Capítulo 12. Reglas

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Las manos me sudaban y continuaba con el peluche detrás de mi cuerpo. ¿Y si era algo personal de Alec y ahora se enfadaba conmigo?

—No vuelvas a asustarme de esa forma, no te veía en ningún sitio y una chica me dijo que te había visto salir con Blake —acusó quitándose su chaqueta.

— ¿Por alguna razón te importaba? —cuestioné aún con el muñeco oculto.

—Pensé... pensé que te había pasado algo —murmuró con la vista perdida—. Será mejor que me dé un baño, ahora vuelvo.

Dicho eso, se acercó al armario a coger ropa y yo me alejé un poco para que no me descubriera.

Cuando salió, decidí poner aquella hoja en su sitio y volver a colocar el peluche entre las prendas.

No podía evitar sentir curiosidad, pero algo me decía que aquel papel poseía algo que me impactaría en cuanto lo abriera y quizás cambiaría mi forma de ver a Alec.

—Tuve que ducharme con agua fría, se había acabado la caliente —dijo él revolviendo su cabello húmedo con los dedos.

El baño de este siglo me daba curiosidad, tan sólo debías girar una cosa extraña para que salieran las gotas como por arte de magia y además, podías regular la temperatura fácilmente.

Qué comodidad.

—Siento no haberte avisado... —susurré desde la litera de arriba, cuando ya nos habíamos acostado y apagado la luz.

—No pasa nada Cassandra, he sido un estúpido, a pesar de todo tú también eres una persona independiente y puedes hacer lo que quieras.

Tras agradecer sus palabras, caí en un profundo sueño y a la mañana siguiente, me levanté corriendo para ir al colegio.

Blake había dicho que nos veríamos hoy.

— ¡Hola Cassie! —exclamó cuando llegamos a clase.

—Hola Blake. —le abracé.

Alec fue hasta su asiento y saludó a los otros con un choque de puños, sin siquiera pasar por su otro amigo.

—Puedes sentarte con nosotros si lo deseas —propuso.

Observé a mi compañera de asiento. Estaba sola como siempre con su cabello terso hasta la cintura y un flequillo rozando sus gafas negras, que siempre portaba, ocultando su mirada.

—Me gustaría, pero por ahora continuaré sentándome dónde siempre —argumenté.

La sonrisa de Alec, no pasó desapercibida y simplemente le fulminé con la mirada.

—No tienes que sentarte conmigo por lástima —masculló la chica—. Prefiero estar sola que con alguien como tú.

—Oye, no sé qué te pasa conmigo aunque preferiría que me trataras de otro modo —respondí—. Ni siquiera sé tu nombre.

—No te importa —escupió.

Iba a volver a contestarle, pero la profesora de español nos interrumpió.

—Hola —habló en castellano—. Hoy explicaré una actividad por parejas que deben entregarme a final de mes y exponerlo, además, no quiero quejas sobre los compañeros.

¿Qué narices acababa de decir?

—Profesores, ¿podrías explicarla en inglés? —estaba claro que jamás había hablado ese idioma.

—No, pregunta a tu compañero, aquí sólo hablamos español.

Me perdí.

La chica de al lado, se estaba riendo disimuladamente con la boca tapada entre las mangas de su chaqueta.

— ¿Puedes explicármelo? —le pedí.

—Claro que sí, ha dicho que tenemos que hacer una presentación por parejas para final de mes y exponerlo.

—De acuerdo —musité.

—Déjame terminar de hablar —se quejó—. También te ha dicho que como vas un poco perdida en español, debes hacer tú la presentación entera y luego pasarme mi información para exponer mi parte.

Yo simplemente asentí, convencida de las palabras de la chica y sorprendida por su repentina actitud amable.

—Por cierto, mi nombre es Giselle, lo digo para que no te olvides de ponerlo en el trabajo —comentó.

Al salir de clase, Alec me llamó para volver a casa. No obstante, Blake le dijo que pasaría la tarde con él y que me traería de vuelta por la tarde.

— ¿Adónde vamos? —inquirí cuando nos montamos en el coche.

—A un lugar diferente —afirmó.

— ¿Y dónde almorzaremos?

—Ya me ocupé de eso —dijo señalando unas cajas de plástico.

Al final, me había llevado a una especie de comida en el monte y al menos se había acordado de llevar un mantel para colocarlo en el suelo, porque yo no pensaba ensuciar mis pantalones en la tierra.

—Háblame de ti —comentó.

—Ya me han hecho demasiadas preguntas sobre mí —aclaré.

—Sí, pero a mí me gustaría saber cómo eras antes de venir a este instituto —explicó dando una mordida a un pan blando cuadrado con jamón y queso en su interior.

¿Cómo era yo antes de venir aquí?

Recuerdo que llevaba una educación estricta a comparación de como se crían aquí. Con Alec me he saltado demasiadas reglas que en mi época, estarían prohibidas. Por ejemplo, si en mil ochocientos doce me llegan a ver con pantalones, ya me calificarían de loca y me trasladarían a un manicomio.

También, la educación con los padres era diferente, ya que los míos se comenzaron a centrar en mí cuando fui presentada en sociedad, puesto que siempre se hacían cargo mío las niñeras para que ellos fueran a los eventos sociales y eso no era extraño en muchas casas.

No me permitían gritar, correr, bailar de cualquier forma, vestirme sin esa cosa horrible llamada corsé, llevar el cabello suelto, olvidarme de los sombreros al salir de casa, tutear incluso a mis familiares y muchísimas cosas más...

Dios mío, mi vida entera se había basado en reglas estúpidas que se acabaron cuando llegué aquí.

—Fui criada de una forma muy estricta...

—Supongo que también te dejarían hacer algo divertido, ¿no? —cuestionó.

Entre mis pasatiempos, estaban actividades como bordar, montar a caballo siempre y cuando lo hiciera de la manera correcta para las damas, tocar algún instrumento, ir a la ópera, a los salones de baile, al teatro...

—Por supuesto, aunque son un poco distintas a las que suelen hacer Alec y tú —murmuré con voz tímida.

—Vaya, a veces pienso que sólo dices una parte de tus pensamientos, es como si tuvieras miedo a lo que piense la gente de ti —dijo.

—No lo creo —contesté evitando el interrogatorio—. Ahora, cuéntame algo sobre ti.

—Pues, me gusta el fútbol, nadar en el mar...

Al menos esta salida había sido distinta a las demás.

Atrapada en el siglo XXI *[EDITANDO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora