Indecisiones

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-¿Teresa? –Habló Gloria, la de la verde mohicana.

-Dime.

-Hoy estás particularmente extraña. ¿Qué fue lo que sucedió en la casa de los Sabios?

La morena Teresa estaba sentada sobre un tronco viejo caído, Luna la enorme loba echada a su lado, mientras miraba fijamente la brillante pantalla de su teléfono celular; tras haber huido del departamento de Raziel antes de que llegara del trabajo, lo único que había sabido de él era que tanto la abogacía como su rol de Militante lo tenía severamente ocupado hasta el estrés durante esos tres días que no lo había visto. Miraba obsesivamente el último mensaje que él le había mandado, decidiendo si debía interrumpir su trabajo (o sueño, debido a la hora que era).

"Quiero verte."

-En esa mansión hay algo que nos supera. –Exclamó finalmente, frunciendo el ceño sin dejar de mirar el aparato. –Había muchos aromas allí, sobre todo uno muy ácido, como el óxido viejo. No lo conozco.

-Así es como huelen los Santos. –Dijo el fornido Obed con voz ronca.

Sintió un terrible escalofrío, recordando de pronto la advertencia que Jaziel le había dado tiempo antes.

-No he tenido contacto con ellos jamás. –Pronunció con levedad.

-No es como que debamos tenerlo. Tienen casi el mismo poder de los Militantes, pero en la oscuridad.

-¿No deberías... decirles a ellos? –Se atrevió a preguntar la chica de la mohicana. –Lo que sucede es que... no podríamos contra ellos, ¿sabes? Fácilmente nos exterminarían, incluso a ti Teresa.

Apretó el celular con ambas manos, encendiendo la pantalla e iluminando parte de su rostro de entre la oscuridad del tupido bosque.

-Hablaré, sí. Pero saben bien que no deben estar cerca, no quiero exponerlos a su espada. Por ahora no descuiden al Sabio que tenemos en la jaula de la bodega.

Ambos asintieron con firmeza, en un acto de fe hacia ella, algo que Teresa apreció de forma especial a pesar de no sentirse como ellos la tenían planteada; sus dos principales ayudantes se alejaron en dirección a la bodega donde solía reunirse su ahora manada de dieciocho integrantes, y ella comenzó a caminar en círculos otros tantos minutos dudando acerca de la relevancia del caso que se había topado en busca de aquellos que habían hecho averías entre su manada. Siendo las cuatro y veinte de la mañana, optó por mejor marcarle directamente una llamada a pesar de la hora, puesto que el sol aun ni siquiera pensaba en asomarse por el horizonte oriental. Hubo cuatro, cinco tonos cuando se pegó el aparato al oído, entrándole de pronto un enorme nerviosismo y deseo por colgar.

-Si eres Ángel, voy a colgarte. –Saludó Raziel con voz ronca. –Si eres Logan, voy a buscarte y enterrarte en un...

-¿Raziel?

Hubo un silencio después de escucharla. Ella pensó que le había colgado por lo denso de éste.

-Tessa. –Susurró con mayor calma, somnoliento. –Es... ¿qué hora es?

-Perdóname, no te hubiese llamado a esta hora si no fuera realmente importante.

-¿Qué pasa?

-Yo... no sé cómo comenzar. –Se dejó caer sentada sobre el suelo humedecido, notando a Luna a su lado. –Esta noche fui a la mansión Mainframe, buscando a unos Sabios que habían hecho daño con algo que desconozco a varios miembros de mi manada.

-¿Te han hecho daño?

-No, ese no es el problema. Allí encontré a Antiguo... olía a la sangre de Jaziel.

Cuentos de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora