¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Muchas personas tienen atada ante sus ojos una venda que les impide ver la verdad, un trozo de tela que les permite ver el lado bueno o malo de todo... pero nunca lo realmente verdadero. Así me sentía yo.
Me dejé influenciar por todo lo que mamá contaba desde que yo era pequeña, hasta el punto de contradecirme a mí misma en múltiples ocasiones al respecto, encerrándome en una bola de cristal al pendiente de lo que yo quería ver cuando todo estaba demasiado claro. La única culpable de sentir lo que sentía era yo, así de fácil.
Supuse demasiado pronto que aquello no podía estar sucediendo, cuando antes imaginaba todo eso en mi vida, cuando antes soñaba con ser parte de una aventura similar; era claro que no estaba segura de mi misma a totalidad, y por un minuto maldecí al sentirme tan ingenua y desprotegida, cuando yo misma me catalogaba como un espíritu valiente y aventurero... pero no era nada de eso, ni siquiera sabía quién era en realidad.
Las palabras del pequeño elfo comenzaron a hacer eco en mi interior.
"Ella es mala". "¿Tú eres ella?" "por eso estas aquí"
¿Al menos era verdad? Me costaba creer que estuviese hablando de mí, pero, de alguna manera, era como si todo tratara de concordar.
"¿Soy mala?" Me cuestioné a mí misma.
En realidad deseaba saberlo, anhelaba saber si en realidad se refería a mí. Pero las palabras del hombrecito eran extrañas, de alguna manera se volvían enredadas y desconcertante mientras hablaba... pero bien podía ser verdad, todo estaba a su favor, porque yo misma me comenzaba a desconocer.
Miré al frente. El sendero que habíamos comenzado desapareció casi media hora atrás, seguía desde atrás al cazador que iba montado con el hombrecito al frente suyo y con la mirada perdida en la espalda de mi compañero. Llevábamos rato cabalgando, pero el único sonido que se escuchaba era la voz del pequeño elfo hablándole y dirigiendo a Saith como buen guía.
Por un minúsculo instante, la idea de pedirles que se detuvieran no me pareció tan descabellada, sentí un poco de pánico a darme cuenta del lugar al que nos dirigíamos, y no me sentía lo suficientemente preparada como para recibir tantas sorpresas de un momento a otro... pero no lo hice, de alguna manera aquello estaba pasando por algo, puesto que nada pasa porque sí, ese era el rumbo de mi destino, y ante ello no podía poner protesta alguna.
La alegre voz del hombrecito me regresó a la realidad sin apenas darme cuenta de lo que había dicho, pero o fue eso en realidad lo primero que escuché. Fue una risa, una autentica risa, de esas que se te escapan sin querer y que son tan naturales que dan ternura. Escuche una autentica risa del antipático de mi compañero, ¿quién lo diría? Al final de cuentas sí sabe reírse.
―¡Alto, es aquí! ― soltó el hombrecito, haciendo que tanto Saith como yo detuviésemos los caballos.
Aguardé un momento para tener una mejor vista desde donde me encontraba, pero no había nada novedoso en aquel lugar. Bajé del caballo antes de que Saith se apresurara a hacerlo y me encaminé hacia el frente. Repito, nada novedoso.