Capítulo 9 / CORAZÓN DE ORO

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Lo único bueno que los Bolton fueron capaces de hacer por Laila fue vendarle la mano con una tira de ropa sucia. Ella prefería que sangrara antes que eso, pero uno de los soldados tenía un problema con el hedor de la sangre.

Ataron a Brienne a la espalda de uno de los hombres. Laila estaba sobre un caballo con Jaime atado a su espalda. Su mano dolía esporádicamente, y no había nada que quisiera más que bañarse. Empezaba a oler mal.

Los hombres cantaban mientras iban por un camino en los bosques. "¡La levantó alto en el aire!" cantaron siguiendo un ritmo. "Husmeó y rugió, la olió allí. Ella pateó y gritó, una dama tan bella. Pero él lamió la miel de su pelo. De aquí a allí, de allí a aquí. Todo negro y marrón y cubierto con pelo. Olió a la chica en el aire del verano. El oso, el oso y la bella doncella..."

Jaime vio a Brienne y a su caballo galopando cerca del suyo y de Laila. Suspiró cansado. "Espero que ambas estéis contentas," dijo mirando a Brienne. "Si me hubieras dado una arma nunca nos habrían cogido."

"Tenías una arma cuando nos cogieron." Discutió Brienne, su caballo moviéndose más rápido que el de ellos.

"Estaba encadenado, por si no te acuerdas. Nuestro pequeño duelo habría terminado rápido si mis manos no hubiesen estado atadas."

Laila le miró por encima de su hombro. "Suficiente, Matareyes. No nos va a llevar a ninguna parte. Ya nos han capturado." Se dio la vuelta y una gota de agua le cayó en la cara. Deseaba poder levantar la mano para quitarla. "Sabes, es divertido-"

"Dudo que sea divertido." Interrumpió Jaime.

"Todo de lo que todos hablan en este reino eres tú. "Jaime Lannister", se desmayan al verte, "que brillante espadachín, y muy hermoso." Lo que he descubierto estos últimos días es que ninguna de esas es cierta. En la lucha, eras más lento y predecible que Brienne."

Jaime se rió. "¿Cómo lo sabes? Tú no estabas envuelta en la pelea y aun así eres la que terminó herida." Puso los ojos en blanco. "A parte, he estado sentado en el barro en una celda atado con cadenas el último año. Discúlpame."

El caballo galopó sobre unas cuantas piedras, haciendo que la silla del caballo se moviera. Laila instintivamente se cogió a la pierna de Jaime por soporte, pero rápidamente la soltó. "Te daré el beneficio de la duda, Lannister." Respondió. "Tal vez eras tan bueno como la gente decía, en algún momento. O tal vez la gente solo exageraba un nombre famoso. Probablemente lo último."

Jaime se quedó en silencio. Los pájaros silbaban en los arboles mientras cabalgaban por el claro. Laila fue capaz de levantar las manos un poco para poder rascarse el picor de la nariz. Pensó en Catelyn, se preguntó si estaba bien sin ella. A veces Laila se preguntaba si la razón por la cual la había incluido en esta misión era porque ya no la necesitaba. Esperaba que no fuera eso.

Jaime giró la cabeza, su barba rozando su cuello. "Espero que te des cuenta que cuando paremos esta noche, tú y Brienne seréis violadas. Más de una vez."

Laila tragó con fuerza. Dioses, se dio cuenta que él tenía razón. Jaime Lannister nunca había tenido tanta razón. Lagrimas se acumularon en sus ojos. No era porque nunca había estado de esa forma con un hombre – de hecho había sido con el hijo del herrero de Invernalia, pero había dejado esa parte fuera de la historia. Pero ella nunca había sido forzada a una situación así antes, y estaba aterrorizada. Aun era de día, pero los pensamientos de lo que pasaría en la noche hacían que temblara.

"Ninguno de estos ha estado con una noble, como lo es Brienne. Y cuando se enteren de que eres una Ryswell, te forzaran aun más." Jaime continuó con su voz grave. "Sería inteligente no resistirse."

Laila miró al frente, sintiendo como una lágrima le caía por la mejilla. "¿Qué pasará si me resisto?"

"Te sacaran los dientes, un par de puñetazos..."

Ella sorbió suavemente por la nariz. "Creo que podré soportarlo."

El negó con la cabeza. "No, no podrás." Su boca se acercó a su oreja, su voz se volvió más suave."Si tú o Brienne lucháis contra ellos, os mataran a ambas. ¿Lo entiendes?"

Laila respondió con la verdad, "No."

"Yo soy el prisionero de valor, Laila, no tú o Brienne." Le explicó. "Déjales tener lo que quieran. ¿Qué importa?"

"¡Todo!" Laila susurró fuertemente. "Significa todo. No lo entiendes, Matareyes. ¿Por qué hablas de algo como la penetración forzada como si fuera una cosa normal?" Laila tragó el bulto que se había formado en su garganta. "No es normal, es horrible."

Jaime no respondió. Se apoyó un poco más en su espalda. No la confortó en absoluto.

"Jaime," le llamó. "¿Puedo preguntarte una cosa?"

Él asintió en silencio.

"Si fueses una mujer, ¿Te resistirías?" hizo una pausa antes de continuar, "¿Dejarías que hicieran contigo lo que quisieran?"

Jaime rió un poco, un sonido desconocido para ella. "Si yo fuese una mujer, haría que me mataran. Pero no lo soy, gracias a los dioses."

***

Catelyn estaba sentada cerca de la ventana en Aguasdulces. La paz de estar en la casa de su infancia era confortable en tiempos tan difíciles, pero aun tenía un sentimiento en ella que le decía que nada nunca estaría bien. Tal vez era la guerra; tal vez otra cosa. Catelyn quería sentirse tranquila, pero eso era como pedir un milagro.

Se acordó de los momentos que vivió con su padre. Cuando él se iba a la capital o a luchar en una guerra, y ella le miraba por la misma ventana en la que ahora estaba sentada. La escena del río debajo de ella no había cambiado. Fue entonces que se dio cuenta que había hecho lo mismo con sus hijos: los había dejado para que la esperaran, y ahora no los volvería a ver. Catelyn permitió que las lágrimas cayeran por sus mejillas.

Sus hijos estaban perdidos. Algunos estaban captivos. Su marido estaba muerto. Su hijo mayor luchaba en una guerra para la que no estaba preparado, luchando junto a una mujer que era la hermana del enemigo. Era demasiado para Catelyn. Ella era una espectadora en esta guerra – no un soldado – pero parecía que luchaba por conseguir un poco de vida para sí misma.

Pensó en su criada, Laila, mientras estaba sentada. También en Brienne. De todas las cosas que había hecho durante esa guerra, se arrepentía un poco de esa decisión. Catelyn sabía que lo hacía por un buen motivo, pero temía haber enviado a las dos mujeres en las que más confiaba en una misión suicida. Le gustaba pensar que podía ver sus cuerpos en la distancia, pero eso era una mentira. Especialmente con la vista ya vieja de Catelyn.

Catelyn había conocido a Laila desde que esta tenía diecisiete años. Y aun así, a los veintinueve, aun le parecía una niña. No podía creerse que los Ryswell abandonaran a Laila y a su padre, y aun dolía pensar en el trabajo que le había mandado hacer. Era su única opción, y Catelyn sabía que no se lo merecía.

Laila Ryswell tenía un corazón de oro a pesar de todos esos años, y Catelyn esperaba no haber mandado ese corazón a la muerte. 

PECADOR / Jaime LannisterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora