Capítulo 12 / UNA JODIDA MUJER

2.8K 229 6
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

A Jaime le dieron un cabestrillo para su muñón. No uno bonito o bien hecho, más bien uno hecho de la tela sucia de la camisa de otro hombre.

Laila estaba agradecida por la brisa nocturna. Durante el día estaba constantemente cerrando los ojos por el sol, que hacía que se le llenaran de lágrimas. Los Bolton les dieron de cenar esa noche, algo que el estómago hambriento de Laila agradeció. Solo fue un pequeño trozo de pan, pero era algo.

Ella, Brienne y Jaime se sentaron alrededor de un pequeño fuego, escuchando como Locke y sus hombres se reían y cantaban canciones que jamás habían escuchado. Laila y Brienne ya se habían comido el pan, pero el de Jaime seguía a su lado, sin tocar.

Laila suspiró, mirando como Jaime miraba las llamas entre ellos. "¿Vamos a quedarnos en silencio?" preguntó en voz baja, sin recibir una respuesta. Laila miró entre Brienne y Jaime. Ambos tenían expresiones tristes. Laila le dio un golpecito a Jaime con el codo, ya que era el que estaba sentado más cerca. "Deberías comer."

Jaime no hizo nada. Actuaba como si ella fuera un fantasma, como si ni siquiera estuviera allí. Laila se sintió insultada cuando él la ignoró. Brienne arqueó una ceja. "¿Qué haces?" preguntó.

"Me estoy muriendo." Croó Jaime.

La pena de Laila se transformó en ira. Intentó limpiarse el moco que le caía de la nariz, y entonces puso los ojos en blanco. Un hombre pierde su mano y, de repente, le han dado la vuelta a su mundo. Menudo montón de mierda de caballo. A Laila le habría gustado ver que la familia de Jaime Lannister le abandonara, dejándolo sin fortuna.

"No puedes morir," contestó Brienne. "Necesitas vivir... para vengarte."

Jaime pestañeó lentamente. "No me importa la venganza."

La boca de Brienne se contrajo de disgusto. "Eres un cobarde. Una pequeña desgracia ¿y te rindes?"

Jaime miró a Laila, quien – sorprendiéndolo – estaba asintiendo con la cabeza de acuerdo. "Si todos nos rindiéramos ante un pequeño inconveniente, estaríamos todos muertos." Murmuró.

"¿In... Inconveniente?" tartamudeó Jaime.

"Has perdido la mano, Jaime." Espetó Laila. "No te estás muriendo, estás deprimido. Bienvenido al mundo real."

Jaime miró a la criada sin creerla. "Mi mano de la espada," aclaró. "Yo era esa mano."

Brienne se rió de pena. Negó con la cabeza. "Pruebas un poco – solo un poco – del mundo real, donde a las personas les quitan cosas importantes, y tú lloras, gimes y te rindes. Suenas como una jodida mujer."

"Lo has tenido todo." Siguió Laila, mirándose las manos. "Tienes todo lo que siempre he querido. Y ahora, al fin, has perdido una cosa-" levantó la vista para mirarlo furiosa "- y dices que te estás muriendo. Despierta, Matareyes. Así es la vida."

Jaime se removió en su sitio. Tragó un bulto en su garganta. "Estás criticándome por llorar y quejarme, cuando hace solo unas horas, estabas llorando por mis penas." Los ojos de Jaime se cerraron como rendijas mirando a Laila. "¿Por qué?"

Laila frunció el ceño. "Porque soy un ser humano normal con emociones. Estás deprimido y te han pisoteado. Eso me hizo llorar."

Los tres se quedaron en silencio. Laila miraba el fuego, permitiendo que la tensión en el aire la hiciera sentirse incomoda. Suspiró. La risa de los Bolton empezaba a molestarle. Estaban allí fuera, bromeando unos con otros, mientras sus prisioneros estaban sentados sobre mierda con pan duro.

Jaime cogió el pan que le habían dado. Tuvo problemas para llegar a él, pero en cuanto lo tuvo en su mano, se lo comió. Masticó la sosa masa, haciendo más ruido que cualquiera de los tres. El fuego chisporroteaba frente a ellos, enviando chispas hacia el cielo.

"Nos ayudaste ayer." Murmuró Brienne, sin atreverse a encontrar la mirada de Jaime. "Les dijiste quién es Laila, y lo que los Starks harían si le hacían daño. Les dijiste que Tarth está llena de zafiros. Es llamada la Isla de los zafiros por el azul de sus aguas. Lo sabías."

Laila levantó la mirada, dándose cuenta de que Jaime las estaba mirando. Apretó los labios pero no dijo una sola palabra. Se inclinó contra una roca y arqueó una ceja. "¿Por qué nos ayudaste?" preguntó.

Jaime sorbió, rascándose la nariz. Siguió mirando el fuego y no respondió.

***

Cersei Lannister miraba a su padre desde la otra punta de la mesa. Tenía las manos sobre esta, juntándolas. Tywin la ignoraba, obviamente, pero ella no sería ignorada tan fácilmente. Cersei se aclaró la garganta, pero Tywin siguió escribiendo con su gran pluma en un pergamino. Se inclinó en su silla con un suspiró, pero – aún así – su atención seguía en el maldito papel.

Tywin volvió a hundir la pluma en el tintero. La persistencia de su hija se estaba volviendo molesta, pero él sabía muy bien por qué estaba allí. "Querías hablar conmigo." Dijo, sus ojos no dejaron el pergamino.

"Sí." Contestó Cersei. Sus manos empezaron a temblar, poniéndose nerviosa por el debate que tendría con su padre. Vio como firmó su nombre con gracia. "Sobre Jaime."

Dioses, simplemente decir su nombre hacia que le doliera el corazón. Su mano se cerró ante el dolor, pero ella intentó con todas sus fuerzas no demostrarlo. Se preguntaba como estaría siendo tratado; si le alimentaban. Su corazón dolía al pensar en las mujeres y criadas que debía tener a su alrededor. ¿Se había olvidado de ella? ¿Sería capaz? ¿Qué otra mujer podría él querer? Habían estado juntos desde que habían alcanzado la pubertad.

La mente de Cersei corría en todas direcciones, aunque sabía que era su propia paranoia. Ella era la única mujer para él, él lo sabía. Ella era preciosa, todo lo que él quería. Pero... ¿Lo era? ¿Y si todo lo que quería era exactamente lo contrario a ella?

Pequeña. Morena. De pelo castaño. Ojos oscuros. Grandes pechos. Piernas cortas. Todo lo que ella no era.

Tywin respondió, "¿Qué pasa con Jaime?"

"Quería asegurarme que estás haciendo todo lo posible para recuperarlo." Dijo Cersei, moviéndose en su silla.

Los ojos de Tywin encontraron los suyos. Frunció el ceño antes de mirar de nuevo el pergamino. "Cuando Catelyn Stark cogió a Tyrion como prisionero, ¿Qué hice yo?"

Cersei puso los ojos en blanco, sabiendo que su padre intentaba ganar la conversación, cuando todo lo que ella había hecho era recordárselo. "Empezaste una guerra," contestó.

"Y si empecé una guerra por ese enano lujurioso," dijo Tywin, mientras ponía cera sobre la carta doblada frente a él, "¿qué crees que estoy haciendo por mi hijo mayor y heredero?"

Cersei tragó con fuerza. "Todo lo que puedes."

Cuando Tywin miró a su hija, pudo ver la ansiedad en sus ojos azules. Estampó su sello en la cera, viendo como el sello de la Casa Lannister se creaba en el líquido, y repitió, "Todo lo que puedo."

PECADOR / Jaime LannisterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora