Cambio de escenario...

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     Llegué a mi casa. Estaba exhausto y apenas eran menos de las 4 de la tarde. Caminé medio dormido hacia mi habitación y tropecé con una lata de cerveza vacía, mi padre estaba dormido en el sofá. La televisión encendida, pero ningún canal, nos habían cortado el cable. Solo se veía en la pantalla millones de puntos blancos y negros moviéndose. Seguí mi ruta hacia mi habitación y me tiré en la cama. Sentía las tablas en el fondo, el colchón estaba muy gastado. Pero aún así era cómodo, mucho más cómodo que aquellos pupitres de la escuela y más cómodo que aquel sofá que solo apestaba a alcohol siempre. Y cerré mis ojos. Debía hablar con mi amigo, ¿por qué lo vi hoy en la escuela?

Pasaron los minutos y quedé totalmente dormido, y me perdí en el sueño más profundo que alguna vez tuve.

Todo era tinieblas como siempre, pero en lo alto una luz roja se encendió, una luna sangrienta. Ya no era la típica recámara de tinieblas y nada más, sino que ahora estaba en un bosque. Los árboles estaban esqueléticos. No había ni una sola hoja en ellos, sino que todas estaban en el suelo. Aquellas hojas secas rellenaban en su totalidad el terreno y en cada paso que daba se escuchaba su crujido al romperse. No había brisa, y aún así había un frío desgarrador. ¿Babadook estaba aquí? ¿Si el estuviera aquí no se suponía que hubiera un calor infernal?

Y contemplando a mi alrededor me percaté de unas hojas diferentes en el suelo. Eran rojas, y marcaban una especie de camino que se perdía en la cima de una colina. El cielo negro abarcaba en todo con los leves destellos rojizos de la luna. Caminé siguiendo el rastro de hojas rojas y llegué a la cima de la colina. Al otro lado había una mansión... ¿Qué significaba esto? Descendí hacia allá. Me paré frente aquellas dos enormes puertas que dividían este mundo de miseria de otro de misterio. Una madera color ámbar y unos relieves dorados en el marco. Debía saber que se ocultaba en el otro lado. Puse mi mano en la perilla y estaba hirviendo. Retrocedí instintivamente y toda mi mano estaba quemada fatalmente: Babadook.

Volví a poner mi mano y deje que aquel calor fusionara mi piel con la perilla mientras abría la puerta. Adentro todo estaba tenue y justo en el centro una escalera inmensa sin barandas se perdía en un cielo infinito de tinieblas. En las paredes habían cuadros. Pero todos estaban en blanco. Y tres de aquellos estaban cubiertos por telas de diferentes colores. Una de color rojo, otra de gris y la del medio blanca. Algo en mi surgió: curiosidad. Caminé hipnóticamente hacia el rojo. Debía ver que había tras esas telas. Mi mirada se perdió en un trance. Extendí mi mano para desenmascarar el misterio. Y de pronto, un estruendo, que provenía del misterioso techo que se perdía en las tinieblas, me hizo salir de aquel trance. Luego escuché una risita aguda... Babadook. Comencé a correr subiendo aquellas escaleras. Allá debía estar él. Debía preguntarle muchas cosas. ¿Qué estaba sucediendo?

Seguí ascendiendo por la escalera sin barandas. Ya me había introducido en aquel estanque nebuloso de tinieblas. Todo se veía difuso. Seguí corriendo. Hasta que al final, sentí como si hubiera salido de una espesa nube y hubiera llegado a la esperanza: todo era luz otra vez, incluso más que en el primer piso. Habían varias habitaciones y en el fondo una enorme puerta entreabierta. Curiosidad nuevamente me dominó.

Tenía miedo. Estaba inseguro...

¿Por qué me aterraba ya mi amigo? No, debe ser otra cosa lo que me ponía inseguro...

Abrí la puerta y un chirrido introdujo terror en el pulso de mi corazón. Todo era leve iluminado otra vez. Y allí estaba; cual rey en su trono, cual mirada de supremacía y cual voz penetrante.
–Bienvenido a mi reino... Tommy –dijo ahora con una voz gruesa.
–¿Qué es lo que me esta pasando? ¡Te vi hoy en la escuela!

Él solo lanzó una carcajada y cuando se le pasó el efecto de aquella gracia que jamás entendí, prosiguió:
–¿Tanto te sorprende haberme visto de día? ¿Eso no es bueno? Ya no estarás solo... nunca.
–¿Siempre has podido tener contacto conmigo de día? –le pregunté, estaba confundido.
–Por que no soy el mismo de hace un día. Te lo dije: todo va a cambiar. ¡No toleraré que nadie más se adueñe de ti! Mucho menos otro demonio...
–¿Demonio? ¿A qué te refieres?
–Solo no confíes en nadie, ni en tu familia, ni en tus futuros amigos... Así nadie nos podrá separar.

Sus garras quedaron incrustadas en mis costillas. Un pulmón se había perforado, la respiración me falló por unos segundos, pero luego solo permaneció el dolor impecable y pude respirar sin problema nuevamente. Veía como aquella garra pasaba desde mi espalda hacia mi pecho, mi sangre se deslizaba por allí hasta el suelo tenue. Y vi aquel trono, ahora vacío. Como si acudiera por un nuevo rey.

Antes de que estuviera Babadook, ni siquiera yo reinaba allí, quizás por eso el pudo entrar: porque no había nada de voluntad en mí.

Luego poco a poco se unieron difusas sombras en el trono y apareció su actual rey.
–Cada vez estaremos más cerca... Ya verás.

El suelo se volvió espeso y comencé a ser tragado por él. Luego, no había nada. Solo flotaba en un páramo. Y desde el fondo Babadook se acercó hacia mi. Parecía como si nadara, pero no había agua, aún así cada vez estaba más cerca. Me sentía flotando en el cosmos.Y cuando terminó su travesía incrustó aquellas garras en mi craneo. Otras en mi pecho. Otras en mi espalda, hombros, piernas, estómago: ya no había un solo Babadook... Y todos me comenzaron a torturar y mis fatídicos gritos fueron la musa que adornaba la atmósfera del lugar y que los motivaba a seguir torturándome.

¿Debía estar molesto? ¿No había sido así siempre? Después de todo... Lis no existe. Solo me queda Babadook. Y cerré mis ojos y la idea de aprobación reinó en mi mente respecto a las acciones de mi amigo.

El Origen de BabadookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora