XXV • NO TE MERECE

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―La mayor parte de lo que te he dicho...― su voz vaciló ―es mentira. Empezando por la profecía, sí es verdad.

Cerré los ojos tratando de procesar lo que había dicho.

Tenía unas ganas inmensas de golpearlo con el candelabro que se encontraba en el centro de la mesa, tenía ganas de dejarlo destrozado, destrozado de todas las maneras posibles.

Giré mirando a otra dirección, dándole la espalda, esperando no enredarme entre la falsa honestidad de sus ojos. Me aproximé a la primer silla que encontré y me aferré a ella, apretándola con tantas fuerzas que sentí que mis uñas se estaban quebrando.

―¿Por qué mentiste al respecto? ― Mi voz apenas era reconocible, pero agradecí la manera tan fría en la que mis palabras salieron.

―Estábamos solos, te mostré cosas y dije verdades que complicaron todo― se detuvo un momento, inspirando con fuerzas―. Cuando noté que estabas demasiado exaltada con lo que vistes, lo primero que vino a mi mente fue quitarte un peso grande de los hombros, decidí mentir, lo hice porque sabía que de lo contrario te alejarías.

Mi mente viajó hasta ese momento, sentí el terror que provocó ver a un desconocido hablar con tanta confianza, siendo capaz de atravesar todas mis capas hasta tocar mi corazón con su falsa honestidad.

―Si antes mentiste con tanta facilidad, aun teniendo razones, ¿cuál sería la razón por la que deba creer en tu palabra ahora?

No hablo un largo rato, pero tampoco hice algo para hacerlo contestar. Me quedé quieta, esperando que su respuesta fuese buena y seguir con la audiencia.

―Te puedo jurar que no miento― dijo secamente―. No te prometeré que no lo hago, porque después de la última vez debes tener poca fe en mi palabra, pero sí tengo una razón para hacerlo.

―¿Cuál? ― dije apenas se calló.

Inspiró: ―Tú.

Sentí cada parte de mi temblar, al mismo tiempo que mi vista se cristalizo.

Apreté con más fuerzas la silla, hasta el punto de sentir mis dedos arder. Maldije estar sola con él, maldije el que supiera exactamente qué decir en el momento exacto, maldije el hecho de que sus palabras penetraran con tantas fuerzas mi corazón... pero más me maldije a mí misma, me maldije por sentir que lo quería cerca, la sensación de lanzarme a sus brazos y besarlo.

Tomé aire suficiente y dejé de respirar un momento hasta que sentí la suficiente fuerza de voluntad para seguir.

―Eso es mentira.

―¡No lo es! ― explotó. Lo sentí acercarse a mí con paso pesado, pero para cuando decidí moverme sentí sus brazos rodeándome desde atrás―. No entiendes y sé que tampoco lo crees, pero así es― habló directo en mi oído ―, digo la verdad, lo hago porque sé que de otra forma te vas a ir con él, mucho antes de lo pensado.

Sentirlo tan cerca no era bueno, tenerlo a esa distancia me hacía sentir culpable. Aun cuando yo deseaba estar así con él, no era ni el momento ni el lugar, eso no debía ser.

―Allard...― mi voz salió tan bajo que parecí aun susurro, todo lo contrario de lo que esperaba.

―No trates de negarlo― sonaba dolido―. Hoy vi cuando lo besaste, y no me refiero a en el bosque. Vi la manera en la que lo tocabas, la manera en la que lo mirabas.

Me soltó de repente, y en cuanto sentí sus manos lejos de mí me moví hasta el otro extremo de la mesa, manteniendo una distancia prudente. Lo escuché gruñir, estaba furioso, se llevaba las manos a la cabeza de vez en cuando, hasta que pareció calmarse un poco.

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora