XXXII • AGUAFIESTAS

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Un ligero tirón ―al parecer solo para llamar mi atención― me devolvió a la vida.
Por un pequeño instantes, creí haber visto a alguien en la esquina del salón, no podría explicar si se trataba de un hombre o una mujer, pero si de algo estoy segura, es que el color de sus ojos eran lo suficientemente verdes como para verde en la oscuridad.

Caminé por todo el salón de la mano de Xavier, el salón entero se llenó de aplausos y bullicio por parte de las personas. Trate de alejar de mi mente la simple idea de que había visto a alguien en un rincón del salón, no quería hacerme ideas equivocadas, ni mucho menos se lo iba a permitir a mi mente que pensar en algo que evidentemente no tenía lugar en mi cabeza para ese momento.
Ojos verdes, sí cómo no. Tal vez sólo se trataba de me miente que trataba de jugarme una mala pasada.

Ignora totalmente la idea de que aún estaba ahí, puse mi mejor cara de felicidad.

Mi padre nos alcanzó a llegar al pie de la escalera, después, todas las formalidades existentes para saludar al rey.
Nos sumergimos entre la multitud, caminando hasta llegar al lugar del rey, donde se encontraba la madre de Xavier.

Xavier y yo nos colocamos a cada costado, dejando a nuestros padres en medio. Sentí todas las miradas puestas en mí, y una sensación increíblemente grande de incomodidad me comenzó a crecer dentro. De pronto sentía la necesidad de alejarme en ese lugar, me sentía como una intrusa entre todos, sentía que no pertenecía a ellos.

El escandaloso sonido del báculo contra el piso calló todos, y puso al rey de pie.
Me mantuve firme, esperando que nadie notara el momento tan incómodo por el que estaba pasando, y me concentre en las palabras de mi padre.

―Agradezco a todos los presentes por estar aquí en día de hoy, es un gran honor para mí tenerlos a todos rehundidos para celebrar junto con ustedes la nueva las que al reino está llegando, porque así es, el día de hoy celebramos el fin de la guerra.

Guerra. La simple palabra se me hace demasiado exagerada, no es que el reino completo estuviese de cabeza ni mucho menos, era una rebelión, una revuelta para derrocar al rey... o para llamar su atención. Sino, la excusa perfecta para casarme.

―Hoy en el reino se respira paz, y con esta paz comienza un nuevo ciclo― una pequeña pausa dio espacio a nuevos aplausos y una nueva interrupción ―. Pero para comenzar nuevos ciclos, debemos tener también nuevos cambios. Uno de los principales motivos de esté baile fue celebrar la paz, pero el motivo más importante (como ya todos sabrán), es para celebrar el compromiso de mi hija, la princesa Emma de Elmet y el príncipe Xavier de Rheged para no solo comenzar un nuevo ciclo, sino, para unir nuestros reinos.

Con un gesto, mi padre nos pidió a Xavier y a mí dar unos pasos hasta quedar junto a él, y en un acto simbólico unió nuestras manos con las de él.

―Les presento, a sus futuros reyes.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero cuando con esas palabras el mundo entero estalló en aplausos. Sentí que no era correcto lo que mi padre hacía, pero no había salida entonces.
Miré a Xavier de reojo, quién parecía mostrar la misma incomodidad que yo en el momento.

El momento se rompió cuando comenzó a sonar la música, y como tradición, sabía que Xavier y yo debíamos iniciar el primer baile.
No me sentía con la capacidad para hacer el ridículo, pero cuando noté que la mano de Xavier me conducía hasta el centro del salón, dejé que el sonido de la flauta me guiara. Por un instante creí que terminaría en el suelo al comenzar las primeras vueltas, o con los cruces de pie, pero la mano de Xavier parecía mantenerme de pie aun cuando sentía que estaba a nada de tocar el suelo.

Para mi comodidad, poco después las demás personas comenzaron a unirse, tomando así poco a poco, la oportunidad de salir de la pista a un rincón.
Me coloqué a un costado de las mesas con comida, esperando alejarme temporalmente del bullicio.

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora