Capítulo 20 / PROMESAS Y PROPOSICIONES

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El viaje hacia Desembarco del Rey era largo y tedioso. Tardaron muchos días y muchas noches, pero no tantas como antes, ya que ahora viajaban por el Camino del Rey. En ese momento estaban acampando cerca de la Isla de las Caras, dándole a Laila un buen cambio de escenario. Toda la compañía estaba llena de suciedad, pero eso no minaba sus espíritus.

Steelshanks y los otros hombres dormían profundamente alrededor de un fuego casi muerto. Brienne había estado de pie junto a Laila, mirando como el sol se ocultaba detrás del mar, antes de volver al fuego. Dormía contra un árbol, al lado de Jaime. Laila se quedó en su sitio mientras que los rayos de sol aun sobresalían por encima de la línea del horizonte, haciendo que el cielo se llenara de rosas y naranjas. La naturaleza podía ser hermosa a su manera.

Laila oyó un par de pies pisar una branca a sus espaldas, causando que su cuerpo se girara, pero cuando se dio cuenta que solo era Jaime, volvió a su posición anterior. "Oh," murmuró, "solo eres tú."

"Sí, solo yo." Dijo mientras se ponía a su lado. El también disfrutaba de los colores del cielo de esa noche, y se encontró a sí mismo en paz mientras los miraba junto a ella. Pero para Laila, el silencio era molesto y lleno de preguntas.

Le miró. "Así que, ¿este es el momento en que esperas que te dé las gracias por ser un caballero de brillante armadura para mí y Brienne?" Laila le miró con interés pero él no respondió. "Porque – um – gracias... supongo."

Jaime empezó a sonreír. "¿Supones?"

"Sabes a lo que me refiero," dijo poniendo los ojos en blanco. "No sé Brienne, pero yo definitivamente no habría sobrevivido si no fuera por vosotros dos. Creo que no es ningún secreto el hecho que no soy una luchadora."

"Apuñalaste a un soldado Stark bastante bien, esa vez."

"Fue suerte."

Asintió con la cabeza, volviendo la vista al lago frente ellos. Después de unos segundos, respondió, "De nada."

Laila se sentía a gusto. El silencio era precioso, mezclado con el paisaje frente a ellos. La vida era feliz, y las cosas volvían lentamente a su sitio. El viento movió su pelo, y olía a primavera, flores y limpio – algo a lo que Laila y Jaime no olían en ese momento.

Jaime suspiró silenciosamente para sí mismo. No molestó los pensamientos de Laila hasta que dijo, "Voy a encontrarte unos aposentos en la Fortaleza Roja."

Laila se giró para mirarlo. Arqueó una ceja. "¿Qué?" Casi quería reír, como si lo que había dicho fuera una broma cruel. "Soy una criada de Lady Stark, no-"

"Sé lo que eres," la interrumpió. "Pero también eres una Ryswell, y tienes un nombre que la gente conoce. No importa si tu familia te ha abandonado, aun tienes tu nombre. Puedes ser una dama de la corte."

Miró a Brienne en la distancia. "No sé si quiero eso." Miró de nuevo a Jaime, arrugando la nariz. "¿Por qué me lo ofreces a mí?"

Jaime levantó su mano para empujar un mechón de pelo detrás de la oreja de Laila. Suspiró, mirando su expresión confundida como si fuera una obra de arte. "No me hagas decirlo en voz alta," murmuró.

Su mirada era encantadora. Sintió como sus entrañas se encogían ante el pensamiento de preocuparse por alguien más aparte de Cersei, pero se sentía tan bien hacerlo. Se dio cuenta que tal vez este viaje le había dado suerte; le había dado amor. Estaba tan agradecido de conocer a la mujer que era Laila Ryswell. Jaime sabía que ella sentía lo mismo; lo veía en sus ojos. Se preocupaba por él, incluso cuando estaba herido al máximo, y por ello estaba agradecido. Estaba tan agradecido por ella.

"¿Tú...?" frunció el ceño, pensando en palabras que no la hicieran parecer estúpida. "¿Te gusto, Jaime Lannister?"

Jaime arqueó una ceja. "Creo que por eso se besan las personas, ¿no?"

Laila puso los ojos en blanco. "Sí, por supuesto."

"Entonces vive en la Fortaleza Roja conmigo."

Su expresión era una de felicidad, mientras que la de Laila aún era de duda. "Yo..." quería apartar la mirada de sus ojos y de su cara llena de suciedad, pero sus dedos callosos la tenían cogida de la barbilla. "No puedo ser una amante."

"¿Una amante?" Jaime se estaba riendo por su pregunta, como si fuera estúpida. Laila se ofendió por su risa y frunció el ceño de nuevo. "¿Cómo serías una amante?"

Ella pestañeó. "Pensaba que era obvio." Antes de que se pudiera detener a ella misma, su mano se estaba entrelazando con la de él, y se sentía bien y correcto. Su mano era cálida, como la piel de un león. "Me importas, Jaime Lannister. Aunque sé que no debería, y no sé como ha pasado, pero me importas. No es algo que tú o yo podamos controlar. Pero tu hermana no es alguien a quien me pueda comparar, y no quiero desafiarla por un capricho sin esperanzas. Sin mencionar que eres un miembro de la Guardia Real, quien tiene prohibido cualquier relación intima."

"Lo mantendremos en secreto."

Laila cerró los ojos un momento. Quería disfrutar la sensación de sus manos juntas toda la eternidad, pero ahora no era el momento. "Déjame explicártelo de esta forma," contestó. "Cuando vuelvas a Desembarco del Rey con Brienne y conmigo a tu lado, ya va a haber especulaciones. Pero cuando te reencuentres con Cersei de nuevo, la llama volverá a arder, y todo estará bien en el mundo. Puede que te olvides de mí en cuanto la veas, y no voy a soportar ser tu zorra en secreto en la Fortaleza Roja. Y cuando Cersei me vea – dioses, va a tener muchas sospechas. No puedo hacerlo."

Jaime negó con la cabeza. "No seas tan pesimista. Cruzaremos ese puente cuando lleguemos a él."

"No," dijo ella, "lo cruzaremos ahora."

Ambos se miraron con fuego en los ojos, pero unos instantes más tarde, se estaban besando. En cuanto sus labios se tocaron, todo estaba bien y era fantástico. No había ninguna Cersei, ni ningún Tywin juzgando a Jaime por sus pecados. No había ningún pasado cazándolos. Solo existían Laila y Jaime: el caballo negro y el león dorado.

"¿Qué me has hecho?" susurró Laila cuando Jaime se apartó. Su mano estaba enredada entre sus rizos oscuros, apartándolos. "He cambiado. Este viaje me ha cambiado, y no sé si es para bien o para mal. Nunca pensé que me preocuparía por un Matareyes-" su mano fue a su mejilla "- o por un hombre que salvo a miles de personas."

Jaime la besó en la frente, y con cada toque, miles de mariposas aparecían en su estómago. Se había enamorado de él.

"Tengo una condición, si estuviera de acuerdo con tu proposición." Dijo, a lo cual Jaime asintió para que continuara. "Debes permitir que Brienne se quede también, hasta que desee irse."

El suspiró, mirando al sol que casi había desaparecido. Su mirada entonces fue a Brienne, quien estaba apoyada contra un árbol mientras suaves ronquidos escapaban de su boca. Laila le miraba con suplicantes ojos oscuros. "Bien," contestó, "lo prometo."

"Sabía que accederías," sonrió Laila. "Acostumbras a cumplir las promesas que me haces."

PECADOR / Jaime LannisterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora