué te refieres?
–Tú tranquilo.

Se acercó a mí y agarró con una de sus garras mi brazo derecho y las otras las puso en mi pecho. Empujó mi pecho hacia atrás y haló mi brazo hacia él. Tal fuerza opuesta, tanta tensión, sentí como mis nervios poco a poco se desgarraban. Como mis venas se partían, y al final, como mis huesos se desprendían de mi torso. Un dolor abrumador como siempre. Gritos, como siempre. Pero por primera vez algo cambió: una pizca de odio hacia él.
–¡Te dije que no estoy de ánimos! –le grité con mis ojos poseídos por furia.
–¿Quién? –hizo una pausa en lo que sonreía – ¿Quién te crees que eres? ¡Yo no tengo porque obedecerte! ¡Tú sí a mí! Si no quieres quedarte solo para siempre será mejor que te tragues esas palabras. ¡Malagradecido! ¿Quién más que yo te escucha? Quién más te apoya? ¿A quién más le importas? Dime solo a uno a ver.

Me quedé en silencio... ¿Por qué él actuaba así? Jamás me había hablado así. Aunque quizás él tenía razón... Solo soy un malagradecido.
–Perdón –me tire al suelo de espaldas y deje que el calor del suelo me hirviera el cuerpo. Trate de relajarme y solo un pensamiento quedó en mi cabeza, solo un nombre: Lis.

Me retumbaba su nombre como si mi craneo fuera una prisión para tal. No sabía porqué, pero justo ahora deseaba estar con ella, en vez de con mi amigo. Rápido traté de alejar esos pensamientos de mi ser. No. No. No. Solo Babadook. Solo él. Solo él será mi amigo. Nadie es mejor que él, me dije a mi mismo mientras sentía como el suelo derretía mi piel.

El Origen de BabadookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora