XII • VALOR

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Un momento después, ya no se escuchaba nada, como si de repente el mundo se hubiese detenido y todo se quedó callado

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Un momento después, ya no se escuchaba nada, como si de repente el mundo se hubiese detenido y todo se quedó callado... incluso mi corazón. Por un momento pensé que estaba muerta, pero la suave voz del cazador en mi oído me había informado lo contrario, me encontraba con vida, y con un calor invadiendo mi cuerpo completo. Saith seguía insistiéndome en abrir los ojos, pero entonces no me pude negar, de cualquier manera lo iba a hacer fuese o no mi voluntad.

Algunas lágrimas calientes empañaron mi vista al principio, después cayeron por mis mejillas y mi visión se aclaró; frente a mí se encontraba aquel animal, aquella bestia gigantesca inclinada sobre mí, con su cálido aliento recorriendo mi cuerpo entero. Quería seguir gritando, pero mi garganta ya no me lo permitía, sentí el ardor a lo largo de ella y lo seca que se encontraba gracias a mis nervios incontrolables.

Saith me seguía sosteniendo por la cintura, apretándome fuerte hacia él; seguía murmurándome al oído que guardara la calma, me decía que nada malo iba a pasar, al menos, no mientras él se encontrara conmigo.

―No te hará daño, te lo puedo asegurar― maldije al estúpido cazador por inspirar esa confianza en mía cada vez que se lo proponía, me hacía hacer locuras, como si tuviese algún poder sobre mí.

―Tengo miedo― susurré, esperando que la bestia frente a mí no supiese de qué hablaba.

Sentí cómo el cazador se ponía de pie, llevándome consigo de paso, quedando a la altura de los ojos de la bestia.

Por un minúsculo instante, juré haber visto el claro reflejo de mis ojos esmeralda en los suyos, como si me estuviese viendo a un espejo... pero al instante caí en cuenta de que era una simple ilusión, algo que mi mente había generado para no provocarme tanto miedo y llenarme de pánico de inmediato, como un impulso necesario.

Sentí mi boca seca, pero no me atrevía a decir media palabra, todo mi ser se había concentrado en estudiar a la gigantesca bestia frente a mis ojos; podía asegurar que era mucho más grande que la primera vez que la vi, su cuerpo era largo y voluptuoso, tenía una especie de cuernos en la cima de su cabeza, sus patas se extendían como la de algún felino, sus alas parecían de murciélagos y sus escamas de lagarto... era casi terrorífica.

El cazador me soltó un instante, para mover sus manos a las mías de la misma manera que la primera vez, tratando de que mis palmas se plasmaran en el dragón nuevamente, pero entonces puse resistencia. Ya era demasiado estar de pie frente a la bestia, ya había cometido la locura de tocarla, ¿qué más quería de mí?

La bestia no se movía, era como si analizara cada uno de mis movimientos, como esperando a que hiciera el mínimo ruido para atacar... como un depredador al estudiar a su presa. No, no era nada de eso, en sus inmensos ojos había de todo, de todo excepto deseos de atacar; quise golpearme por haber tenido aquel pensamiento, ero caí en cuenta que era la verdad, era lo que se veía desde mi puesto.

Había una vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora