XVI • OH, MENTIROSO

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Había una vez un mundo, donde parecía que todos se destacaban por decir mentiras, un mundo que no parecía ser real en lo absoluto, un mundo donde todo era posible e imposible al mismo tiempo.

Justamente así me sentía atrapada en un mundo lleno de personas que se encargaban de confundir mi mente hasta el punto de no saber qué pasaba con ella, puesto que ya no podía identificar la verdad entre tantas mentiras. Saith me había mentido al decirme que era el cazador... o por lo menos eso parecía, me sentía bastante confundida al respecto. Quería comprenderlo todo, pero en realidad mi mente no era capaz de recibir tanta información al mismo tiempo, parecía una completa mentira el solo imaginarlo.

Mi vida se había descontrolado y yo tenía un papel importante, yo y mi estúpida imprudencia.

Ya había pasado varías noches sin dormir y esperando a que todo se solucionara por arte de magia, me sentía traicionada y decepcionada al mismo tiempo; la mayor parte de mi tiempo e la pasaba sentada a un lado del pozo en donde anteriormente había le había jugado una mala broma al cazador, sentada y con el libro abierto sobre mi regazo en la misma página todos los días, con las letras estáticas ahí, esperando a ser leídas y descubrir el desenlace del profundo romance... pero no tenía ganas de lidiar con un romance entonces.

Dorothea me preguntaba en repetidas ocasiones el porqué de mi cambio repentino de humor, el por qué la inquieta princesa se había convertido en la sombra de ella. Ella sabía que había algo diferente en mí, pues eso era más que evidente... pero también sabía que todo era gracias al tonto viaje, y tenía sus sospechas.

No dormía durante toda la noche, me quedaba viendo como la pequeña vela que iluminaba mi habitación se consumía poco a poco, hasta quedar a la mitad o hasta quemarse completamente. A veces me quedaba mirando por la ventada, a lo alto de los árboles en donde la luz del fuego apenas se podía reflejar, preguntándome qué era lo que él estaba haciendo o si al menos era él quien se encontraba en aquel lugar... entonces caí en cuenta.

Me sentía prisionera, desde el ultimo día que lo vi me sentí así, prisionera. Me sentía atrapada por un monstruo, una bestia gigantesca llamada incertidumbre que no me permitía salir; además me sentía custodiada, bien observada por una bestia mucho más feroz que la incertidumbre... miedo, el miedo de no saber la verdad.

Yo misma me mantenía cautiva, me había encerrado dentro de una torre que no podía derrumbar sin lastimarme, me sentía retenida por fuerzas mayores que yo. Creía que si me mantenía sin hacer nada las cosas se podrían solucionar y podría estar en paz conmigo misma, creía que podía hacer como si lo que había ocurrido jamás lo hubiese vivido, como si en verdad eso no me afectara en lo absoluto... pero todo seguía dentro de mí, mil preguntas y mil misterios que necesitaba resolver u obtener respuestas.

―Supuse que te encontraría aquí, ¿no te apetece comer? ― resonó la voz de Dorothea detrás de mí.

―No tengo apetito, muchas gracias.

No esperó a escuchar más, ni siquiera a insistir, ya sabía de memoria cada una de mis excusas y sabía que no podía hacerme cambiar de parecer aunque así lo quisiera. Lo único en lo que podía pensar cuando llegaba a decirme lo mismo era en él, me preguntaba si llevaba la comida todos los días por la mañana o en la noche, si es que acaso seguía pensando en mí de la misma manera o si en algún momento cruzó por su mente decirme la verdad.

Esas eran cientos de cosas que no podía saber porque no me proponía pararme frente a él y exigirle una respuesta, no me atrevía a hacer lo que aquel individuo me pidió la última vez que estuve frente al cazador. Simplemente, no me sentía capaz.
Me encontraba sentada junto al pazo con el libro nuevamente en mi regazo esperando a ser leído, con el cabello suelto y enmarañado sobre mi espalda, y un vestido bastante común, casi tan común como el de una campesina, pues no esperaba dedicar tanto tiempo a mi vestimenta cuando nadie más que Dorothea y Martin me podían ver. Me encontraba sumergida en mi imaginación, mirando la profundidad del bosque y esperando a que algo magnifico pasara, algo que me dejara pensar en otras cosas más que lo mismo de los últimos días.
Y sucedió.

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora