XXXIII • EL LADO OSCURO DE ALLARD

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Por un momento, un pequeño pero potente momento pensé en lanzarme en brazos de aquel sujeto... pero muy dentro de mí reconocía la facilidad con que aquel individuo podía engañarme, la facilidad que tenía para decir mentiras y ser casi perfecto en ello. No me alegraba saber que estaba ahí, es más, sentía desprecio hacia él, hacia la manera en la que creía poder manejar mi vida sin yo poder decir nada.
No quise decir más, no esperaba tener una conversación con él, con quién seguro había llegado hasta dónde me encontraba sólo para revolver mi vida de nuevo, y yo no sé lo iba a permitir.

Me giré, y aun sabiendo que haría cualquier cosa para retenerme a escucharlo decidí encaminarme hacía el castillo.

―No te marches― casi gritó al mismo tiempo que ese conocido destello verde se expandió por todo el patio por un instante.

Al darse cuenta de que no pretendía acatar sus órdenes, comencé a escuchar sus pasos cada vez más apresurados detrás de mí.

―No lo hagas― le oí gritara una y otra vez sin tener idea de a qué se refería.

No me detuve, no hasta que sus pasos se volvieron más escandalizaste y finalmente logró retenerme por la fuerza.
La sangre en mi interior hervía ante su osadía, pero algo más en mí lloraba de alegría por saber que él estaba ahí conmigo, que estaba buscándome.

Me encontraba contra una pared, las manos a la altura de mi cabeza lograban sentir lo frío y húmedo de la roca. Esa mezcla extraña de emociones no me dejaba pensar con claridad.
Frente a mí, sosteniendo con sus manos las mías se encontraba Allard, el mismo que había conocido antes.
Casi me podía reflejar en sus ojos, su boca estaba apretada, como si estuviera conteniendo las palabras, se notaba tenso aunque también un poco ansioso.

―Tienes que volver― el tono en el que dijo esas palabras erizó mi piel.―Este no es tu lugar, no perteneces aquí

―Tú no eres nadie para decidir eso, éste es mi hogar, pertenezco aquí y aquí es donde me voy a quedar.

Logré soltarme apenas se desconcentró, pero antes de entrar le dije: ―No regreses, vuelve a hundirte en ese bosque y no aparezcas de nuevo en mi vida. Sí algún día sentí algo de verdad por ti tú mismo te encargaste de matarlo con tus mentiras, ahora márchate y déjame ser feliz. No te quiero volver a ver.

Su rostro cambio al instante, se notaba más serio, mis palabras no tuvieron el efecto que esperaba, pero si finalmente así se alejaba de mí para siempre, no podía pedir más.

―¿Estás hablando enserio?― parecía molesto.

―Nunca había dicho algo tan verdadero en mi vida, hasta hoy.

―Te vas a arrepentir― ese destello en sus ojos logró intimidar me un poco.

No comprendí su amenaza, pero estaba segura que había dicho eso a oí no razón, él sería la última persona que se atrevería a lastimarme, y además, estaba segura de que no lo volvería a ver.

Caminó un par de segundo y después desapareció, sin más, en apenas un abrir y cerrar de ojos desapareció, se fue como si nunca hubiese estado ahí. Y esperaba sentirme como si nunca lo hubiese conocido después de ese fortuito encuentro.

Me acerqué poco a poco a la entrada del salón, escuchando todavía la música a lo lejos, esperando verle regresar; agradecí que hubiese entendido, agradecí tanto el que se alejara de mi vida... tanto que me resultó extraño.

―Creí que habías huido, tardaste demasiado fuera de la vista de las personas.

Conocía la voz, no era necesario mirarlo a los ojos ni mucho menos era extraño que ya no me exaltara su presencia, debía de acostumbrarme a él.

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora