XIX • DISTURBIOS Y DESENCUENTROS

1.2K 152 17
                                    

El pasar de los días había sido bastante un dolor de cabeza.
A veces no podía dormir por las constantes pesadillas, el ardiente fuego consumiendo todo, y despertando cuando sentí el calor en mi cuerpo. También lloraba, recordaba mi vida, todos los hechos que había trascurrido desde mí llegada a ese lugar. A veces lloraba en silencio, abrazándome a mí misma contra la cama.
De vez en cuando, cuando me asomaba por la ventana podía ver como el dragón hacía su intento por acercarse a la cabaña, o si no, me encontraba a Allard merodeando.
Habían sucedido tantas cosas, y todavía faltaban más.

Ya un par de días había pasado desde que dejé de hablar con Allard, pero parecía que mi mensaje no le había quedado tan claro.
Mañana, tarde y noche mi ventana había sido agredida por rocas, todas y cada una de ellas atadas a notas de él, en las cuales me pedía perdón, donde decía lo que sentía por mí y mil cosas más. Una de esas notas ―la de esa mañana― mencionaba que el príncipe Xavier ya se encontraba cerca.
Había tenido la mente ocupada toda la mañana, pues una parte de mí se moría por saber cómo era él, pero otra parte se oponía a mi decisión.

Un nuevo golpe rebotó, esta vez cintra el suelo.
Era una nueva nota de Allar, en esta me pedía salir.
Me precipité a la ventana para encontrarlo bajo la misma, hacía gestos para hacerme entender que quería que bajara.

―No lo haré ― musité casi en un susurro, esperando que nadie más que él escuchara.

―Te lo suplico, necesitamos hablar.

―Es suficiente, te pido que te alejes. Me encuentro ocupada.

―Te daré tiempo, después de que él llegué necesito hablar contigo.

―No lo creo.

―Por favor, te estaré esperando. Supongo que ya sabes dónde estaré.

Sin más, se retiró. Al principio me confundió un poco su extraño comportamiento, sus notas decían mucho, pero se le notaba nervioso.
El interés por Allard desapareció en el momento en que escuché el relinchar de algunos caballos y la voz de Martin.
Necesitaba bajar para saber qué sucedía, pero sabía que si era algo importante Dorothea me lo haría saber inmediatamente.
Esperé algunos segundos, lis cuales inmediatamente se sintieron siglos, hasta que escuché las fuertes y apresuradas pisadas de Dorothea hasta mi habitación.

―El príncipe Xavier ha llegado― anunció, tan formal como lo hacía en el palacio.

―En un instante bajo― ni tenía la menor idea de lo que eso significaba, lo había dicho porque era lo que mamá siempre decía. De cualquier manera, Dorothea asintió lentamente y salió de la habitación.

Sentí el corazón en la garganta. No entendía la razón de mi nerviosismo, era muy poco común en mí ese comportamiento.

Sacudí de mi vestido manchas que no se encontraban ahí, y guardé tras mi oído un par de mechones. No sabía cómo comportarme, no en realidad.
No era buena con formalismos, siempre había evitado cualquier contacto con personas como él, ¿qué se supone que tenía que hacer?

Agradecí que mi vestido no era lo suficientemente largo, de lo contrario, habría azotado apenas hubiese tocado las escaleras.
Bajé con cuidado y busqué al invitado.

Era tal como me lo habían descrito. Quizás, atractivo podía ser una palabra que lo describiera.

Era alto, un poco más grande en cuanto a la edad, sus ojos eran de un tenue azul, su piel clara y su cabello más claro que el mío.
Inmediatamente se levantó en cuanto notó mi presencia.
Bastante formal. Apuntó mi subconsciente.
Hizo una pequeña reverencia, por lo cual me vi obligada a responderle de la mima manera.

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora