Capítulo 6. El Instituto

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Tenía un dolor de cabeza horrible y no podía evitar dar vueltas en la cama, aquella mañana. Sin embargo, para mi mala suerte, no calculé la distancia de mi cara contra la pared y en aquel momento estaba sufriendo al pensar que me podía haber roto la nariz.

—Buenos días —escuché la voz de Alec—. Ayer arruinaste mi salida.

Yo arrugué la frente y coloqué una mano sobre ésta, intentando recordar que hice el día anterior. No obstante, mi mente estaba en blanco.

—No sabes qué pasó, ¿verdad? —preguntó cargando el saco de tirantes en su espalda.

Negué al instante para que al menos me ofreciera una respuesta, pero nunca llegó.

—Hoy comienzas las clases —sonrió burlón—, me encantaría saber cómo lo afrontarás.

—Siento que mi cabeza va a explotar —musité apretando mis sienes.

Él no respondió nada y se fue por la puerta. Sin embargo, unos minutos después, trajo agua y una cosita redonda y blanca.

—Toma esto —exigió extendiendo sus dos brazos—. Te calmará el dolor.

—Gracias —murmuré acatando su orden—. ¿Cómo llegué aquí?

Alec me observó con algo de enfado y comenzó a hablar.

—Me estabas dejando en ridículo frente a mis amigos —aclaró—. ¿Sabes lo que estabas haciendo y con quién?

Yo negué, ni si quiera recordaba haber charlado con alguien más.

—Pues deja decirte que tus carcajadas  se oían incluso por encima de la música y parecía que nunca habías bailado en una discoteca. Aunque yo sí sé que no lo habías hecho.

El color rojo invadió mi rostro y lancé un cojín sobre él, para que se callara.

—Prometo no volver a... —un recuerdo de la noche anterior vino a mi mente.

—No vuelvas a hacer eso —me regañó.

— ¿Besar a alguien? —inquirí sonrojándome.

—Aceptar la bebida de una sabandija como esa —espetó.

— ¿Sabes? —Dije acariciando su mejilla—. Me gusta este lugar, aquí todos me han visto besando a aquel chico y no estoy obligada a casarme con él para salvar mi reputación.

—Te llevaré a casa.

— ¡Virgen Santa! —exclamé preocupada—. ¿Qué he hecho?

Alec sonrió de lado y antes de salir, me dijo que me vistiera y desayunara si no quería llegar tarde al instituto.

Bajé de la litera y fui al baño del pasillo para bañarme, luego, volví a la habitación y me alisté. Por lo que ahora me encontraba comiendo un poco de leche con unas cositas redondas de colores, con un sabor muy dulce.

—Esto está delicioso —susurré después de tragar una cucharada.

—Lo sé —contestó alguien, haciendo que diera un respingo sobre mi asiento.

Detrás de mí había un chico de la edad de Alec abriendo una gaveta para coger cubiertos.

—Me has asustado —repliqué con una mano en el pecho intentando calmarme—. ¿Quién eres?

—Eso debería preguntarte yo a ti —argumentó acomodándose frente a mí.

—Soy Cassandra... —antes de mentirle diciendo que era familia de Alec, él me interrumpió.

— ¿Eres novia de mi hermano? —inquirió.

Así que él era el hijo de Brenda...

—Te equivocas —dije—. Soy su prima y he venido a estudiar aquí.

—Eso no se lo cree ni el Papa —respondió inclinando su cuerpo hacia delante deseando obtener más información.

—Pues no me creas —zanjé con seriedad.

—Así lo haré, es evidente la falta de parentesco que poseen entre ustedes, y no quiero decir que todos los primos del Universo se parezcan, pero es que vuestros rasgos son demasiado distintos.

En aquel momento, justo cuando me estaba planteando una excusa inexistente, apareció Alec y me ayudó.

—Eso es porque es adoptada —dijo con tranquilidad—. Por cierto Cassie, deberías darte prisa.

Ignoré aquel diminutivo y observé el reloj que había colgado sobre la pared, abriendo los ojos como platos.

Según el horario que me había indicado... ¡me faltaban quince minutos para llegar!

— ¡Es mi primer día y no voy a aparecer a tiempo! —exclamé levantándome bruscamente de la silla.

Los dos chicos se rieron y unos segundos después, salimos los tres, camino de la escuela.

A pesar de correr lo más rápido que pudimos, no conseguimos llegar a tiempo. ¿Cuánta gente me habría visto desplazarme de esa forma?

Una vez más, agradecía que mi nana no me hubiera visto, porque entonces me hubiera colgado de un árbol.

Cuando llegamos al centro, andamos durante varios pasillos y el hermanastro de Alec entró a una sala y yo fui tras él.

Sin embargo, Alec me agarró del hombro y me explicó que nosotros estábamos en otra clase.

—Señor Dawson, es la cuarta vez que llega tarde a mi clase y no pienso tolerar una falta más —le regañó la profesora—. Si vuelve a suceder, llamaré a tus padres.

Desde la puerta, pude fijarme en como él rodaba sus ojos y se acercaba junto a Matt, Logan y Blake.

— ¿Y usted quién es señorita? —cuestionó la maestra.

Por fin alguien me llamaba señorita, comenzaba a dudar de la cordura de los ciudadanos de aquel siglo.

—Me llamo Lady... —miré al fondo del salón y Alec me negó con la cabeza—. Soy Cassandra —musité.

— ¿Y tu apellido?

—Clayton, Cassandra Clayton —afirmé.

—Está bien, Cassandra, toma asiento —ordenó.

Yo obedecí y analicé aquel lugar en busca de una silla libre, la cual estaba al lado de una chica cabizbaja.

—Hola —saludé—, ¿puedo sentarme aquí?

Ella asintió en silencio y siguió mirando al suelo sin susurrar palabra alguna.

Por otra parte, en aquella clase no había entendido nada de nada y sólo veía unos números en medio de varias operaciones.

¡Aquello era imposible de entender!

Ya no quería ir a la clase de matemáticas, y las únicas asignaturas en la que destaqué bastante aquel día, fue en historia y literatura.

Más tarde, llegó una especie de descanso en el que todos salieron corriendo en diferentes grupos y fueron al patio donde una vez Alec me hizo esperarlo, un día entero.

No obstante, estaba sola ya que él se había ido con los chicos a pasar el rato y yo me puse a caminar aburrida por toda la zona, sin saber qué hacer. Además, nadie se había molestado en saludarme y ofrecerme ir con ellos.

Atrapada en el siglo XXI *[EDITANDO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora