Capítulo 27. ¿Te conozco?

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Cuando entré en la cafetería vi a Alec comiendo un sándwich de jamón y queso acompañado de un jugo de naranja natural mientras observaba su tabla parlanchina.

Al acercarme notó mi presencia y quitó la chaqueta que había traído de la silla que quedaba libre para que yo me sentara.

— ¿También te ha dado hambre? —preguntó curvando sus labios hacia arriba.

—Un poco —mentí para no decirle que había venido debido a las insistencias de mi amiga—. Por cierto, Tessa quiere que entres a verla.

— ¿A mí? —Cuestionó enarcando una ceja sin entender aquella propuesta—. Pero si ni siquiera me conoce.

— Según ella si la has acompañado en la ambulancia tiene derecho a hablar con cualquier persona que se haya preocupado por su estado de salud el día de la función.

—Pero yo solo me monté porque tú... —intentó decir, sin embargo lo interrumpí.

—Créeme, será mejor que vayas —aseguré buscando con la mirada a algún criado para que tomara mi pedido.

La cafetería estaba repleta de gente; algunos que habían bajado para tomar una infusión que calmara sus nervios al querer ver a sus familiares, otros como nosotros que simplemente tenían hambre y médicos que habían aprovechado su turno de descanso para poder comer. En el fondo, una mujer que hablaba con su tabla llamó mi atención sin comprender el motivo. No obstante, algo me decía que su cara me sonaba de algo, la había visto antes.

— ¿Qué miras? —preguntó Alec girándose para poder contemplar mejor la situación pero evité que lo hiciera soltando un pequeño embuste.

—Nada, sólo buscaba un criado que tome mi pedido —expliqué apartando la vista de allí y llamando a una chica con uniforme que pasaba cerca de nosotros.

—No los llames así, eso es de la época de Tutankamón, bueno no tanto pero son camareros y cobran un sueldo por venir aquí —respondió antes de que la joven viniera a atendernos—. Deberías saberlo por las clases de historia, hace mucho tiempo que adquirieron sus propios derechos.

—Suspendí el anterior examen por no haber podido asistir a las clases, me sentí tan estúpida —lamenté enterrando el rostro sobre mis brazos, los cuáles había colocado minutos antes en la mesa.

—No debes culparte por haberte puesto enferma, a cualquiera le puede pasar —puntualizó y sin que él lo supiera, me sentí aún más tonta que antes.

Todo aquel teatro para nada.

—Disculpen, ¿faltó alguna cosa por traerles? —inquirió la camarera sacando una libreta pequeña de su bolsillo izquierdo.

—No, simplemente acabo de llegar. Quiero un bocadillo como el suyo —informé señalando el plato de mi acompañante.

—De acuerdo, ¿algo más?

—Un vaso de agua, por favor.

La señorita asintió y después de apuntar todo en su cuaderno se marchó despidiéndose con una pequeña sonrisa.

—Empiezas a modernizarte chica de época —comentó Alec con un tono cariñoso—. Cualquiera diría que eres de este siglo.

—Cuestión de aprendizaje —contesté encogiéndome de hombros—, bastante vergüenza pasé cuando tus amigos se rieron de mí por decir Lady Cassandra Clayton.

—Aquello fue demasiado gracioso, hay que admitirlo. —tras decir eso dio el último mordisco a su sándwich, dejó algo de dinero en la mesa para pagar la comida y se levantó de su silla.

— ¿Ya te vas? —pregunté haciendo un puchero.

—Sí, voy a visitar a tu amiga para saber por qué quiere conocerme —aclaró antes de desaparecer por la puerta de la cafetería.

Minutos más tarde, la camarera trajo mi pedido y me limité a degustar la comida mientras analizaba el rostro de la mujer que continuaba sentada en la esquina, dando un sorbo a su bebida.

¿Por qué me sonaba tanto?

Cuando la respuesta llegó a mi mente, me levanté rápido de la silla y tomé asiento frente a ella, la cual me miró extraño. Seguramente tampoco se acordaba muy bien de mí.

—Disculpa un momento, tengo que colgar... —murmuró a través del teléfono—. ¿Tiene algún problema?

Al oír su cuestión negué con la cabeza y me limité a pedirle lo que necesitaba rogando porque no tuviera ningún problema en dármelo.

Al terminar la conversación, me despedí de la chica y salí de allí para volver a la habitación de mi amiga, que seguía charlando con Alec animadamente como bien sabía hacer ella.

—Hola, he vuelto —saludé al entrar.

—Bueno Tessa, encantado de conocerte —se despidió Alec al oírme—. Ha sido un placer hablar contigo.

Cuando éste salió, corrí hacia la camilla y puse las manos sobre el colchón.

—Necesito que me ayudes —manifesté sin poder contener la emoción que me causaba haber logrado que la joven con la que hablé minutos antes me hubiera contado todo lo que deseaba saber.

—Yo también necesito tu ayuda —avisó poniendo cara de fastidio—. ¡Necesito ir urgentemente al baño y obviamente no se lo iba a decir a Alec!

Al verla tan desesperada, se me escapó una risa de forma involuntaria y me disculpé al ser fulminada por su mirada.

—Deja llamar a tu madre —notifiqué saliendo un momento de allí para evitar que en aquel lugar se formara un charco.

Ella asintió agradecida y esperé por fuera un rato, ya que cuando ésta entró, aprovechó para hablar un momento con su hija.

—Oye Cassandra —me llamó Alec—. ¿Quieres irte ya? Estoy un poco aburrido de estar aquí.

—Eh... Quería contarle algo a Tessa pero... —musité sin saber que decir.

En realidad Alec tenía razón, llevábamos toda la mañana aquí y él se había quedado sentado en aquellas sillas mientras yo hablaba con mi amiga para darnos un poco de privacidad. Realmente había sido muy amable al acompañarme aquel día.

— ¿Es muy importante? —Inquirió enarcando una ceja—. Si quieres podemos venir mañana o también puedo enseñarte a usar el móvil para que se lo digas.

Sin embargo, me crucé de brazos horrorizada cuando sacó su tabla parlanchina del bolsillo de su pantalón.

—No acerques ese artilugio del demonio a mi oreja Alec Dawson, ¡todavía no he perdido mi cordura! —exclamé dejándolo estupefacto.

Creo que había exagerado un poco.

Atrapada en el siglo XXI *[EDITANDO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora