Capítulo 18. Mentiroso

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Definitivamente las matemáticas no eran lo mío, y si encima le añadían letras, más lo empeoraban.

A mi lado, mi nuevo compañero de asiento, Alec, hacía los ejercicios que habían sido escritos en la pizarra, con rapidez y sin despegar la vista de su libreta por un segundo.

Durante el tiempo que me había quedado observándolo, me pude fijar en que siempre mordía ligeramente la parte trasera de su lápiz cuando no comprendía algo y que curvaba las comisuras hacia arriba al completar una operación.

Unos minutos después me preguntó:

—Por casualidad, ¿tengo un moco en la nariz?

— ¿¡Qué!? —inquirí confusa.

—No sé, es que como no parabas de mirarme, creí que tenía algo en la cara —respondió sonriendo.

Sin poder evitarlo, mis mejillas adquirieron diferentes tonalidades rojizas, hasta parecer un tomate andante.

—Estúpido —mascullé poniendo los ojos en blanco.

Él soltó una carcajada.

—Este estúpido tiene dos entradas para un parque de atracciones y está seguro de que te encantará —me informó—. ¿Aceptaría la señorita Clayton acompañar a un simple adolescente con ganas de divertirse?

— ¿Qué es un parque de atracciones? —cuestioné sin entender a lo que se refería.

—Si vienes conmigo lo sabrás —objetó guiñándome un ojo.

— ¡No te oigo! —exclamé en su oído intentando que mi voz se escuchara entre la multitud.

— ¡He dicho que si quieres montar en la montaña rusa! —repitió en alto.

Tal y como me había propuesto en clase, habíamos ido a el parque de atracciones y resultó ser que aquello era un lugar lleno de gente haciendo alboroto y gritando por todos lados. Todavía no me había subido a nada, puesto que me parecían extremadamente peligrosas; aun así, Alec se empeñaba en montar conmigo en una de ellas.

— ¡Me da miedo! —objeté dándole un mordisco a una cosa llamada algodón de azúcar de color rosado que poseía un sabor dulce.

— ¡Venga ya, no seas miedica! —insinuó soltando un bufido y tirando de la manga de mi chaqueta hacia una larga cola.

— ¿Acaso has visto cuánto queda para poder subirnos?

—Valdrá la pena, créeme —afirmó.

Pero yo no estaba tan segura y menos cuando la gente gritaba aterrorizada desde arriba como si los estuvieran torturando.

¿Qué había hecho yo para merecer esto?

Poco a poco, cada vez estábamos más cerca del lugar donde el encargado nos ayudaría a subir.

—Bienvenidos, disfruten de la atracción y no olviden abrocharse con los cinturones de seguridad —advirtió un chico con gorra roja que nos colocó una barra de hierro por encima.

¿¡Había posibilidades de salir volando por los aires!? Alec me las pagaría.

—Los asientos poseen una cámara de fotos que captarán varios momentos y luego tendrán la posibilidad de comprarlas, ¡buen viaje! —comentó el joven.

Diantres.

Al principio me alivié, al final resultó ser que aquello no iba tan rápido como yo pensaba; por lo tanto la gente exageraba al gritar de aquella forma tan desquiciada. No obstante, cuando comenzó a ascender la velocidad y bajamos la primera rampa, mis gritos prácticamente dejaron sordo a Alec que no paraba de reírse a mi lado y gritar al igual que yo lo hacía.

—Cuando baje de esta cosa vas a recordar mi nombre toda tu vida Alec Daw... ¡Ahhh! —chillé apretando su mano.

—Al final va a ser buena idea pagar esas fotos —bromeó.

Al salir de ahí, me encontraba vomitando en un cubo de basura con Alec recogiendo mi cabello y unas fotos ridículas de mi cara en su bolsillo.

—No entiendo que tiene de divertido—me quejé aceptando una botella de agua y algo llamado "chicles" de sabor a menta que me ofreció.

—En fin... ¿quieres montar en la noria o prefieres los coches de choque? —planteó.

Una mirada mía bastó para que entendiera mi respuesta.

Venganza.

— ¿¡Qué se siente haber perdido Alito!? —dije al salir de los coches de choque.

Jamás había manejado una cosa así, pero pasar tanto tiempo en la feria y que Alec hubiera estado tanto tiempo pidiéndome que me montara en alguna, me había dado tiempo suficiente para conocer sus nombres y de qué se trataba cada una.

Obviamente, al conducir aquel coche sólo me centré en derribar a un individuo y aquel era él.

—Ponías cara de psicópata cada vez que me perseguías así que... creo que inseguridad —admitió.

—Oh vamos, yo no puse cara de loca, aprende a perder —articulé.

—Yo sólo digo la verdad —murmuró.

— ¡Mentira, mentira, mentira! —exclamé de una manera muy infantil—. ¡Eres un mentiroso y un mal perdedor!

Él se cruzó de brazos y alzó una ceja.

— ¿Va en serio?

—Sí y no dejaré de gritar hasta que me des la razón, así que... ¡mentira, mentira, mentira! —insistí.

— ¿Alguna vez te han dicho que eres muy terca?

—Tal vez —musité—. ¡Mentira, mentira, mentira!

— ¿¡Qué hay que hacer para que te calles!? —refunfuñó.

—Decir que no sabes perder y que yo no puse en ningún momento cara de loca.

—No la habrás puesto en ese momento pero ahora mismo lo pareces —argumentó.

—Me da igual, ¡yo gané!

De repente Alec se paró frente a mí interrumpiéndome el paso y besó mis labios de forma muy rápida, dejándome aturdida.

— ¿Qué haces?

—Hacer que dejes de volverme la cabeza loca con tus gritos —respondió.

— ¿Y era necesario eso? —cuestioné.

—Puede.

Atrapada en el siglo XXI *[EDITANDO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora