Capítulo 17 / UNA DEUDA

2.6K 269 28
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cersei estaba furiosa.

Su padre se la había jugado otra vez. La había prometido a Loras Tyrell, quien seguramente tenía su pene en el culo de algún jovencito mañana, tarde y noche. No hacía falta ser muy inteligente para darse cuenta que se acostaba con hombres, pero aun así Tywin creyó que estaba bien unirlo a su hija. Joffrey ya estaba prometido con Margaery, ¿con cuántos Tyrell quería unir la familia su padre? Incluso había decidido casar a Tyrion con Sansa Stark, una chica que había sufrido mucho, pero eso no le importaba a Cersei.

Tyrion miraba el paisaje desde el balcón de la habitación de Cersei. Suspiró, "Siete Reinos, unidos por el miedo a Tywin Lannister."

Cersei quería reír. Se reclinó en la silla, recordando un tiempo en que todo era mejor. Un tiempo antes de su visita a Invernalia y de que Jaime hubiera empujado a ese niño por esa maldita ventana. "No los Tyrells," respondió finalmente. "Pronto no tendrán que temerle."

Tyrion miró a su hermana con agonía, pero Cersei no se giró. Quería llorar. Cada día, sus dudas acerca de encontrar a Jaime empeoraban. Sus dudas acerca de él amándola, aun más. ¿Siquiera estaba vivo? Si volvía, seguramente sería una persona nueva, y Cersei tenía miedo de conocer a esta persona.

"Joffrey pertenecerá a Margaery, la zorra de ojos saltones, igual que sus hijos, y los hijos de estos." Dijo, apoyando la barbilla en su puño. "Nos quitaran la historia de nuestras manos."

Tyrion se apoyó en la entrada de su balcón, levantando una ceja. "Tú podrás escapar. En cuanto Jaime vuelva, puede que Ser Loras sufra gravemente de una espada en las entrañas."

Cersei frunció el ceño antes de girar en su silla para mirar por la ventana. Su corazón se hundió en su pecho. "Cuando Jaime vuelva, sí. ¿Pero cuándo crees que pasará eso?" le preguntó preocupada. "Está ahí fuera, en alguna parte."

Dudas plagaban la mente de Cersei. Había estado fuera mucho tiempo, demasiado, y sin su toque gentil, temía entrar en una espiral de depresión. Tal vez estaba deprimida; tal vez no lo estaba. Pero ahora parecía que dudaba cada aspecto de su vida. ¿Jaime aun la amaba? ¿O había encontrado a otra?

"Con o sin Jaime," suspiró Tyrion, "yo estoy jodido."

***

Estaba oscuro fuera. La luz de la luna brillaba en la habitación de Laila, que se parecía más a una celda que a unos aposentos. Las ventanas estaban mal cubiertas con planchas de madera. Laila fue capaz de arrancar las planchas para poder mirar el exterior, e incluso ella estaba sorprendida de su propia fuerza. Un par de velas estaban encendidas a su alrededor, y había un gran fuego junto a una mecedora. No tenía una cama, pero tampoco planeaba dormir.

Suponía que había guardias detrás de su puerta. No serviría de nada intentar escapar, o tirarse por la ventana. Laila se inclinó contra la ventana, permitiendo que el viento moviera su salvaje y oscura cabellera. Laila quería llorar por la situación en la que se encontraba, lo cual hacía mucho últimamente. Se sentía débil; inútil.

Alguien llamó a la puerta, haciendo que Laila se girara con el ceño fruncido. Alguien de fuera jugó con la cerradura antes de abrir la puerta. Un guardia dejó pasar a Jaime Lannister, y cerró la puerta ante la mirada de este. Laila no se movió de su sitio.

Jaime la miró, sin saber qué decir. Acababa de hablar con Brienne, a quien prometió quetenía una deuda con ella. Pero ahora estaba de pie, frente a Laila, y no tenia palabras; como si ya hubiera dicho todo lo que necesitaba decir. En realidad, no había dicho lo suficiente. Jaime admiraba como su piel aceitunada brillaba con la luz, y como sus ojos parecían volverse de un misterioso marrón oscuro. Aun le miraba confundida, pero ella fue la primera en hablar.

"No sabía que aun estabas aquí." Dijo, sarcasmo escondido en su tono feliz. "¿Por qué no te has ido?"

Jaime miró sus zapatos. "No se sentía correcto irme todavía. Marchamos mañana."

"Desearía poder decir lo mismo," replicó, volviendo a mirar por la ventana. "¿Sabes qué nos van a hacer a Brienne y a mí?"

No respondió, simplemente asintió. Caminó lentamente hasta acercarse a Laila. El viento ululaba por el castillo roto, a fuera olía fatal, pero suponía que era mejor que estar dentro. "Lord Bolton también se va mañana. Va a los Gemelos, para la boda de Edmure Tully. Tú y Brienne os quedaréis aquí."

"Con Locke y su compañía de hombres estúpidos," asintió Laila. "Fantástico. Asegúrate de enviarles mis saludos a Robb Stark y a los Tully, porque no parece que vaya a salir de aquí."

"Tengo una deuda contigo."

Laila giró la cabeza, estrechando los ojos ante un muy limpio Jaime. "Tienes muchas deudas con muchas personas. La mía no cambiará nada."

"Dame algo, Laila." Dijo, su voz casi suplicando. "Dame un deber y lo cumpliré."

Suspiró, pasando una mano por su pelo, pero eso solo lo desordenó más. Laila sacudió la cabeza antes de volver a mirar a Jaime. "Quiero que vuelvas," dijo. "Quiero que vuelvas y nos saques de aquí. Nos lo debes a mí y a Brienne."

"Lo haré," prometió. Sus labios se levantaron en una media sonrisa, una que hizo que Laila quisiera reír, pero lo suprimió.

Laila miró a Jaime, sintiendo como su corazón latía con fuerza. Juraría que estaba respirando muy fuerte, pero tal vez solo era su mente. Finalmente asintió a la promesa de Jaime, cogiendo con fuerza el alfeizar de la ventana. Sentía que debía decir alguna cosa, ¿Pero qué?

Abrió su boca para decir algo, pero cuando lo hizo, Jaime puso su índice y pulgar en su barbilla, y la beso en la frente. Laila exhaló sorprendida, pero cerró sus ojos ante su gentileza. Su cuerpo se sentía extraño. ¿Iba a vomitar? No, estaba nerviosa.

Jaime se apartó, mirándola con ojos confusos. "Uh-" tartamudeó, prácticamente tropezando sobre sus propias palabras. Su mano cayó a un lado. "Yo no-"

Se sorprendió cuando ella rió un poco. Sonaba como campanas. "Lo dije una vez, y lo vuelvo a decir. Los leones Lannister no sois más que unos pecadores."

Le estaba sonriendo; una gran y sincera sonrisa, llena de felicidad en un sitio tan oscuro y lúgubre. Una sonrisa que podría iluminar el cielo nocturno. Era distinta; nada como la sonrisa de suficiencia de su hermana. Le gustaba la diferencia. Le gustaba el cambio de escenario, y la sonrisa de Laila era lo único que querría ver en mucho tiempo.

Jaime siguió un impulso. De repente, sus labios se presionaron contra los de Laila, su mano contrayéndose por el deseo. Su pulgar acarició sus mejillas, mientras que la de ella acariciaba sus largos mechones rubios. Su corazón explotó. Podía sentirlo contra su pecho, y quería que parara, porque sabía que él podía oírlo. Pero Jaime la besaba como si no pasara nada; como si nada del mundo tuviera importancia; como si ella no fuera una prisionera.

Se quedó con ella el resto de la noche, en su fría y rota habitación. Se sentaron juntos junto al fuego, sin hablar, pero disfrutando del calor. Jaime recordaba cómo se sentían sus manos juntas, lo bien que encajaban, y como la de Cersei siempre había sido un poco demasiado grande. Se durmieron, apoyándose contra la mecedora, con la cabeza de Laila delicadamente apoyada en el cuello de Jaime.

Demasiado para un pecador.

PECADOR / Jaime LannisterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora