XIII • EN COMPAÑÍA

1.9K 221 16
                                    

La mañana me había llenado de ansiedad

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La mañana me había llenado de ansiedad.


Aquella mañana algo había despertado en mí, algo así como un sentimiento de incertidumbre; sentía que algo no andaba bien y que necesitaba salir de ahí lo antes posible.
El anciano nos había reunido para el desayuno. Saith se encontraba como era de esperarse, callado, y para el colmo, no me había dirigido la palabra la ni para desearme buenos días. Comprendía su postura, yo tampoco tendría muchas ganas de mirar a alguien a los ojos después de tratar de besarle y haber sido rechazada... pero él debía comprender aquello, esa tarde no fue precisamente la mejor de todas, era casi estúpida. Saith debía entenderme, él fue quien me había llevado hasta aquel punto, porque de haber sido honesto conmigo desde el primer día, todo habría sido completamente diferente... aunque si así lo hubiese hecho, significaría que después de su confesión yo habría decidido marcharme, o cuanto menos, eso suponía.
Después del desayuno, y en vista de que el cazador no estaba dispuesto a dirigirme la palabra, me encaminé en busca del anciano y le pedí encarecidamente que me dejase ir, a lo cual obviamente, él no accedió.

―Aquí la necesitamos majestad, ¿es tanto pedir su ayuda?― me había dicho en respuesta el hombrecito. No fue tanto su petición, sino la manera tan sínica en la que la había hecho, su tono manipulador ya me tenía colmada, ¿quién se creía él?

Sintiéndome un poco desahuciada, decidí caminar un poco por la aldea, pero a comparación de la noche anterior, no pude llegar demasiado lejos gracias a los hombrecitos detrás de mí como escolta. Les pedí de favor que me dejasen sola, pero no había manera, estaban decididos a seguirme a toda costa.
Lo único que quería era estar sola, lejos y en paz, ¿era eso mucho pedir?
La mañana había pasado tan rápido como la tarde, tanto la comida como la cena había sido lo mismo en cuanto a Saith; el cazador seguía en plan silencioso, no sé si esperando a que yo le hablara, o esperando a que se le bajara el... ¿enojo? ¿Rabia? ¿Pena?
La verdad era que no tenía ni la menor idea del cómo se sentía el cazador, no porque no me importara, sino porque sabía que su me acercaba a preguntárselo el resultado no iba a ser satisfactorio, no tratándose de Saith.

Dejé que la noche callera y que con ella llegase el sueño a los pequeños elfos que me cuidaban. Busqué un poco de comida y algunas de mis pertenencias en mi saco y me dirigí hacia fuera.
El placentero silencio indicaba que todos estaban descansando, así que no pensé dos veces antes de emprender mi camino hacia el bosque en compañía de una antorcha que había hurtado cerca de la cabaña del anciano. Miraba a un lado y al otro en busca de algún peligro o de algún ser imprudente detrás de mí... pero todo andaba de maravilla, no parecía que alguien estuviese al tanto de mi ausencia, y eso era bueno.
Comencé a contar mis pasos un rato después sentirme lo suficientemente lejos de la aldea para no perder la noción del tiempo tan de repente, pero cuando sentí que los números no me alcanzaban y volvía a repetir el procedimiento una y otra vez, caí en cuenta de que necesitaba descansar un poco.
Con un ligero dolor de pies ya demasiado evidente, decidí buscar un buen árbol al cual arrimarme y encendí una pequeña fogata. Había caminado por un poco más de cuatro horas, así que estaba prácticamente muerta.
Con la cálida fogata encendida y la protección de mi capa, me acurruqué contra el árbol y dejé que mis ojos se relajaran hasta caer en un sueño profundo.

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora