¿La nueva estudiante?

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Reposo. Regresé a la escuela el próximo miércoles. Tenía muletas y mi pierna enyesada. Habían dos cosas diferentes en mí: desde que Babadook me había arrancado la cabeza en la mansión no lo había vuelto a ver; y ahora estaba de buen humor, me sentía cómodo. Y todo porque había descubierto el apoyo de mi madre, el amor de mi madre.

Me encontraba en ese pupitre, aún la clase no había comenzado, y miré la pizarra: 5 de febrero. Solo faltaban unos días para el aniversario... ¿Qué harían para celebrarlo?

Recuerdo que hace dos años mi padre no bebió ese día. Se quedó sobrio mirando retratos y recordando los mejores momentos que pasó con mi madre. La nostalgia lo invadía. Y un llanto se esparció de súbito por toda la casa. Las lágrimas no cesaban. Evidenciando el hecho de que mi padre estaba destrozado por dentro. Cada gota que producían sus ojos era como un océano de melancolía, pero no fue así todo el día. En un momento, algo se fue de control –su forma de pensar, su forma de ser, su forma de tratar a mi madre–.

Ese día la golpeó por primera vez. Ya la trataba mal. Ya la insultaba. Pero jamás la golpeaba. Hasta ese día. Ese día una pieza se extravió de su mente.

Miré el reloj– 7: 49–. Ya mismo empezaría la clase. Y vi como la puerta se abrió lentamente.
–Lo sabía, ahí viene Mr. Fray con sus injusticias... –susurré en voz baja.

Y me equivoqué... Todo estalló. Mis ojos se perdieron en aquellos ojos. Mi corazón se expandía y contraía a la velocidad más aterradora. Comencé a sudar. Sentí como si una gota helada de escarcha recorriera mi espalda causándome un nerviosismo que, por alguna razón, se fusionaba con calor. Un calentón intenso. Un frío intenso. Nervios intensos. Emoción. Alegría. Estaba sorprendido. Esto no era real. No lo era. No podía serlo. ¿Por qué ahora? ¿Qué significaba? ¿Por que ella?

Lis estaba aquí...

–¡Buenos días, estudiantes! Ella será su nueva compañera: Lis. –dijo Mr. Fray mientras entraba al salón después de ella.

Sus ojos verdes ahora se veían más hermosos. Ella parecía un ángel que venía a liberarme de este mundo.

Cual tornado revolcaba mis análisis y pensamientos.

Cual deseo nacía por tocarla y saber que era real. Y no una ilusión.

Cual anhelo ella representaba. Era la tentación más tentadora.

Cual sonrisa vi en su rostro. Aquellos dientes blancos y perfectos.

–Puedes elegir el asiento que quieras –le dijo el maestro. Ella asintió con la cabeza. Ya yo sabía hacia donde se dirigía. El último asiento de la fila de la derecha, junto al reloj. Y allí mismo se sentó. Ella siempre fue real... Ahora faltaba saber: ¿por qué solo yo ya la había visto? ¿Por qué solo yo la recordaba?

Lis comenzó a hurgar en su mochila, mientras yo me quedaba mirándola. No podía dejar de hacerlo. Y cuando ella sacó una libreta y un lápiz, alzó la mirada: no me sentí nervioso como la primera vez. Lis me miró confundida y, luego de cinco segundos de mirarnos fijos, sonrió. La clase comenzó. Y me quedé pensando: ¿qué en realidad significaba todo esto? La respuesta parecía yacer más oculta que el final del mismísimo cosmos. Era como buscar la sombra de un monstruo en las tinieblas: todo es oscuro como la sombra y sabes que si no la encuentras tu vida estará en peligro. Así me sentía.

La clase comenzó y los murmullos abundaban. Susan la miraba de arriba a abajo, con envidia. Y Max con deseos.

No permitiría que ninguno se les acercara. Ella no les pertenecía. Aunque... ¿Me pertenecía a mí?

El timbre sonó indicando el cambio hacia la clase de inglés. Los pasillos se llenaron. Tenía que aprovechar el cambio y hablar con ella. Recogí mis cosas velozmente y me adelante. Me quedé frente a la puerta esperando a que ella saliera. Salió Susan, Max, Madilyn (la mejor amiga de Susan), Uriu (el segundo con mejores calificaciones de la clase, la competencia de Max), y llegó Lis. La agarré por el brazo.
–¿Qué haces? –me preguntó ella con actitud por la forma tan violenta en que acudí a ella.
–Tengo que hablar contigo.
–No entiendo. Espera.

Pasamos por la muchedumbre y la llevé hacia la parte vieja de la escuela. Caminé lo más rápido que pude, pero las muletas me dificultaban andar libremente.
–¿Por qué nos alejamos tanto? –me preguntó.
–Tenemos que estar solos.

Mi corazón estaba descontrolado. Su piel era tan fría y suave. Delicada. Ella me miraba con aquellos ojos perdidos en confusión, al menos eso aparentaba. ¿Pero por qué? ¿Nadie la recordaba? ¿Ella no me recordaba?

Ya estábamos en más tenuidad. Cerca de la parte vieja de la escuela.
–Lis, volviste...
–Nunca estuve.
–No para el mundo, pero para mí sí. Te vi. No estoy loco.

Ella poco a poco puso una sonrisa en su rostro hasta que terminó en una pequeña risita.
–Hola, Tommy.
–No te dije mi nombre en el día de hoy...
–Lo sé.
Comenzó a dar pequeños brincos alrededor de mí.
–No sabía que Neizvestno actuaría tan rápido.
–¿Neizvestno?

Se rió.
–Si el demonio ese.
–¿Qué demonio?

Ella se puso seria de momento y clavó su mirada en mis ojos.
–Debo ir a clases. Solo te digo que te cuides.
–Pero... –insistí antes de que ella se diera media vuelta.

Lis me ignoró y siguió caminando hacia el salón. La seguí, íbamos al mismo salón después de todo.
–Pensarán que estábamos juntos si entras conmigo –me dijo sin mirar atrás, solo percatándose de que mis pasos seguían el eco de los de ella.
–¿Hay algún problema?
Ella me miró y sonrió: –No.

Llegamos al salón y los murmullos se alzaron. Max me miró con envidia. ¡Oh, adoraba que me mirara así! Él jamás estaría con Lis. No se lo permitiría.

La maestra de inglés nos miró sospechosamente.
–¿Dónde estaban, jovencitos? –nos preguntó. Los nervios me atacaron. ¿Qué debía decirle? No pensé en eso. Comencé a sudar por las manos.
–Tommy fue muy amable y me mostró donde estaba el baño de niñas, y le pedí que me esperará porque no sabía donde era la clase de ingles –dijo Lis.
–Oh, tú eres la estudiante nueva. ¿Lis, verdad?
–Un placer.

Nos sentamos y me relajé. Por un momento mi mente se había ido en blanco, pero no la mente de ella. Ella era lista. Su mente era astuta. ¿Cómo sería exactamente su mente? ¿Cómo pensaría ella? ¿En qué? ¿Qué le gustaba? ¿Qué no? Debía saberlo. La quería conocer. Comprender.

El Origen de BabadookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora