Miró con cierto fastidio el polvoriento pueblo que tenía en frente, sosteniendo el cigarrillo encendido en sus labios mientras le daba sutiles caladas, exhalando el humo poco después por la nariz en la misma oscuridad de la noche, esperando con todas sus ansias que el calor se aminorara un poco con el gélido resplandor de la luz de luna que caía en sus hombros y su cabello rubio oscuro; esperaba que en la entrada de aquél antiguo templo típicamente pueblerino, pintado de un sucio blanco hueso y detalles en terracota, estuviesen dos o tres bastardos esperándolo con las garras bien puestas y su típico humor altanero que le encrespaba los nervios... pero no había una sola alma en el lugar, buena o mala, suponiendo él que ellos ya sabían de su presencia y que buscaban la manera de frenarlo.
-El miedo no anda en burro. –Susurró.
-Priest, espera.
El desaliñado rubio se giró parcialmente para mirar aquella pelirroja que había salvado momentos antes, Val, una típica chica dark bajita y de piel muy blanca, los ojos ámbar rodeados con una pesada sombra oscura. Le fastidiaba que lo confundieran con un elegido, no era tan pulcro como uno, pero tampoco quería que la chica se sintiera aún más alterada con lo que acababa de pasar, por lo que dejó que le llamara como a ella le gustara.
-¿Qué pasa? –Contestó con cargada aspereza, acomodándose la negra corbata en el cuello de la camisa blanca.
-Lo que llevas en las manos también puede lastimar a algunas wiccas entregadas a la noche, en general a todo ser que navegue en la oscuridad. Si los santos han logrado encontrar a otras oscuras...
-Les pediré que cierren los ojos. –Alzó los hombros, alzando un poco la larga gabardina color café oscuro que llevaba puesta. –No soy tan fuerte como para hacerles daño, quizá solo inmovilizarlos si no acataran la indicación.
Aquella chica estaba orando mentalmente, sus pensamientos le eran demasiado audibles al no tener ya su protección natural tras haber sido absorbida por aquella chica morena; maldijo por millonésima vez su suerte antes de darse media vuelta y andar hacia el templo, el cual estaba tenuemente iluminado por pequeñas velas en cilindros de vidrio transparentes. Dentro de este edificio, veinte bancas de madera acomodadas a los costados, el corto pasillo alfombrado en vino iluminado con las mismas velas mostrando el evidente camino hacia el altar, simple, con mantel blanco y el correspondiente Cristo con mueca de dolor por los pecados de sus amados hijos. Apagó el cigarrillo contra el respaldo de una de las bancas, movido por una extraña sensación de culpabilidad, manchándose de ceniza los guantes negros que cubrían sus manos.
-Fue mi decisión. –Murmuró sin venir a más.
Caminó por el pasillo como si aquél camino fuese para él, hasta llegar finalmente donde el altar bajo el enorme Cristo reglamentario, donde notó una esbelta puerta de madera bajo el cortinal que servía de fondo estético; de inmediato se percató que tras esa puerta ya lo estaban esperando, al menos uno de ellos envuelto en la densa oscuridad, puesto que sus pensamientos nerviosos lo estaban delatando.
-Aquí viene la muerte cubierta de Esperanza. –Dijo en voz alta, alterando al que se encontraba al otro lado, mientras caminaba haciendo sonar sus pesadas botas negras en el suelo. –La que se encargará de devolver tu inmunda alma al infierno que perteneces.
"Soy más fuerte que él."
-Lo dudo mucho.
Pateó aquella puerta con mucha fuerza, incontrolada, arrojándola sobre el santo que esperaba al otro lado mientras sacaba desde su cinturón una daga completamente cromada, cuyo filo estaba lleno de runas que parecían estar soldadas en el mismo metal; sin medirse pasó por encima de la puerta y el Santo mismo, el cual se quejó e intentó incorporarse sin mucho éxito, ya que aquella misteriosa daga lo inhabilitaba y debilitaba de manera inexplicable.

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Cuentos de la luna
General Fiction[Completa.] Una serie de cuentos entrelazados acerca de los personajes que habitan entre la oscuridad y la luz, que caminan entre nosotros como una persona más e influyen mucho más en nuestras vidas más de lo que creemos.