Capítulo 13. Trabajo en equipo

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Había ido al lavabo una vez más a humedecer mi cara para no dejarme dormir mientras terminaba de hacer el trabajo de español en uno de los cuadernos que me había regalado Brenda para comenzar las clases.

No cabía duda alguna de que terminaría con unas ojeras terribles y ya casi era la una de la mañana.

— ¿Todavía sigues escribiendo en esa libreta? —dijo Alec al entrar con curiosidad.

—No hables por favor, necesito terminar esto y no quiero distracciones —le supliqué en un susurro frustrado.

No entendía nada de aquel texto y si no lo entregaba al día siguiente, estaba segura de que Giselle se molestaría conmigo.

— ¿Qué es? —cuestionó tomando asiento al lado, con el pecho unido en el espaldar de la silla.

—La tarea de castellano —mascullé estresada.

— ¿Te das cuenta de que la profesora dijo que había que hacerlo a ordenador para luego presentárselo a la clase? —me recordó con ironía.

— ¡Llevo toda la tarde intentando hacer esto sola y ahora me saltas con esto! -exclamé levantándome indignada—. ¡Ni siquiera sé utilizar esa cosa!

— ¿Y tu compañera?

—Según lo que me tradujo sobre lo que comentó la profesora, debía hacerlo yo puesto que iba algo perdida —murmuré a punto de derramar una lágrima en consecuencia de la rabia que estaba acumulando por tanto tiempo perdido para nada.

— ¡Será mentirosa! —bramó a la vez que golpeaba la mesa con su puño cerrado.

— ¿Por qué? —pregunté con inocencia.

— ¿Es que no te das cuenta?, te ha engañado.

Si antes estaba cabreada, ahora mi enfado era muchísimo peor.

—Es una estúpida, ya sabía yo que tanta amabilidad de su parte no era normal —me quejé dando vueltas alrededor del cuarto con los brazos puestos en forma de jarra.

—Te voy a ayudar a hacerlo y lo presentaremos nosotros —propuso—. Total, mi pareja tampoco ha querido colaborar y yo no he hecho nada.

En aquel momento no pude evitar controlar la sonrisa que salió de mí ser al saber que él estaba dispuesto a ayudarme y perder horas de sueño por un tema que era solo asunto mío.

Tras pulsar un botón, el aparato extraño se encendió y apareció un dibujo de una manzana mordida por un lado.

Que idiotez.

—Si haces clic en esta pestaña, se abrirá una aplicación para hacer este tipo de trabajos —explicó haciendo que las imágenes fueran cambiando súper rápido.

— ¿Entiendes bien el español? —Inquirí tapando mi boca con la mano, a causa de un bostezo—. Porque yo no comprendo nada de nada.

—Para algo existe el traductor, y a pesar de que a veces te diga todo al revés, más vale llevar la tarea hecha y que te tome por tonto a que te baje la nota por no entregarlo —razonó escribiendo con la vista fija en aquel objeto.

La única iluminación que había en la habitación, era la de la pequeña lámpara del escritorio y la pantalla. Suficiente para ver el hermoso brillo de sus ojos, envueltos en una gran concentración.

Sus dedos se movían rápidamente sobre varias letras, para escribir el texto y yo solo podía observar atontada la rapidez con la que estaba haciendo el proyecto, además de dictarle la información.

—Listo, ahora hay que practicar —anunció pulsando otro botón y haciendo que una redacción saliera a papel.



— ¿Cuál fue el origen de la lengua española? —dije al día siguiente en clase, aguantando la mirada de odio que estaba emitiendo Giselle hacia mí.

—Cabe destacar que este idioma pertenece a las lenguas romances que derivaron del latín vulgar y... —explicó Alec señalando distintas imágenes con fluidez.

Al finalizar la exposición, la clase entera aplaudió y la profesora nos felicitó por nuestra labor, haciendo que me ruborizara un poco.

—Bien hecho —admitió Alec en mi oído, antes de ir a su mesa con los demás.

—Señorita Clayton, si puede ser, espéreme al final de la hora, por favor —me pidió la señora.

El resto del tiempo, me lo pasé atendiendo a los demás alumnos a pesar de no entender nada. No obstante, también estaba pensando que desearía contarme la profesora.

Al sonar el timbre, todos salieron deprisa mientras yo recogía mis libros con tranquilidad para ir a hablar con ella.

—Cassandra, hoy me he quedado asombrada con tu presentación y me alegro mucho de que hayas mejorado —señaló, cuando todos salieron—. Sin embargo, deberías saber que no puedes dejar a un compañero tirado como hiciste hoy con Giselle.

—Pero ella se inventó que tenía que hacerlo todo yo sola porque iba muy mal en clase —justifiqué.

— ¿Y qué hay de la pareja de Alec? —inquirió—. También he tenido que bajarle la nota por no entregarme nada.

—Según él, su compañero no había colaborado con él —aclaré—; es por eso que decidimos hacerlo juntos.

—Hablaré con el tutor para que los cambie de sitio —argumentó escribiendo en una hoja—. Hay que reconocer que lo habéis hecho muy bien y puede que os ponga un diez.

—Muchas gracias, hasta la próxima clase —me despedí y salí.

— ¿Qué te ha dicho la profesora? —cuestionó Alec, apoyado en mi taquilla con las manos en los bolsillos.

—Dice que le ha gustado mucho y que hacemos un buen equipo, por lo que le pedirá al tutor que nos coloque juntos —le conté.

—Eso es genial —confesó haciendo que me desconcertara y que luego se diera cuenta de su error—. Eh... será mejor que vayamos yendo a casa, tengo hambre.

—Estoy segura de que trabajaremos muy bien unidos —dije dándole un empujoncito en su hombro.

Entre risas y bromas, llegamos a la puerta de su casa una hora más tarde de lo que se suponía que iríamos. Por lo tanto, Brenda seguramente ya se había ido como cada tarde de trabajo.

—Hay correo —le dije a Alec apuntando con mi dedo hacia el buzón.

Él lo abrió y fue cogiendo todas las cartas, observando de quién era cada una con alegría.

Sin embargo, al leer la procedencia de una de ellas, su semblante cambió y arrugó el sobre, dejándolo tirado en el suelo, mientras subía las escaleras corriendo.

Extrañada, me agaché y abrí la bola de papel, para leer el nombre del emisor.

Samantha Anderson.

Atrapada en el siglo XXI *[EDITANDO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora