Capítulo 31. La enfermera

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Cuando me levanté aquella mañana Alec ya no estaba por lo que supuse que habría bajado a desayunar; así que me encerré en el baño, me duché y me vestí con ropa cómoda. Aquel día iría con Tessa al lugar que habíamos acordado y no quería tardar mucho.

Al bajar a la cocina, Brenda y Dereck me saludaron animados mientras saboreaban unas tortitas recién hechas con sirope de chocolate y conversaban con tranquilidad. Entretanto, al otro lado de la habitación estaba Alec que parecía estar buscando algo en el fondo de la nevera en vano.

—Hoy saldré con Tessa, le han dado el alta —anuncié tomando asiento para después darle un pequeño mordisco a la comida.

—Como me alegro —respondió Brenda—. La pobre tuvo que haberse asustado demasiado cuando el arnés se le soltó, que mala experiencia.

—Sus padres incluso querían que dejara el teatro —agregué y Dereck no pudo evitar realizar una mueca de lástima.

—Pero al final se salió con la suya —sonreí llenando un vaso con jugo—, por lo que continuará yendo a clases, solo que esperará y comenzará el año que viene.

—Lo cierto es que actuaba muy bien —argumentó Alec alejándose del frigorífico con una botella de batido de chocolate en la mano—. Seguro que si tuviera que fingir un papel para conseguir algo sin que nadie lo supiera lo haría con los ojos cerrados.

Aquella afirmación consiguió incomodarme, pues no pude evitar pensar que aquel día haríamos justamente algo parecido y casi sin darme cuenta, me removí incómoda en el taburete.


— ¿Lo sientes? —preguntó Tessa sonriendo mientras andábamos por la calle.

Ese día había amanecido totalmente nublado y además, el frío conseguía calarte los huesos, por lo que lo primero que me vino a la mente fue eso, el frío.

— ¿Sentir el qué, cómo me convierto en un cubito de hielo andante? —cuestioné con el ceño fruncido sin comprender a lo que se refería.

— ¡La libertad! —exclamó dando una vuelta sobre sí misma con el brazo sin escayolar alzado—. Si seguía comiendo aquel puré desabrido terminaría lanzándoselo en la cabeza al primer enfermero o enfermera que entrara a mi habitación y si seguía encerrada allí comenzaría a desarrollar una especie de claustrofobia. ¡Qué horrorosa tortura!

— ¿Estás completamente segura de que cuando te caíste el médico solo te dijo que te habías roto alguna que otra costilla y te habías dislocado un hombro?

—Sí, ¿por qué? —preguntó alzando una ceja sin entenderme.

—Porque probablemente también te hayas golpeado muy fuerte la cabeza —expliqué soltando una carcajada y Tessa me golpeó en el hombro—. ¡Oye!

Antes de que pudiera reprenderle por la pequeña torta que había recibido, esta se paró y se quedó mirando sucesivamente su teléfono móvil —en el cual habíamos comprobado que seguíamos correctamente el recorrido— y una casa blanca que teníamos frente a nosotras, con un amplio jardín, de aproximadamente tres plantas y un bonito tejado de pizarra.

— ¿Cassandra? —inquirió sin darse la vuelta.

— ¿Sí?

—Creo que hemos llegado... —anunció provocando que miles de mariposas revolotearan en mi estómago a causa de los nervios.

—Pues yo creo que acabo de olvidar todo el plan —confesé llevándome las manos a la cabeza.

—Simplemente dile que eres la hija de Brenda y que ella no tiene tiempo de venir, por lo que te pidió que vinieras aquí para saber qué es lo que quería.

— ¿Le digo eso y ya? —cuestioné no muy convencida—. No creo que quiera hablar con una adolescente sobre un tema privado.

—Por favor, si fuiste a la cafetería y te dio la dirección. Estoy segura de que le da igual a quien le tenga que hablar para conseguir contactar con Alec —aseguró dándome un leve empujón para que fuera a tocar el timbre—. ¡Buena suerte!

Al volverme para mirarla, me di cuenta de que se había ocultado entre varios arbustos y entonces llamé a la puerta sintiendo como mis manos comenzaban a temblar.

Pasaron cinco minutos hasta que la misma mujer de la cafetería me abrió y como supuse desde un principio, me preguntó quién era.

—Hola... si no me recuerda soy la chica que le habló en la cafetería del hospital. Mi nombre es Cassandra y usted me dio la dirección ya que el otro día fue a casa de mi madre para hablar sobre algún asunto relacionado con mi hermanastro, pero como ya sabe a ella no le convence mucho la situación y tampoco tiene tiempo para venir aquí y conversar por lo que me pidió que viniera —al terminar de soltar aquel embuste, tomé aire y crucé los dedos tras mi espalda para que no me cerrara la puerta en mis narices.

—Pasa —me pidió y cuando di un paso hacia delante, cerró la puerta y me acompañó hasta una pequeña salita de aspecto minimalista—. Mi nombre es Emma y me dedico al cuidado de la señora Anderson.

— ¿La señora Anderson vive aquí con usted? —cuestioné en voz baja.

—De hecho es su casa, yo vivo con ella —admitió cruzando una pierna sobre la otra en un sillón.

—Y... ¿está aquí?

—Hoy tenía cita en el hospital —aclaró, y algo en mi mente hizo clic, pues recordé que había llevado en un pequeño bolso los papeles que había ocultado bajo mi almohada. Por ende, los saqué y se los tendí para que los leyera.

— ¿Samantha Anderson está enferma? —pregunté con cautela y la chica me observó retirando la mirada de los informes que le acababa de entregar.

—La señora Anderson fue diagnosticada de un tumor cerebral desde hace un año y a partir de entonces este ha ido creciendo poco a poco, arrebatándole las fuerzas. Hace varios meses el doctor le notificó que le quedaba poco tiempo —reveló dejándome sin palabras—, por lo que durante todo este tiempo he estado buscando a su hijo para poder informarle sobre esta terrible noticia, ya que su madre quiere hablar en persona con él y probablemente también disculparse.

Aquello fue la gota que colmó el vaso.

—Oiga, no sé muy bien qué fue lo que le hizo esa mujer a mi hermanastro, pero lo que sí sé es que si pretende que le pida perdón, no lo va a lograr tan fácilmente. No puedes ir por ahí destrozando los sentimientos de un niño al que le arrebataron a su hermano y luego pretender que se reconcilie contigo como si nada hubiera pasado.    

Atrapada en el siglo XXI *[EDITANDO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora