VII • ESTO NO ES REAL

2.4K 315 58
                                    

¿Pequeño? Sí, lo era

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Pequeño? Sí, lo era. ¿Peligroso? No lo parecía. ¿Real? Pues realmente comencé a dudar de mi buen juicio y mi cordura cuando vi cara a cara a mi poco temible acosador; todo parecía un sueño, un sueño que comenzaba tanto a aumentar como a disminuir mis ánimos.

El por qué, muy sencillo... no parecía ser real.

Sus orejas eran puntiagudas, sus ojos de un tono marrón casi temible, su piel casi pálida y su pequeña estatura, vestía harapos desgastados e iba descalzo. Sabía qué era, era algo que siempre ha permanecido en mi mente desde que tengo uso de razón, pero me negaba a creerlo. Sentí que había perdido la cabeza, posiblemente causa de ese tétrico lugar... pero estaba ahí, parado frente a mí con su cuerpo arrinconado contra una roca.

El pequeño estaba aterrorizado, con su cuerpo temblando ante mí. En mi cabeza comenzó a resonar la sonata de culpa, porque posiblemente mi presencia le causaba pavor... pero no era eso, y caí en cuenta demasiado tarde. Llevaba el cuchillo en mi mano fuera de su funda, no lo había notado hasta ese momento, el pequeño hombrecito se sentía amenazado por mí.

Dejé caer el arma a mis pies sintiéndome culpable. Mi intención no era asustar al hombre, simplemente era curiosidad.

―Realmente lo siento, no ha sido mi intención asustarte...― busqué la forma de completar mi frase, pero me sentía en una nube no podía creer que estuviese hablando con alguien así como él, no se m hacia lógico.

―Yo no quise― comenzó en voz baja. Su voz era rasposa, como si le estuviesen apretando el cuello. El pequeño bajó la cabeza, pero no comprendía media palabra de lo que estaba hablando.

―¿A qué te refieres? ― comencé, tratando de sonar lo más calmada y natural posible, intentado que mis piernas no me fallaran y callera a bruces sobre el suelo.

El pequeño hombrecillo saco un pequeño saco, un saco algo familiar y me lo extendió. Dudé un par de segundos antes de tomarlo, y al sujetarlo en mis brazos lo sentí algo pesado, al mirar en su interior comprendí de qué se trataba, era el saco de Saith, eran las monedas que Dorothea le ofrecía como pago por su trabajo en la cabaña... pero no comprendía por qué el hombrecito lo tenía.

Apreté los labios dudosa. Saith no podía ocupar esas monedas en el bosque, él no las necesitaba, así de sencillo. Por otra parte, me sentí mal al pensar que le arrebataba lo poco que Dorothea le podía ofrecer por su trabajo, pero también sentí un poco de ternura por aquel hombrecito frente a mí.

―¿Para qué necesitas esto?

―Yo no lo sé― comenzó apresurados―, ellos lo querían, ellos dicen que es bonito.

―Y, ¿quiénes son ellos?

―Ellos, los otros. Ellos dicen que la princesa está aquí, dicen que ya llegó.

La piel se me irguió ante sus últimas palabras, sentí una brisa helada recorrer mi cuerpo y un temblor que lo recorrió por completo. Por un momento pensé que no podía estar hablando de mí, porque era demasiado ilógico que él o ellos supiesen de mi existencia.

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora