X • PASEO MISTERIOSO

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Incluso antes de abrir los ojos sabía que no estaba a salvo, sabía que no me encontraba en mi habitación en el palacio, ni mucho menos en mi cuero en la cabaña; el lugar se sentía mucho más tétrico con el simple olor a humedad que desprendía, mi i...

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Incluso antes de abrir los ojos sabía que no estaba a salvo, sabía que no me encontraba en mi habitación en el palacio, ni mucho menos en mi cuero en la cabaña; el lugar se sentía mucho más tétrico con el simple olor a humedad que desprendía, mi improvisada cama no eran exactamente cojines de plumas, y mi intento de almohada se movía constantemente por su evidente entumecimiento.

Traté de incorporarme sin hacerle demasiado daño a mi compañero. Había dormido en aquella fría cueva con las piernas de Saith como reposadero, el llanto y el cansancio me habían jugado una mala partida, hasta el punto de caer casi desmallada entre los brazos del cazador. Todavía recuerdo como su áspera voz suplicaba a los guardias dejarme pasar la noche ahí, pues me encontraba casi desmallada en sus brazos suspirando por mi mala suerte.

No comprendía como aquel inexpresivo cazador que apenas conocía podía generarme tanta confianza y desconfianza al mismo tiempo, pues todo lo que decía era demasiado confuso, algunas de sus palabras eran mentiras evidentes y otras parecían ser demasiado sinceras... no sabía cunado creerle o cuando confiar, él hacía que me sintiera confundida conmigo misma.

―Buen día― susurró con su áspera voz.

―Me quiero ir de aquí― musité con decisión.

Lo había meditado toda la noche, y aunque una parte de mí deseaba con desespero profundizar en aquella situación, mi buen sentido común me suplicaba alejarme de todo aquello. Sé que fui yo quien decidió acercarse a aquel lugar, pero también fui yo quien sufrió la peor parte de las consecuencias y quien se quería marchar cuanto antes.

Miré al cazador por el rabillo del ojo, su expresión no revelaba nada, como siempre. Desde luego no esperaba una respuesta, no de un hombre como él... pero sabía que iba a aceptar, a él no le convenía quedarse en aquel lugar, porque si algo de lo que había dicho la noche anterior era verdad, aquellas personas lo podían liquidar cuando desearan.

―¿Crees que ellos te dejaran ir así como si nada? ¿Lo has pensado al menos? ― no me esperaba su cuestionamiento, pero tampoco demostré mi sorpresa.

La verdad era que no, no lo había pensado. Aquellas personitas estaban convencidas de que de alguna manera, yo estaba conectada con su tonta profecía, ¿en realidad esperaban que aquello fuese real? Una cosa eran los cuentos de hadas y otra muy diferente la vida real, el problema era que ya no sabía identificar cuál era cuál, puesto que todo indicaba que todo aquello se había revuelto en mi mente, hasta el punto de crear una realidad completamente diferente.

« ¡No puedo ser yo!» apuntó con firmeza mi subconsciente. «¿Cómo podrías ser yo alguien como la persona que ellos describen?» simplemente no podía, no podía ser yo, el por qué, demasiado sencillo: los cuentos son solo eso, cuentos.

Había escuchado aquellas firmes palabras un centenar de veces en voz de mi padre, llamándome la atención una y otra vez mientras mantenía mis narices metidas entre los empolvados libros de la biblioteca hasta altas horas de la noche, siempre diciendo lo ridículos que solían ser mis sueños y la gran pérdida de tiempo que eso me traía. Aquello me llevaba a pensar muy seriamente, ¿cómo alguien como mi madre llegó a enamorarse de un individuo como mi padre? No podía comprender cómo la bella historia que mamá narraba sobre su vida con el rey podía ser tan bella mientras él era todo lo opuesto.

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora