Teresa recibió una fuerte bofetada.
A las nueve de la mañana, un horario en el que normalmente ella estaba durmiendo.
En la recepción del despacho de Miguel.
Al principio no fue la gran cosa, puesto que en su condición de Lican un golpe humano no era precisamente nocivo para ella, pero el intenso ardor y calambre consecuente a los pocos segundos la aterraron al grado de llevarse la mano izquierda sobre el sitio de la herida, consecuente gesto de asombro y dolor; la mano derecha de Katia, la secretaria de Miguel, tenía dos finos anillos de plata que la tocaron en el momento que la golpeó, y la morena comprendió entonces que el mito de que la plata hacía daño a los hombres lobo no era tan falsa o fantasiosa.
-¿Cómo te atreviste a meterte entre nosotros? –Se quejó aquella veinteañera, con los ojos llorosos y un tono de voz agudo. –Él y yo estábamos saliendo, ¿sabes? Y todo estaba saliendo extraordinario hasta que llegaste tú a su vida.
-Yo no sabía que salían. –Susurró levemente, sinceramente intrigada con lo que acababa de escuchar, corroborando que la carpeta que llevaba en la mano no se había caído.
-¡No te creo! Miguel no es así, sé que lo sabes, es incapaz de mentir.
Su mejilla dolía mucho, pues conforme pasaba el tiempo aquél extraño entumecimiento y punzar iba acrecentándose hasta hacerle llorar el ojo izquierdo. Tenía sueño y la histeria de aquella niña, justificada de una forma muy humana, la estaba poniendo de muy mal humor; estuvo a punto de darse media vuelta y partir del lugar, decidiendo que hablaría con Raziel en otra ocasión más tranquila (concordaba con que él era incapaz de mentir, por lo que debía ser alguna especie de confusión), pero el mismo ya había salido de su oficina tras Katia con un aparente mal humor quizá debido a lo mal que había salido todo el día anterior, que durmió hasta el medio día sin que él se lo planeara.
-¿Qué es lo que está sucediendo? –Cuestionó con firmeza contenida, pero su rostro cambió completamente al verla. –Teresa.
"Te veo después, Raziel." Se giró para salir, sintiendo ese sordo dolor en la mejilla fastidiándola de más, dándole un punzar de temor.
-No, espera. –Se le escapó a él, intrigado.
-Déjala que se marche, Miguel. –Susurró Katia con bastante saña, dolida.
-¿Qué pasa contigo? –Se giró de inmediato hacia la estudiante que tenía como secretaria. –Todos en el despacho escuchamos con claridad lo que le dijiste. No tienes derecho a tratar a una persona de esa manera solo por tus infundadas sospechas.
-No son sospechas infundadas...
-Lo son, porque tú y yo no somos más que compañeros de trabajo, y ella... es la mujer con la que estoy saliendo.
-Miguel...
-Vete a casa.
La estética jovencita se quedó en un denso silencio antes de que sus ojos se llenaran de lágrimas, gesto que no inmutó a Miguel que permanecía con el mismo gesto de severidad; Katia se aproximó inmediatamente al escritorio pequeño que estaba al lado de las puertas corredizas que daban a la oficina de su jefe solo para tomar su bolso y huir con dirección al elevador, pasando al lado de la morena queriendo ganarle el paso. Teresa tuvo que detenerse, considerando imprudente irse en el mismo elevador que la chica que la había abofeteado momentos antes, sintiendo entonces la mano de Raziel tomándola del brazo para evitar que se fuera; quiso apartarse en ese momento, sintiendo de pronto muy latente el enojo por todo lo mal que iba la situación (algo que parecía verse muy típico cuando él estaba presente), pero no pudo evitar que la tomara entonces del mentón para revisarle el rostro.
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Cuentos de la luna
General Fiction[Completa.] Una serie de cuentos entrelazados acerca de los personajes que habitan entre la oscuridad y la luz, que caminan entre nosotros como una persona más e influyen mucho más en nuestras vidas más de lo que creemos.