Cosmos

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-Carol me obligó a ir con ellas, pero, para serte honesta... no tengo humor para salir a la calle, ni a algún otro lado.

-¿Ni siquiera conmigo?

-Tal vez cuando vuelvas de hacer lo que tienes pendiente.

-Me gusta escuchar eso. Sin embargo, creo que debes salir y despejar tu cabeza, beber un poco, dejarte llevar. No es "saludable" para ti que estés repasando una y otra vez todos aquellos acontecimientos.

-Maestro...

-Te llevaré un regalo si aceptas salir hoy, uno bastante especial.

-Iré, no te preocupes. Solamente no tengo ropa que ponerme... es decir, que me quede.

-Sigues sin comer bien.

-Me esmeraré, ¿está bien?

-Quiero verte bien a mi regreso, Selina.

La puerta de su habitación se abrió de golpe, dejando entrar a tropel a Carol y otras dos chicas, amigas de ella muy por su mismo estilo, sosteniendo bolsos en las manos y mirándola con aire divertido. Siniestro, a impresión de ella.

-¡Al menos déjenme colgar el teléfono! -Contestó al ver a la comitiva irse contra ella, alzando la mano libre en un vago intento por detenerlas.

-.-.-.-.-.-

Llevaba un ajustado vestido color azul eléctrico, altos y finos tacones negros, el oscuro cabello suelto y ondeado sutilmente bajo mucha tortura con un rizador caliente, el rostro con discreto maquillaje que la hacía ver muy femenina. Irreal. Cuando se vio en el reflejo de la puerta espejo a la entrada del concurrido antro, se dio cuenta de que esa mujer no era ella.

Aquel lugar, tan pronto pasaron al área alfombrada, estaba prácticamente en penumbras, solamente iluminada la larga barra donde servían las bebidas y la susodicha pista de baile, donde la música electrónica, completamente incomprensible para ella, era "tocada" por un DJ envuelto en luces de neón bastante estridentes; se acomodaron en una esbelta mesa sin sillas, lo suficientemente alta para estar cómodamente recargadas, siendo invadidas por un mesero que les ofreció varios Martini como cortesía de la noche. Al ver la estética copa con el contenido rojo tuvo la necesidad de sentirse embriagada esa noche, pensando que así podría quitarse esa sensación de... deja vu, por lo que se apresuró a beberla de golpe. Quería olvidar a ese hombre con fervor, sentirse libre, poder jugar un poco con Maestro.

-¡No tan rápido! -Escuchó la voz de Carol.

Hubo otra ronda de bebidas, haciendo exactamente lo mismo, esta vez de forma más discreta. Dos, tres, cuatro. Ellas se gritaban entre risas, la pelirroja Carol revisaba una y otra vez el teléfono celular como si esperara mensajes fortuitos.

-¡Hay que bailar!

Le llamó la atención, entre su incesante mareo repentino, que aquellas chicas gritaran como colegialas mientras su mejor amiga se ponía a mirar a los lados como si buscara algo más antes de sonreírle y tomarla del brazo, comenzando a andar hacia la pista de baile junto con aquellas dos. Deja vu.

-¡Relájate, Selina!

El último Martini de fresa le había dado algo más de valor, para, al igual que la gente que le rodeaba, comenzar a bailar y saltar de forma estridente sin inhibición, sin importarle que estuviese entre desconocidos que le obsequiaban miradas y sonrisas insinuantes, pero cada roce de ellos la ponían extrañamente alerta entre el mareo y los fulminantes destellos. Sofocada, alcanzaba un curioso éxtasis entre el ruidoso pensamiento de los que la rodeaban.

Cuentos de la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora