Alondra y Nataniel

20 1 0
                                    


I

Alondra tenía ocho años cuando ocurrió.

Era una muchacha alegre, con vivaces ojos verdes y una larga melena color chocolate, ondulada y brillante, que asombraba a sus amigos y familiares cuando danzaba descalza alrededor del fuego nocturno, aplaudiendo con ánimo junto con Marina, su mejor amiga; ella, a diferencia de Alondra, era un año mayor que ella, de piel morena por el sol, complexión un poco robusta y negro cabello lacio, pesado, cayendo hasta su cintura como una cortina de ébano. Ya Marina había tenido su animal totémico, un gato blanco, seña de su fuerza como Wicca lunar, y era su turno ahora para recibir su animal como una Wicca de luz.

Entre su danza infantil lo miró por primera vez, parado junto a otro Militante bajo las ramas del árbol matriz que existía en la plaza del pueblo, junto al templo. Era de estatura alta, atlético, con la piel blanca dorada por el sol; le llamó la atención su largo cabello rubio, casi platinado, cayendo hasta su cintura en mechones que parecían haber escapado a la curiosa trenza que llevaba, así como sus brillantes ojos dorados puestos sobre un fino rostro bastante neutro. Llevaba un traje formal en color negro y dorado, aquél distintivo para todos a su alrededor, pero para Alondra era singular puesto que era la primera vez que lo veía en el pueblo, el cual recurrentemente era visitado por ellos.

-Hay un Militante nuevo. -Le dijo a Marina en el receso de su baile, el aliento agitado.

-Sí. -La morena se puso a acomodar el blanco vestido holgado de su amiga con propiedad de adulto. -Ariel está algo debilitada, dice mamá que es por lo que ahora requiere ayuda.

-¿Ya no vendrá? Siempre es maravilloso verla.

-No lo sé, solamente espero que se recupere.

Entre aquella noche clara y fresca de mayo, toparse cara a cara con un lobo fue lo más maravilloso para Alondra, queriendo escapar del círculo hecho para ella y así poder tocar a aquella maravillosa bestia; se había enamorado de las historias de Selene, aquellas que su madre le contaba, y se había empapado en sus ideologías, sus creencias y la belleza misma de lo que ella representaba. Por eso gateó hasta el límite del círculo sin salir de éste, quedando su rostro casi al ras del hocico de la peligrosa bestia y así susurrarle:

-¿Eres Selene? Por favor, dime que eres tú...

Hubo risas discretas entre los presentes que pudieron escucharla. Ella no lo comprendió en el momento.

II

-Elena, Alondra. -Karen, la mamá de Marina, les llamó desde donde el árbol matriz. -Acérquense un momento.

Ambas niñas, en los blancos vestidos que las distinguían como iniciadas, dejaron al gorrión y al lobo con el que estaban entretenidas para acercarse donde aquella mujer, idéntica a Marina pero en una versión adulta; junto a ella estaban allí los dos Militantes en un mítico puesto de observación para ellos que trascendía de cientos de años, el cual no solían abandonar durante los eventos que las wiccas tenían. Estaba allí Israel, que siempre acompañaba a Ariel cuando no estaba su esposo Leonardo, de corto cabello castaño, muy corto como si fuera el de un militar, vistiendo el atuendo negro idéntico al que llevaba el nuevo Militante. Alondra no pudo evitar mostrar la emoción que tenía de estar tan cerca de ellos, le parecían sumamente bonitos y agradables.

-Ariel y Leonardo han enviado sus felicitaciones, pero en este momento ella está algo delicada y no ha podido venir. Sin embargo Israel si ha podido venir y ha traído con él a un Militante que jamás había pisado el pueblo, así que sean cordiales con él.

-Preséntate. -Le codeó Israel. -No van a morderte.

-Es sólo que... -Susurró con gravedad. Acabó aclarándose la garganta para hablar en un tono monótono. -Soy Nataniel.

Cuentos de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora